Gente del Baúl, este día iniciamos con un nuevo Fanfic, como soy fanática de las sagas de Bee Train (chicas con pistolas) traigo para ustedes esta historia que me encantó de principio a fin. El fic de titulo Rojo sobre rojo es propiedad de Kouryuu Shizuka que fue publicado en la pagina amor-yaoi, y el cual tenemos el placer de compartir con ustedes, ruego al autor se ponga en contacto con nosotras para cualquier duda o modificación.
Capítulo 1 (Parte 1)
Autor: Kouryuu Shizuka
Acababa de responder a una pregunta que el profesor le había realizado, y como siempre, había respondido correctamente.
Ahora volvía a su sitio a sentarse seguida de ciertos cuchicheos que, en realidad, no tenían nada que ver con ella... sino con la persona que le estaba esperando justo a salir de la institución.
Aunque aun faltaban varias horas para que las clases acabaran, el Rolls Royce de un negro elegante y reluciente estaba allí esperando. Durante las clases, se acercaban a preguntarle por aquel coche y en que si ella estaría ese día ahí también. Y no le quedaba otra respuesta más que un rotundo "sí". Raro sería el día en que ella no estuviera esperando, vigilando las inmediaciones...
Justo al terminar el día, no supo si tener entrenamiento de voleibol era un alivio o un pesar... y cuando comenzó a caminar junto a sus compañeras de clase, estas comenzaron a armar un pequeño revuelo porque la estaban viendo.
Allí estaba.
Justo en la entrada, de pie, con la espalda recta y los brazos rectos, colgados a cada lado del cuerpo.
El traje negro se le ajustaba perfectamente a cada curva de su cuerpo, a excepción de los pantalones, que lucían más holgados a medida que se descendía hasta los pulcros zapatos de un ancho tacón.
A pesar de que su aspecto imponía, también lo hacía la seriedad que reflejaba su rostro. A veces la comparaba con los guardias que hay delante del palacio en Londres; esos soldados a los que si les habla ni siquiera se molestan en mirarte.
A veces se preguntaba si al estornudar se limpiaría con un pañuelo, pero la verdad es que nunca la había visto enferma.
Sólo veía, día tras día, esa seriedad adornada por sus generosos labios, por aquellos ojos grandes y felinos a la vez, de un color gris que causaba escalofríos por la frialdad que poseían y para rematar el conjunto, ese precioso cabello largo negro azabache, que permanecía atado con una gomita a la altura de la nuca, y que siempre algunos hilos de cabello escapaban a la atadura.
Tanto sus compañeras como sus compañeros se habían quedado prendados de su belleza justo desde el primer momento en que la habían visto mientras llegaba a la escuela en el lujoso auto.
- Buenas tardes, Srta. Lorens - saludó la misteriosa mujer, con una leve inclinación, y eso despertó detrás de ella una ovación.
Nyssa era su guardaespaldas, y ella, Mia Lorens, la protegida.
Mia se despidió de sus amigas con una sonrisa y un movimiento de mano, mientras que Nyssa le habría la puerta y podía sentarse justo en el asiento trasero del coche. Después Nyssa se puso al volante y comenzó a conducir hacia su casa.
Ese trozo del trayecto se le hacía aburrido, puesto que Nyssa no hablaba más de lo estrictamente necesario; siempre estaba encerrada en su silencio, y ni siquiera sus compañeros vigilantes en la casa habían podido escuchar su bonita voz, a pesar de que muchos imaginaban que debía de ser la de un camionero, a pesar de tener la apariencia de un ángel; pero de un ángel caído.
Mia se concentró en ver como los edificios pasaban por delante de ella y en como algunas personas miraban en lujoso coche, y sobre todo comentaba esas ventanas oscuras que no dejaban ver quién iba dentro del automóvil.
De soslayo la estudiante miró a la mujer que conducía y miró directamente debajo de su brazo.
Allí se escondía una pistola que nunca lograba saber ni la marca ni su calibre, pero una vez la vio practicar puntería y se estremeció con tan solamente ver que a la primera bala ya había dado en el blanco.
La verdad es que Mia no entendía por qué su padre le había puesto un guardaespaldas, y cando vio a una mujer lo entendió aun menos.
No es que fuera machista sobre que ese trabajo lo desempeñara una mujer, pero es que ella era una excesivamente joven.
