Un Mundo Ideal - Capítulo 11

¡Hola Gente!

Debo comentarles que tengo al menos tres materiales de colaboración a la espera de ser publicados, sin embargo, entre compromisos y los problemas de salud se me ha hecho un poco difícil (estar acá sentada mucho tiempo me resulta algo incómodo). Ruego un poco de paciencia :) por otro lado, quiero agradecerle a Ali Dagos por publicar por mi la semana pasada, además de arreglar el problema con las imágenes de dicho post (una excelente colaboración, dicho sea de paso).

Bueno, hoy martes continuamos, luego de un receso, con este buen fanfiction que tiene a más de una enganchada ;) espero que lo disfruten y dejen sus comentarios a la autora.

Un abrazo y a leer!

Autora: Utena93
Capítulo 11.-

- Yo sé que intentan hacer lo que consideran correcto pero… - fui incapaz de continuar.

Era mi tercera sesión con el psicólogo, mis padres consiguieron arrastrarme hasta allí con falsas promesas, todo valía si era para curar mi “enfermedad”.

- Está bien, llama a tus padres. – comentó el doctor.

Salí y allí se encontraban, en la sala de espera ojeando algunas revistas, solo pude hacerles una señal para que se acercaran, hacía una semana que les había dejado de hablar.

- Tomen asiento por favor.
- Elena espéranos fuera. – Ordenó mi padre.
- No, quiero que ella esté presente también. – hizo una breve pausa – Después de estas sesiones me he dado cuenta, como decirlo, de que su hija es mucho más madura de lo que ustedes piensan. Tiene muy claro lo que quiere y cuáles son sus ideales.

Mis padres asintieron.

- Así que doy estas sesiones por finalizadas.

Ante la mirada atónita de mis queridísimos parientes prosiguió:

- Ese tipo de sentimiento no es ninguna enfermedad, así que no es tratable. Los que necesitan ayuda… son ustedes.

Jamás pensé que el doctor haría ese comentario, yo al igual que mis padres, estaba asombrada, aquel comentario podría dar un giro de 360 grados a los acontecimientos.

De regreso a casa no mediamos palabra, el trayecto se paso rápido y pensé que las cosas se tomarían ahora con más calma. Nunca imaginé que pudiese ser tan ingenua e inocente.

Una vez más, como durante toda la semana, me encontraba sentada en mi maravilloso piano, tocando alguna pieza de Beethoven. Llamaron a la puerta y simplemente dejé que pasaran, no me podían acusar de nada ahora, estaba tranquila.

- Estas castigada.

Me quedé petrificada ante ese comentario... Me giré y lo más tranquila que pude dije:

- ¿Por qué?
- Ya que no ha podido ser por las buenas será por las malas.

Imposible… Claro, como no les había gustado lo que dijo el doctor… Todo tenía que ser culpa mía… Lo más lógico.

- No puedes salir, olvídate del móvil, no recibirás ninguna llamada en casa y por supuesto nada de internet.

¡Esto era el colmo! De ninguna manera tenían el derecho a hacerme eso… Ahogué un gritó en la almohada, solo sentía rabia, estaba totalmente indefensa ante mis padres. Las lágrimas cayeron por mi rostro, me sentía estúpida.

Pero por encima de todo, la echaba de menos…

Su sonrisa, sus ojos infinitos, su pelo, su aroma, su cuerpo, sus caricias… Susurraba su nombre con la esperanza de que escuchase mi llamada, con el deseo de tenerla a mi lado, con las ansias de tomar su cuerpo… ¿Cuántas veces mis labios cantaron “te quiero”? ¿Cuántas veces dije “te amo”? No las suficientes… nunca serán suficientes.

Desperté de madrugada bañada en sudor, me deshice de las sábanas y sin dudar un momento, tomé las llaves de la moto de mi hermano y me marché.

No tenía edad para conducir una Yamaha de esas dimensiones, pensándolo mejor, no tenía edad para conducir… Mi hermano me enseñó a manejarla no hacía mucho tiempo y en esos momentos me sentía libre. Conduje cientos de kilómetros hasta encontrar aquella pequeña playa, la misma a la que él me trajo una vez de pequeña. Necesitaba tranquilidad y aquel era el sitio perfecto.

Mientras contemplaba el mar y escuchaba el sonido de las olas pensé en el cambio que había dado mi vida en apenas una semana, en el cambio que había dado por ser valiente y encarar a mis padres, en el cambio que había dado por amor.

Pasé todo el día allí, observando el mar… Sólo cuando la luna me sonrió, agarré la moto y regresé a mi pequeño infierno llamado hogar.

