martes, 7 de abril de 2009

Reiniciando la vida - Capítulo 12

Hola gente del Baúl, continuamos con esta interesantísima historia que se acerca a su final... Quienes estén a favor de que Katsumi no sufra más levanten la mano *soltando el teclado y levantando su mano derecha* Debo decir que me ha gustado mucho esta historia, porque se sale de lo común y está muy bien contada. Así que sin más, les dejo con el penúltimo capítulo.

Enjoy!

Autora: Eli
Capítulo 12: La última aventura.


Sin saber como, comencé a sentirme mal, sentí como poco a poco iba perdiendo el conocimiento. Luché por alcanzar el botón para llamar a una enfermera, pero cuando estaba por tocar el botón, una mano me sujetó por la muñeca. Con dificultad traté de mirar quien era la persona que me sujetaba, pero no podía ver nada; todo estaba borroso. Entonces la voz de esta persona dijo:

- No luches contra el somnífero, de todas formas no lograrás escapar de esta.
... La voz...
- ¡Andrea!- exclamé como pude en mi estado de semiinconsciencia-: ¿por... por qué?

Quise preguntarle porque estaba haciendo esto, pero entonces caí inconsciente bajo los efectos de un somnífero que ella había puesto en mi té.

Según creo, estuve inconsciente por varias horas, pues al despertar, lo primero que noté fue la falta de luz. Abrí mi ojo con cautela, me dolía la cabeza y mi rodilla. Estaba muy mareada.

Estaba acostada boca arriba sobre una superficie dura, ya no estaba en el hospital, ya no tenía conectada la morfina intravenosa que me habían puesto para calmar el dolor, de ahí el intenso dolor que me impedía despertar del todo.

Pocos minutos después escuché un ruido a mi derecha, sin duda el sonido de una puerta al abrirse. Emití un ligero quejido al voltear la cabeza para ver que sucedía a mi derecha. Entonces habló la voz que de tan sólo recordarla aún me provoca pánico.

- Al fin despiertas... llevo muchas horas esperando.

Acto seguido escuché sus pasos acercándose, a cada paso que resonaba en el lugar mi corazón se aceleraba, esperando lo peor.

Andrea apareció en mi campo visual de golpe, provocando que mi respiración se acelerara como si hubiera estado corriendo. El miedo debió de haber estado evidentemente marcado en mi rostro, pues ella dijo:

- No me mires así, sólo quiero conversar...- Aunque algo en su tono de voz hacía pensar todo lo contrario.

Sin poder controlarme comencé a llorar, lloraba de miedo y de incredulidad, no podía dejar de pensar en lo que podría hacerme Andrea ahora que estaba prácticamente a su merced, todo eso no podía estar pasándome a mi.

- No llores- dijo con una falsa compasión.
- ¿Qué quieres?- logré decir con una voz que no se parecía a la mía, debido a las lágrimas.
- No lo sé... Aún no lo he pensado.- respondió riendo con malicia.

Entonces desapareció de mi campo visual y movió algunas cosas en algún lugar de la habitación.

Escuché sus pasos acercándose otra vez; de improviso ella tomó mis manos y las levantó por sobre mi cabeza con brusquedad sin encontrar mucha resistencia de mi parte, el miedo me tenía absolutamente paralizada. Sentí como apretaba mis muñecas con algo, creo que era algo como una cuerda.

- Lo mejor será que no trates de soltarte- dijo burlona probando los nudos que sujetaban mis brazos firmemente sobre mi cabeza.
Luego dio un rodeo y repitió el procedimiento con mis piernas, tirando de mi pierna dañada con especial fuerza, arrancando un grito de dolor de mis labios.
- Grita todo lo que quieras, aquí nadie podrá molestarnos.

Cuando ya estuve bien atada de brazos y piernas, Andrea salió de la habitación, dejándome a solas con mi miedo.

Aún llorando y con el corazón acelerado comencé a examinar la habitación donde me encontraba. Estaba rodeada de estanterías con cajas, envases de distintas cosas, a mi izquierda pude ver una lavadora. Sin duda alguna esta era una especie de bodega o sótano, por eso nadie iba a escucharme, era un lugar abandonado. Lo deduje por la suciedad que predominaba en todos los rincones.