Estaba segura de que podría acudir al instituto con ella si se lo propusiera, o quizá fuera una estudiante de universidad, porque más de 23 años no podía tener.
Y aun así con aquella edad era... guardaespaldas; poseía pistola y una puntería inmejorable.
Daba miedo, pero se sentía protegía.
Mia suspiró y se concentró en el examen que tenía para el día siguiente. Había intentado que una de sus compañeras le ayudara entender justo esa parte de matemáticas, pero no conseguía entenderlo.
Quizá Sven pudiera ayudarla. Ya lo había hecho otras veces, además, era el más amable de toda esa padilla de brutos que estaban a las órdenes de su padre.
Nada más atravesar la puerta de la mansión tuvieron que pasar un control, aun siendo la hija del dueño quien iba en el coche y después el automóvil se desplazó por la carretera que llegaba hasta la entrada. Allí ambas mujeres bajaron del coche y otro hombre se encargó del vehículo.
Entraron en la casa y Mia subió directamente a su habitación para despojarse de su uniforme y cambiarse por algo más cómodo. Sin embargo, a pesar de que Nyssa estaba a cada segundo con ella, en esos momentos ignoraba donde ella se encontraba.
Varias veces su padre le había explicado que no era una guardaespaldas, a pesar de saber usar las armas de fuego (y más cosas que no le mentó), sino que la considerara como una niñera.
Ese día agarró un berrinche, puesto que con 18 años recién cumplidos, ya no era una niña.
Pero, ¿qué iba a saber su padre? A veces el hombre era una persona completamente desconocida para él. Siempre estaba encerrado en sus viajes por negocios y en sus negocios mismos.
Siempre había sido igual. Desde pequeña sólo había tenido a su madre, quien estaba con ella siempre, hasta que un cáncer se la llevó de su lado y se sintió sola.
La verdad es que era así como se sentía, a pesar de estar la casa siempre llena de gente; de esos guardaespaldas que cuidaban la mansión; que cuidaban a su padre y que la cuidaban a ella.
Pero cuando su padre se fijó en lo bonita que había crecido, decidió apartar a esos gorilas de ella y asignarle una mujer.
Y esa fue Nyssa, quien llevaba con ellos apenas tres meses.
Tres meses en los que Mia había cruzado pocas palabras con ella, y aun nisiquiera sabía su edad, cuando solamente al primer mes, sabía hasta qué número calzaba Sven.
Mia terminó por vestirse con un chándal, que echaba por tierra la elegancia que aquella familia poseía, pero es que estar por casa con esos estúpidos vestidos que su padre a veces le compraba para compensar su ausencia, eran horrorosos.
Después de hacer la tarea en absoluto silencio, se encontró con el problema de su examen, el cual decidió postergar para un poco después.
Primero quería comer algo y ver si Sven podía ayudarla.
Nada más salir de su habitación, una sombra se cernió sobre ella, provocándole un sobresalto.
- ¿Adónde va, señorita?
Mia se dio la vuelta y vio a Nyssa, quien no se había despojado aun de esa ropa oscura.
- Sólo a la cocina, no hace falta que me acompañes, en esta casa hay demasiada vigilancia...
- Es mi trabajo - argumentó sin más ella, y Mia suspiró interiormente.
Tendría que acostumbrarse a eso por el resto de su vida, ¡o más!
Al entrar en la cocina el delicioso olor inundaba la estancia, abriéndole aun más el apetito. Clara, la cocinera latina de la casa, debía de haber vuelto a hacer uno de sus ricos guisos para la cena.
- Pequeña Mia - saludó la mujer con una cálida sonrisa, al ver a la chica entrando al lugar, y después vio a su acompañante, a la que dedicó un ligero inclino de cabeza - ¿Cenará?
- No lo tenía pensando, pero ahora que puedo oler esta delicia, ¡sí! - asintió ella, apoyándose en la encima, mirando una cesta de frutas que estaba llena, y de la cual decidió que uno de esos melocotones sería su postre.
Como siempre, cenó en la cocina. El comedor era algo que nunca utilizaba, excepto cuando su padre estaba en casa, y siempre se sentía incómoda en él.
La mesa estaba situada al lado de una preciosa pared de cristal en forma de arco, desde la cual se podía vislumbrar el exquisito jardín y a varios hombres de negro repartidos a lo largo.