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- Hoy es mi cumpleaños. – Pensé – Y lo pasaré sola.

Efectivamente, llevaba dos semanas castigada y esperando con ansia el día de mi 15 cumpleaños para celebrarlo con la persona que más quería… Todo esto para recibir un gran NO cómo respuesta, y eso que pensaban que lo pasaría con Cris…

Había asumido mi condición en esos momentos, no me quedaba otra que aceptar lo inevitable y resignarme a obedecer… pero sólo a veces. Cuando tenía la mas mínima oportunidad me escapa unos escasos diez minutos para verla… El tiempo pasaba más lento hallándome encarcelada de esa forma, y lo más cruel, sin tecnología y… sin Ana.

Un rostro familiar asomo por la puerta…

- Puedes llamar a Cris si quieres… es tu cumpleaños… así que te levantaremos el castigo por hoy.
- Gracias mamá.
Como si de un cohete se tratase corrí hacía el teléfono para marcar el número prohibido.
- ¡Elena! – Contestó una voz al otro lado.
- ¡Cris!
- ¿Cris? ¿Cómo que Cris?
- Si, si, al final me han levantado el castigo por hoy y puedo salir.
- ¿Qué? ¡Ah! Ya lo voy entendiendo.
- ¡Eso es! ¿A qué hora?
- Mmm… voy para la plaza y nos vemos allí.
- Vale, dentro de un rato estoy.
- Te quiero.
- ¡Sabes que yo también te quiero Cris!
- Eres una gran actriz ¿lo sabías?
- Si, si, hasta ahora.

No dudaba de mis dotes para engañar a mi madre… ¡Hoy sería la mejor tarde de mi vida!

Después de un interrogatorio intensivo por parte de mi padre y un aviso rápido a la verdadera Cris sobre mis intenciones esa tarde, con mi recién recuperado teléfono móvil, salí disparada hacía nuestro punto de encuentro.

Tarde relativamente poco, teniendo en cuenta que mi casa no estaba próxima a la plaza. Allí estaba, la chica más bonita que jamás conocería, mi único amor. Sus ojos verdes me localizaron con rapidez, una lágrima calló por su rostro y comenzó a correr en mi dirección.

Me abrazó con fuerza, me tomó de la mano y nos sumergimos en un apasionado beso… No podía imaginar cuanto echaba en falta sus besos, sus abrazos…

- Te he echado de menos. – Susurré.

Se limitó a sonreír y contestó:

- Felicidades.

Me acerqué a su rostro poco a poco y tomándolo entre mis manos, la besé. Un beso dulce que dejaba claro mis sentimientos en ese momento. Después de varios minutos de caricias y besos era hora de pensar que hacer, no podíamos quedarnos a la vista de todos.

- Bien ¿Qué te apetece hacer? – comenté sonriente.
- Es tu cumpleaños tú decides.
- ¿Vamos al cine?
- Yo… tenía pensado otra cosa… - reconoció avergonzada
- Está bien, ¿qué es?
- Darte tu regalo de cumpleaños.
- ¡No deberías haber com…!

Posó uno de sus dedos sobre mis labios y continuó:

- Vamos a mi casa y te lo doy.

Me resigne ante ese gesto y nos dirigimos a su casa. Abrió la puerta y no había nadie.

- ¿Y tus padres?
- Están de viaje. – se ruborizó – Estaremos solas.

Ante ese comentario los nervios afloraron, no sabía que tenía pensado, pero la idea de estar solas… me tentaba demasiado.

Nos dirigimos a su habitación y me senté sobre la cama, era cómoda y nada había cambiado desde la última vez que estuve allí, siempre en calidad de amiga.

- Espera aquí un momento ahora vengo…

¿Qué sorpresa me tendría preparada? Estaba nerviosa, de eso estaba segura, algo se traía entre manos… Tardó bastante en volver, se tomo su tiempo para preparar las cosas, pensé.

- Vale… ¡Voy a entrar! – le temblaba la voz…

La puerta se abrió y dejo al descubierto un cuerpo perfecto en ropa interior. Ante mi asombro de encontrarme tal figura delante de mí Ana sólo pudo ruborizarse.

Su piel poco bronceada se descubría ante mis ojos asombrados, s figura simplemente perfecta… todo en ella era nuevo para mí en aquel momento… apenas pude articular palabra. Tenía que haberlo pensado, mi regalo sería su cuerpo.

- Pero…pero… - tartamudeé.

Se limitó a sonreír, se acerco insinuante y se sentó sobre mí. Rodeo mi cuello con sus brazos y me miro fijamente a los ojos.

- Feliz cumpleaños.


Continuará...