Eso fue todo lo que el dolor, el miedo y las lágrimas me permitieron observar, mientras pensaba lo más claramente que podía en salir de ahí. Moví las manos con desesperación tratando de soltarme, pero mis amarras estaban muy firmes.

No sé cuánto tiempo estuve sola tratando de soltarme , sólo se que me detuve cuando escuché la puerta abrirse otra vez, era Andrea que regresaba.

- ¿Qué pretendes?- le pregunté con los dientes apretados.
- Quiero que sufras, que te des cuenta que España no es tu lugar; quiero que todas las noches despiertes aterrada con el recuerdo de tu paso por nuestro país, eso pretendo.- respondió lentamente mientras caminaba hacia mi.

Volteé la cabeza hacia la derecha para poder mirarla, quería que su mirada encontrara la mía, había decidido que no mostraría miedo ante ella; no le daría en el gusto.

Ella fijó sus ojos en mi sonriendo socarronamente, seguramente notando mi recién adquirido valor, pues dijo:

- No te servirá de nada tratar de amedrentarme con tu mirada, de todas formas haré lo que tengo planeado jajaja.
- Entonces me mostró una botella que traía en sus manos; sin decir nada la destapó y mojó un trapo sucio con el liquido contenido en ella. De inmediato el paño comenzó a deshacerse.
- Ácido- fue todo lo que dijo ella al ver que yo miraba el trapo se quedó mirándome atentamente mientras yo seguía observando la acción del ácido. Luego de unos segundos de silencio dijo-: ¿Sabes que tan corrosivo puede ser esto? ¡Porque pretendo que lo sientas!.
Fue hacia la mesa al lado de la puerta y dejó algo ahí, luego caminó de regreso a mi lado con la botella destapada y habló nuevamente:

- Veamos cuanto aguantas.

Con una sonrisa torcida en los labios puso la botella a cierta altura de mi torso y sin más dejó caer sobre mi un par de gotas del ácido. Traté desesperadamente de soltarme de mis ataduras, dentro de unos pocos segundos el ácido disolvería el camisón del hospital que llevaba puesto y entraría en contacto con mi piel y me quemaría terriblemente.

Pocos segundos después sentí el ácido quemando mi costado izquierdo, el dolor se apoderó de mi, grité con todas mis fuerzas mientras trataba aún de soltarme para terminar con el dolor.

A los pocos minutos aguantando el dolor agonizante quemando mi costado, se me nubló la vista y sentí que comenzaba a perder el conocimiento; luché por mantenerme conciente y no dar en el gusto a Andrea gritando, pero fu inútil caí en un sueño inducido por el dolor.

No se cuanto tiempo estuve inconsciente, pero luego de un rato, la puerta del lugar fue abierta con brusquedad, azotándose contra la pared, Andrea se volteó hacia allí para ver quien osaba interrumpir mi tortura. O al menos eso creo haber visto, estaba muy mal, sudaba a mares, el costado me escocía, la rodilla me dolía mucho y la cabeza no dejaba de darme vueltas.
Los agentes González y Rodríguez entraron a la habitación apuntando a mi captora con sus armas de servicio.

- ¡Quieta!- gritó Rodríguez con furia, sin dejar de apuntarle mientras se acercaba.
Andrea al verse atrapada lanzó la botella con ácido a la agente Rodríguez que con un movimiento rápido la esquivó y disparó sin más, apuntando deliberadamente a la pierna derecha de Andrea, dándole en pleno muslo.

Andrea ahogó un grito al caer al piso a mi lado. De inmediato los dos agentes se abalanzaron sobre ella para esposarla y llevarla fuera. Detrás de los agentes entraron luego del disparo unos cinco policías y dos paramédicos.

Uno de ellos se encargó de Andrea y el otro con ayuda de los policías me desataron y me sacaron del lugar. Pero no recuerdo nada desde el disparo, creo que volví a perder el conocimiento al saberme salvada de las manos de Andrea.

*************************************

Luché por abrir el ojo; no sabía donde estaba ni que pasaba conmigo, veía todo borroso y estaba muy oscuro. Sentía la espalda sudada, en realidad estaba completamente sudada, no podía dejar de respirar agitadamente y me sentía extremadamente mareada. Sentí un dejo de lucidez, recordé que estaba a salvo, que la policía había arrestado a Andrea y seguramente yo estaba en el hospital.