Clara le sirvió la comida con su acostumbrada sonrisa y se paró a ver a la mujer que se había apoyado en una pared, con los brazos cruzados y la mirada seria puesta en los mismos cristales en donde Mia tenía los suyos.
- Señorita Nyssa, ¿cenará también? - era una pregunta en vano, puesto que durante tres meses había venido repitiendo la misma respuesta, pero aun así tenía que intentarlo.
Nyssa solamente negó con la cabeza, sin tan siquiera hablar.
- Clara, ¿y Sven? Tengo algo que hablar con él.
Además de llamar la atención de Clara, también llamó la de la otra mujer.
- Mi niña, me temo que será imposible, tu padre lo reclamó para acompañarlo a uno de sus viajes, seguramente esté de regreso para el fin de semana - informó la mujer con un claro acento latino, a pesar de que se intentaba desenvolverse en el inglés lo mejor que podía.
- ¿Qué? ¡…l era mi última esperanza! Me temo que suspenderé... - Mia dejó caer sus hombros y se levantó para coger el melocotón con desgana.
Caminó a su habitación con esos pasos acompañándola, como siempre y ambas se separaron justo cuando la adolescente se metió a su cuarto.
Nyssa poseía uno justo a su vera, por su seguridad.
Mia se dejó caer en la cama boca arriba y dio un mordisco a su fruta. Debía de intentarlo por ella misma... así que con energías se sentó delante de su escritorio y se dispuso a estudiar esas fórmulas que la llevaban de cabeza.
Aunque dos horas después decidió que era imposible y se distrajo mirando la pared.
- Quizá Nyssa sepa...
Mirando la hora, un poco tarde ya, y con algo de reparo cogió el cuaderno para salir de su habitación con sigilo y llamar a la puerta después.
- ¿Quién es? - la voz sin sentimiento alguno respondió, y ella se puso tensa sin saber por qué.
- Mia...
La puerta de madera blanca se abrió al instante, dejando a la muchacha algo petrificada, puesto que no se esperaba que la recibiese justo así.
- ¿Ocurre algo, señorita?
Pero Mia no podía articular una palabra, perdida en esa piel bronceada que relucía bajo una pequeña luz.
- ¿Señorita?
Por fin, Mia pareció reaccionar, y la miró con un ligero rubor en las mejillas.
- Perdona por irrumpir a estas horas, pero... ¿sabes algo de fórmulas matemáticas? Tenía la esperanza de que Sven estuviera y pudiera ayudarme, pero no está, y mañana tengo un examen importante...
Nyssa no dijo nada y simplemente le cogió el cuaderno con decisión y releyó por encima. Mientras ese reconocimiento a las fórmulas, Mia hacía otro.
Nyssa estaba vestida nada más que por una toalla blanca, que resaltaba ese moreno en su piel, y algunas gotitas de agua aun resbalaban por ella, logrando agitarle el corazón.
Pero eso era algo que no entendía.
Nyssa terminó por asentir y le dejó que entrara a la sencilla habitación, que no contaba con ningún objeto personal. Solamente parecía como si estuviera de paso.
Le indicó que se sentara mientras terminaba por cambiarse, y en esos minutos que tardó se sintió algo incómoda.
Era la primera vez que estaba allí, y que intercambiaría más de una palabra con ella, en tres meses.
Al poco salió vertida en un chándal blanco y rojo que le había podido ver algunas veces, mientras entrenaba en el jardín, peleando contra uno de los guardaespaldas que la había retado con una típica frase machista.
Esa vez ganó ella, y echó el orgullo del hombre por los suelos.
Mia le explicó las dudas e increíblemente Nyssa logró explicárselas con tal facilidad que pudo hacer ella misma los ejercicios.
- No sabía que se te dieran tan bien las matemáticas - comentó Mia, mientras cerraba el cuaderno y se levantaba para marchar a su habitación - ¿Si vuelvo a tener problemas podrás ayudarme?
Ella asintió sin ninguna emoción y abrió la puerta saliendo, asegurándose de que Mia entrara en la suya.
- Buenas noche, señorita.
- Buenas noches, Nyssa...
Mia se acostó comprendiendo la atracción de sus compañeros y la admiración de sus compañeras hacia ella.
Nyssa era una mujer muy bella, a pesar de parecer siempre triste. No, a pesar de estar siempre seria, puesto que nunca le había visto sonreír.
