lunes, 9 de noviembre de 2009

Un Mundo Ideal - Capítulo 12

Hola mundo!

Verán, ya se que no debería estar acá, pero les cuento *La pantalla comienza a ponerse neblinosa tipo flash back de película* hace como 8 horas mi buena amiga KT me notificó que no podría postear hoy, como yo iba de salida a tratar de derrocar a Microsoft le dije que postearía por ella al volver... acá viene lo chistoso del asunto, hoy pues hoy *sudando un poco* es que hoy *sonido de estática* cofcofesnochedeGrey'sAnatomycofcof *más sonido de estática* y bueno, luego de salvar a esa viejecita de ser atropeyada en la calle, regreso acá a dejarles la continuación de Un mundo ideal...

Que la disfruten!!!

*sale corriendo hasta perderse en el horizonte*

Autora: Utena93
Capítulo 12.-


Recorría las calles a toda velocidad, había sido una noche dura cuidando de la pequeña Lucy… Esa niña podía ser muy dulce, pero era un demonio capaz de cansar a cualquiera.

No tarde mucho en llegar a casa, era muy temprano y Sophie seguía durmiendo. Me acerqué sigilosamente a la cama y con cuidado me senté a su lado.

Su rostro permanecía tranquilo, dormía profundamente, estaba preciosa.

- Cashajte mon igo…. – pronunció en sueños.

La besé en la frente y la dejé descansar un par de horas más. Necesitaba un buen café y la cocina seria mi lugar de reflexión.

- Cásate conmigo… - Susurré

Sophie me lo propuso tantas veces que perdí la cuenta, todas mis respuestas fueron negativas. Ella quería formar una familia, tener hijos… y yo no estaba preparada para eso. Entendía mi situación y por eso no le daba muchas vueltas al asunto pero en el fondo le dolía mi negación…

- Ojalá pudiese complacerte amor…

El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos, corrí para descolgar antes de que se despertase Sophie pero todo fue en vano.

- ¿Diga? – Preguntó una somnolienta Sophie.- Sí, un momento. Elena es para ti.
- ¿Sí?
- Hola hija.
- Ah… hola mamá. ¿Cómo estás?
- ¿Esa mujer…?
- Sí, es mi novia.
- ¿Cuándo vas a venir por casa?
- Mmm…
- ¡Dile a esa zorra que no vuelva por mi casa! – se oyó decir a mi padre a lo lejos.
- Dale recuerdos a papá de mi parte.
- Cariño…yo…
- Lo sé, adiós mamá.

Colgué, Sophie me miraba aterrada, sabía la mala relación que tenía con mis padres y que ella respondiese antes que yo complicaba las cosas. Pero todo daba igual.

- ¿Estás bien? – Me preguntó intentando animarme.
- Sí, tranquila ya estoy acostumbrada. – reconocí - ¿Has pasado buena noche?
- Te he echado mucho de menos.

Me abrazó cariñosamente y simplemente dejé que me mimara. Tenía ese don especial para animarme con solo una mirada. Suavemente la besé y me dejé llevar por mis sentimientos.

- Vaya… estás muy cariñosa. – comentó divertida.
- De vez en cuando no está tan mal.

La mañana transcurrió tranquila, sin complicaciones, nada fuera de lo normal… salimos a hacer nuestras compras, limpiamos, y demás. Después de comer nos relajamos en el sofá, pasé un brazo por sus hombros y ella se acurrucó. El teléfono sonó interrumpiendo nuestra pequeña tarde de cine.

- Ya voy yo. – Dijo ella evitando que me levantase. - ¿Diga? Ajam, sí, un momento por favor.
Me acercó el teléfono e hice un gesto preguntando quién era, simplemente se encogió de hombros.

- ¿Diga? – pregunté
- ¿Elena?
- Si soy yo. ¿Quién es?
- Soy Ana.

El teléfono cayo de mi mano, me levanté, agarré mi cazadora, las llaves de la moto y me fui ante la mirada estupefacta de Sophie.

Esta vez conducía a mucha más velocidad de lo habitual, necesitaba pensar… y mi destino se hallaba a cientos de kilómetros. Después de horas de trayecto allí me encontraba, en aquella hermosa playa, sin nada ni nadie. Completamente sola como hacía 11 años.

- ¿Por qué? ¿Por qué cuando todo estaba olvidado vuelve para revivir viejos sentimientos?...
En mi cabeza solo tenía un pensamiento, una imagen, un solo recuerdo… Un solo nombre.
- Ana…

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Pasé tres días allí, sin molestarme siquiera en moverme de mi sitio, sin comida ni bebida, completamente sola… quizás incluso pasó más tiempo… Me encontraba sobre la arena blanca, consumida por mi propio cuerpo sin fuerzas, imaginando mi cercano final. Lo esperaba con ansia.

Como si de un milagro se tratase un vago nombre volvió a mis recuerdos justo cuando la muerte pensaba darme su último beso. Sophie.

Abrí los ojos de par en par, los miembros me fallaban pero logré ponerme en pié y caminar dando tumbos hasta mi moto. Monté y sólo dejé que aquella maquina me llevara a donde pertenecía.
Aún no comprendo cómo estando moribunda logré aguantar las horas de trayecto…

Llegué más exhausta que nunca a mi hogar, con mis últimas fuerzas llamé a la puerta… Una chica de pelo rubio desgreñado y ojos hinchados me recibió con expresión de asombro.

Sonreí ante tal imagen, un ángel de cabellos dorados lloraba mi perdida… y todo se volvió oscuro. Sentí mi cuerpo caer y mis sentidos abandonarme…

- ¡NOOO! ¡AYUDA! – mi ángel lloró desconsolado.

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Desperté en una iluminada estancia blanca, tumbada sobre lo que creí una cama. Había perdido total noción del tiempo y el espacio. Sentía los aparatos, cables y demás artilugios a mi alrededor… Poco a poco logré abrir los ojos.

- Buenos días bella durmiente.
- ¿Cris…?
- ¿Cómo te encuentras?
- Mareada… - reconocí - ¿Dónde… estoy?
- En el hospital.
- ¿Qué… hago… aquí?
- Ya lo hablaremos más adelante, ahora descansa.

Me dejé vencer por el sueño una vez más, ¿cuántos días podrían haber pasado?... No recuerdo nada, ni voces, ni olores, nada mientras dormía. Lo único que soy capaz de recordad es oscuridad.
La siguiente vez que desperté era de noche, me encontraba mucho mejor, no cabía la menor duda y traté de incorporarme despertando a Sophie que dormía junto a mi cama.

- ¿Cómo estás?

Las ojeras se marcaban bajo sus ojos y parecía no haber comido durante días, su piel era blanca como la nieve pero aún así me sonreía.

- Algo mejor… ¿Cuánto tiempo llevo en el hospital?
- Una semana. – Dijo apenada.
- ¿Qué hago aquí?
- Es lógico que no recuerde nada… - murmuró para sí. – Llegaste a casa desnutrida y deshidratada, te desmayaste y te trajimos de urgencias. Has estado a punto de morir…

No pudo evitar que las lágrimas escaparan de sus ojos y apartó su vista para que no la viese llorar. Extendí mis manos y dulcemente la obligué a mirarme. Sus ojos estaban llenos de lágrimas…

- Perdóname. – susurré – Cuándo salga de aquí te explicaré el por qué de todo esto. Sólo necesito que me perdones… Te amo.

Rompió en llanto y me abrazó, me dolía cada centímetro de mi cuerpo pero era soportable, no cambiaría por nada aquel momento…


Continuará...

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