El dolor en mi costado se apoderó de todo mi cuerpo, sentí que algo no andaba bien. Abrí el ojo luchando contra el sopor que me inundaba. Solté un quejido, entonces escuché la única voz que no esperaba volver a escuchar:

- Así que por fin despiertas...- Era Andrea.
Logré ver el techo del lugar... no estaba en el hospital, seguía en el sótano, atada aún y con la quemadura en el costado doliendo cada vez más.
- Eileen...- murmuré para mi misma, mientras gruesas lágrimas caían por mis mejillas. Sabía que de no recibir ayuda pronto, podría morir y no vería una última vez a la mujer de mi vida.
- ¿Qué dices?- preguntó ella acercando su oído a mi boca para escucharme. Pero no repetí lo que había dicho, estaba muy débil, tenía mucha fiebre y casi deliraba. Dirigí mi mirada hacia Andrea tratando de enfocar la imagen y logré ver claramente su cuello a escasos centímetros de mi.

En una descarga de adrenalina en mi cuerpo, dejé de sentir el dolor que hasta entonces no me dejaba pensar y conseguí reaccionar en cosa de segundo. Tomando a Andrea por sorpresa, me abalancé sobre su cuello mordiendo con todas mis fuerzas. Ella gritó de dolor y trató de soltarse de mi, pero por más que ella tiraba hacia arriba no consiguió soltarse de mis dientes; comencé a sentir el sabor de la sangre en mis labios y junto con esto como Andrea dejó de intentar soltarse de mi.

Solté a Andrea, cayó sobre mi pecho sin sentido y sangrando por montones. Pero en ese momento no me detuve a pensar en ello, la descarga de adrenalina que me había despertado seguía estando ahí, lo que me había ayudado para usar toda la fuerza que me quedaba en salir de ese lugar. El sólo recuerdo de Eileen me hacía desear vivir.

Una vez más tiré de las ataduras que me mantenían contra la mesa, esta vez tiré con mucha fuerza, tanta que no me costó más que unos segundos de forcejeo conseguir liberar una mano, lo que siguió fue fácil; con una mano libre conseguí liberar la otra y luego de eso me desembaracé de Andrea que permanecía sin sentido, arrojándola al suelo.

Y finalmente me incorporé en la mesa, con el dolor en mi costado cada vez más presente, las fuerzas comenzaban a fallarme. Con torpeza me llevé el brazo derecho enyesado al lugar donde estaba la herida y la presioné con fuerza mientras con la otra mano desataba mis pies.
Respirando agitada y ya casi desfalleciendo pretendí bajarme de la mesa, pero todo lo que conseguí fue caer pesadamente al suelo a un lado de Andrea, pues mi pierna izquierda no podía soportar el peso de mi cuerpo. Un fuerte mareo se apoderó de mi.

- ¡No me voy a rendir! ¡Eileen!- exclamé sabiendo que Andrea ya no podría hacerme daño. Haciendo un último gran esfuerzo me puse de pie sobre mi pierna derecha sujetándome con la mano izquierda de la mesa donde había permanecido las últimas horas.

Caminé como pude hasta la puerta de la habitación arrastrando la pierna izquierda, al llegar ahí miré una última vez el lugar. Entonces lo vi: un teléfono celular en la mesa al lado de la puerta, eso era lo que Andrea había dejado allí antes de vaciar las gotas de ácido sobre mi torso. Con una sonrisa cansada lo tomé y salí del lugar.

Efectivamente me encontraba en un sótano, detrás de la puerta había una larga escalera que salía directamente a la calle.

- ¡Gracias al cielo!- exclamé al llegar arriba. La calle era pequeña, era apenas un callejón así que resolví caminar hasta salir del callejón con las fuerzas que me quedaban, me apoyé contra la pared y caminé unos eternos 20 metros hasta que salí a una avenida que yo conocía bastante bien, estaba a sólo minutos de la “Glorieta de Quevedo”, en la “Calle de Galileo”. Me dejé caer entonces contra la pared del edificio en la esquina del callejón y tomé el teléfono celular, marqué el primer número que se me vino a la mente, el de Eileen.

Luego de eso recuerdo poco, se que llamé a Eileen, que le dije donde estaba, recuerdo haber luchado contra el sopor que volvía a inundarme, traté de ignorar el dolor que crecía por segundos, hasta que al fin me desmayé. Esta vez estaba segura que despertaría en un lugar seguro.


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