Nunca había visto ningún gesto en ella.
Y quería verlo... quería saber más de ella...
to be continue...
Capítulo 1 (Parte 1)
Autor: Kouryuu Shizuka
Acababa de responder a una pregunta que el profesor le había realizado, y como siempre, había respondido correctamente.
Ahora volvía a su sitio a sentarse seguida de ciertos cuchicheos que, en realidad, no tenían nada que ver con ella... sino con la persona que le estaba esperando justo a salir de la institución.
Aunque aun faltaban varias horas para que las clases acabaran, el Rolls Royce de un negro elegante y reluciente estaba allí esperando. Durante las clases, se acercaban a preguntarle por aquel coche y en que si ella estaría ese día ahí también. Y no le quedaba otra respuesta más que un rotundo "sí". Raro sería el día en que ella no estuviera esperando, vigilando las inmediaciones...
Justo al terminar el día, no supo si tener entrenamiento de voleibol era un alivio o un pesar... y cuando comenzó a caminar junto a sus compañeras de clase, estas comenzaron a armar un pequeño revuelo porque la estaban viendo.
Allí estaba.
Justo en la entrada, de pie, con la espalda recta y los brazos rectos, colgados a cada lado del cuerpo.
El traje negro se le ajustaba perfectamente a cada curva de su cuerpo, a excepción de los pantalones, que lucían más holgados a medida que se descendía hasta los pulcros zapatos de un ancho tacón.
A pesar de que su aspecto imponía, también lo hacía la seriedad que reflejaba su rostro. A veces la comparaba con los guardias que hay delante del palacio en Londres; esos soldados a los que si les habla ni siquiera se molestan en mirarte.
A veces se preguntaba si al estornudar se limpiaría con un pañuelo, pero la verdad es que nunca la había visto enferma.
Sólo veía, día tras día, esa seriedad adornada por sus generosos labios, por aquellos ojos grandes y felinos a la vez, de un color gris que causaba escalofríos por la frialdad que poseían y para rematar el conjunto, ese precioso cabello largo negro azabache, que permanecía atado con una gomita a la altura de la nuca, y que siempre algunos hilos de cabello escapaban a la atadura.
Tanto sus compañeras como sus compañeros se habían quedado prendados de su belleza justo desde el primer momento en que la habían visto mientras llegaba a la escuela en el lujoso auto.
- Buenas tardes, Srta. Lorens - saludó la misteriosa mujer, con una leve inclinación, y eso despertó detrás de ella una ovación.
Nyssa era su guardaespaldas, y ella, Mia Lorens, la protegida.
Mia se despidió de sus amigas con una sonrisa y un movimiento de mano, mientras que Nyssa le habría la puerta y podía sentarse justo en el asiento trasero del coche. Después Nyssa se puso al volante y comenzó a conducir hacia su casa.
Ese trozo del trayecto se le hacía aburrido, puesto que Nyssa no hablaba más de lo estrictamente necesario; siempre estaba encerrada en su silencio, y ni siquiera sus compañeros vigilantes en la casa habían podido escuchar su bonita voz, a pesar de que muchos imaginaban que debía de ser la de un camionero, a pesar de tener la apariencia de un ángel; pero de un ángel caído.
Mia se concentró en ver como los edificios pasaban por delante de ella y en como algunas personas miraban en lujoso coche, y sobre todo comentaba esas ventanas oscuras que no dejaban ver quién iba dentro del automóvil.
De soslayo la estudiante miró a la mujer que conducía y miró directamente debajo de su brazo.
Allí se escondía una pistola que nunca lograba saber ni la marca ni su calibre, pero una vez la vio practicar puntería y se estremeció con tan solamente ver que a la primera bala ya había dado en el blanco.
La verdad es que Mia no entendía por qué su padre le había puesto un guardaespaldas, y cando vio a una mujer lo entendió aun menos.
No es que fuera machista sobre que ese trabajo lo desempeñara una mujer, pero es que ella era una excesivamente joven.
Estaba segura de que podría acudir al instituto con ella si se lo propusiera, o quizá fuera una estudiante de universidad, porque más de 23 años no podía tener.
Y aun así con aquella edad era... guardaespaldas; poseía pistola y una puntería inmejorable.
Daba miedo, pero se sentía protegía.
Mia suspiró y se concentró en el examen que tenía para el día siguiente. Había intentado que una de sus compañeras le ayudara entender justo esa parte de matemáticas, pero no conseguía entenderlo.
Quizá Sven pudiera ayudarla. Ya lo había hecho otras veces, además, era el más amable de toda esa padilla de brutos que estaban a las órdenes de su padre.
Nada más atravesar la puerta de la mansión tuvieron que pasar un control, aun siendo la hija del dueño quien iba en el coche y después el automóvil se desplazó por la carretera que llegaba hasta la entrada. Allí ambas mujeres bajaron del coche y otro hombre se encargó del vehículo.
Entraron en la casa y Mia subió directamente a su habitación para despojarse de su uniforme y cambiarse por algo más cómodo. Sin embargo, a pesar de que Nyssa estaba a cada segundo con ella, en esos momentos ignoraba donde ella se encontraba.
Varias veces su padre le había explicado que no era una guardaespaldas, a pesar de saber usar las armas de fuego (y más cosas que no le mentó), sino que la considerara como una niñera.
Ese día agarró un berrinche, puesto que con 18 años recién cumplidos, ya no era una niña.
Pero, ¿qué iba a saber su padre? A veces el hombre era una persona completamente desconocida para él. Siempre estaba encerrado en sus viajes por negocios y en sus negocios mismos.
Siempre había sido igual. Desde pequeña sólo había tenido a su madre, quien estaba con ella siempre, hasta que un cáncer se la llevó de su lado y se sintió sola.
La verdad es que era así como se sentía, a pesar de estar la casa siempre llena de gente; de esos guardaespaldas que cuidaban la mansión; que cuidaban a su padre y que la cuidaban a ella.
Pero cuando su padre se fijó en lo bonita que había crecido, decidió apartar a esos gorilas de ella y asignarle una mujer.
Y esa fue Nyssa, quien llevaba con ellos apenas tres meses.
Tres meses en los que Mia había cruzado pocas palabras con ella, y aun nisiquiera sabía su edad, cuando solamente al primer mes, sabía hasta qué número calzaba Sven.
Mia terminó por vestirse con un chándal, que echaba por tierra la elegancia que aquella familia poseía, pero es que estar por casa con esos estúpidos vestidos que su padre a veces le compraba para compensar su ausencia, eran horrorosos.
Después de hacer la tarea en absoluto silencio, se encontró con el problema de su examen, el cual decidió postergar para un poco después.
Primero quería comer algo y ver si Sven podía ayudarla.
Nada más salir de su habitación, una sombra se cernió sobre ella, provocándole un sobresalto.
- ¿Adónde va, señorita?
Mia se dio la vuelta y vio a Nyssa, quien no se había despojado aun de esa ropa oscura.
- Sólo a la cocina, no hace falta que me acompañes, en esta casa hay demasiada vigilancia...
- Es mi trabajo - argumentó sin más ella, y Mia suspiró interiormente.
Tendría que acostumbrarse a eso por el resto de su vida, ¡o más!
Al entrar en la cocina el delicioso olor inundaba la estancia, abriéndole aun más el apetito. Clara, la cocinera latina de la casa, debía de haber vuelto a hacer uno de sus ricos guisos para la cena.
- Pequeña Mia - saludó la mujer con una cálida sonrisa, al ver a la chica entrando al lugar, y después vio a su acompañante, a la que dedicó un ligero inclino de cabeza - ¿Cenará?
- No lo tenía pensando, pero ahora que puedo oler esta delicia, ¡sí! - asintió ella, apoyándose en la encima, mirando una cesta de frutas que estaba llena, y de la cual decidió que uno de esos melocotones sería su postre.
Como siempre, cenó en la cocina. El comedor era algo que nunca utilizaba, excepto cuando su padre estaba en casa, y siempre se sentía incómoda en él.
La mesa estaba situada al lado de una preciosa pared de cristal en forma de arco, desde la cual se podía vislumbrar el exquisito jardín y a varios hombres de negro repartidos a lo largo.
Clara le sirvió la comida con su acostumbrada sonrisa y se paró a ver a la mujer que se había apoyado en una pared, con los brazos cruzados y la mirada seria puesta en los mismos cristales en donde Mia tenía los suyos.
- Señorita Nyssa, ¿cenará también? - era una pregunta en vano, puesto que durante tres meses había venido repitiendo la misma respuesta, pero aun así tenía que intentarlo.
Nyssa solamente negó con la cabeza, sin tan siquiera hablar.
- Clara, ¿y Sven? Tengo algo que hablar con él.
Además de llamar la atención de Clara, también llamó la de la otra mujer.
- Mi niña, me temo que será imposible, tu padre lo reclamó para acompañarlo a uno de sus viajes, seguramente esté de regreso para el fin de semana - informó la mujer con un claro acento latino, a pesar de que se intentaba desenvolverse en el inglés lo mejor que podía.
- ¿Qué? ¡…l era mi última esperanza! Me temo que suspenderé... - Mia dejó caer sus hombros y se levantó para coger el melocotón con desgana.
Caminó a su habitación con esos pasos acompañándola, como siempre y ambas se separaron justo cuando la adolescente se metió a su cuarto.
Nyssa poseía uno justo a su vera, por su seguridad.
Mia se dejó caer en la cama boca arriba y dio un mordisco a su fruta. Debía de intentarlo por ella misma... así que con energías se sentó delante de su escritorio y se dispuso a estudiar esas fórmulas que la llevaban de cabeza.
Aunque dos horas después decidió que era imposible y se distrajo mirando la pared.
- Quizá Nyssa sepa...
Mirando la hora, un poco tarde ya, y con algo de reparo cogió el cuaderno para salir de su habitación con sigilo y llamar a la puerta después.
- ¿Quién es? - la voz sin sentimiento alguno respondió, y ella se puso tensa sin saber por qué.
- Mia...
La puerta de madera blanca se abrió al instante, dejando a la muchacha algo petrificada, puesto que no se esperaba que la recibiese justo así.
- ¿Ocurre algo, señorita?
Pero Mia no podía articular una palabra, perdida en esa piel bronceada que relucía bajo una pequeña luz.
- ¿Señorita?
Por fin, Mia pareció reaccionar, y la miró con un ligero rubor en las mejillas.
- Perdona por irrumpir a estas horas, pero... ¿sabes algo de fórmulas matemáticas? Tenía la esperanza de que Sven estuviera y pudiera ayudarme, pero no está, y mañana tengo un examen importante...
Nyssa no dijo nada y simplemente le cogió el cuaderno con decisión y releyó por encima. Mientras ese reconocimiento a las fórmulas, Mia hacía otro.
Nyssa estaba vestida nada más que por una toalla blanca, que resaltaba ese moreno en su piel, y algunas gotitas de agua aun resbalaban por ella, logrando agitarle el corazón.
Pero eso era algo que no entendía.
Nyssa terminó por asentir y le dejó que entrara a la sencilla habitación, que no contaba con ningún objeto personal. Solamente parecía como si estuviera de paso.
Le indicó que se sentara mientras terminaba por cambiarse, y en esos minutos que tardó se sintió algo incómoda.
Era la primera vez que estaba allí, y que intercambiaría más de una palabra con ella, en tres meses.
Al poco salió vertida en un chándal blanco y rojo que le había podido ver algunas veces, mientras entrenaba en el jardín, peleando contra uno de los guardaespaldas que la había retado con una típica frase machista.
Esa vez ganó ella, y echó el orgullo del hombre por los suelos.
Mia le explicó las dudas e increíblemente Nyssa logró explicárselas con tal facilidad que pudo hacer ella misma los ejercicios.
- No sabía que se te dieran tan bien las matemáticas - comentó Mia, mientras cerraba el cuaderno y se levantaba para marchar a su habitación - ¿Si vuelvo a tener problemas podrás ayudarme?
Ella asintió sin ninguna emoción y abrió la puerta saliendo, asegurándose de que Mia entrara en la suya.
- Buenas noche, señorita.
- Buenas noches, Nyssa...
Mia se acostó comprendiendo la atracción de sus compañeros y la admiración de sus compañeras hacia ella.
Nyssa era una mujer muy bella, a pesar de parecer siempre triste. No, a pesar de estar siempre seria, puesto que nunca le había visto sonreír.
Nunca había visto ningún gesto en ella.
Y quería verlo... quería saber más de ella...
to be continue...
Akari me está gustando mucho sigo diciendo que tienes un buen criterio
ResponderEliminarmmmm fic interesante. Tiene buena pinta. Merci Akari!!! :)
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