martes, 17 de febrero de 2009

Reiniciando la vida - Capítulo 4

Hola gente del Baúl!

Desde ayer ando un poco hiperactiva, seguramente tanta teína ha traído sus consecuencias :P ya me tienen conspirando en planes maléficos como secuestrar a Anna Tsuchiya o dominar el mundo yuri muajajaja...

Hoy les dejo con un buen material de lectura, se trata de la continuación de Reiniciando la vida. Como siempre les recuerdo que pueden visitar el blog de su autora, haciendo clic en su nombre. Ahora si, que los disfruten.

Autora: Eli


Capítulo 4: La tarde perfecta.

Me senté en el pasto, estaba bastante impresionada por lo que acababa de pasar. Desenvolví mi almuerzo y comencé a comer lentamente, atormentada por la imagen de la silueta amenazándome.

Quince minutos después, sonó mi celular. Era Eileen. Mi corazón comenzó a latir con mucha fuerza de emoción porque ella me llamaba y de miedo por lo que pudiera suceder después de una tercera advertencia.

- Hi, ¿dónde estás Katsumi? – preguntó a modo de saludo.

- Konichiwa Eileen – contesté yo.

- ¿Konichiwa? – repitió ella, como preguntando que significaba esa expresión.

- Te estoy saludando, significa “hola” en japonés.

- ¡Ah!... oye te estoy buscando.- dijo.

- Estoy cerca del estacionamiento, almorzando – dije sonriendo al teléfono.

- Dime donde, estoy cerca. – se hizo una pausa en la que escuché pasos a través del teléfono, sonaban como pasos sobre la gravilla del estacionamiento.

- Busca mi motocicleta y mira hacia el único árbol que se ve desde allí... – entonces le corté el teléfono.

A los cinco minutos la vi caminar perdida entre los autos, cerca de mi motocicleta, sin verla. Entonces marqué su número desde mi celular. De inmediato me contestó:

- No te encuentro... – me dijo apenas contestó.

- Busca el árbol... mira hacia tu derecha... en la base del árbol – ella se volvió hacia el árbol y saludó con la mano; acto seguido comenzó a caminar hacia mí.

A los pocos minutos ya estaba sentada conmigo bajo el árbol, preguntándome sobre mi comida; “¿qué es esto?” Me preguntaba indicando algo específico en mi plato, yo respondía tratando de pronunciar el nombre en japonés lo más claro posible para que ella me entendiera. Le di a probar un poco de todo con los palillos (fue muy lindo, me dejó darle la comida en la boca, por lo que tuve la oportunidad de acercarme bastante a ella) y después que se acabó todo, guardé todo en la cajita en la que siempre ponía mi comida y la dejé a un lado, se hizo un silencio en el cual me acomodé semi acostada en el pasto al lado de mi acompañante.

- ¿Vienes aquí a menudo?- preguntó con su hermoso acento norteamericano.

- Cuando quiero comer separada del bullicio de mis amigas y pensar a solas... – dije mirando al horizonte lejano -: ...vengo aquí, me gusta mucho.

- ¿Querías estar a solas? – preguntó con timidez.

- Cuando llegué si, pero después que me llamaste ya no, quise regresar a la sociedad- respondí sonriendo -: No me molesta que estés aquí, al contrario, esperaba poder conversar contigo hoy.

- Ok, all right.- dijo en ingles sonriendo con todo el cuerpo. Observé su ropa y una vez más descubrí que vestía sencilla, pero se veía fabulosa; estaba sentada con una pierna doblada y la otra estirada, apoyando la espalda en el árbol. Se veía maravillosa.

Cerré los ojos entonces y respiré profundo como cuando meditaba; el viento primaveral entraba a mis pulmones con mucha facilidad conectándome con la naturaleza. Comencé a sentir la paz interior de la meditación, pero casi sin el esfuerzo que normalmente me tomaba. Sentí la mirada de Eileen en mi, su presencia era fuerte, por lo que pude sentir ella tenía mucha energía y vida, su juventud parecía eterna; en ese momento de meditación sentí que la conocía desde hacía mucho tiempo.

- Katsumi... – dijo ella interrumpiendo mi abstracción -: ¿Qué ha sucedido?, tu también has sentido eso, ¿cierto?

- ¿Qué cosa?- respondí.

- Es una sensación extraña, como que ya te conociera desde hace muchos años.

- Lo he sentido, hace unos segundos, te sentí muy cerca y muy familiar.- contesté sin abrir los ojos aún. Volví la cabeza hacia Eileen y entonces abrí los ojos lentamente; Eileen apareció frente a mi, que me miraba seria, pero tiernamente a la vez o al menos eso me pareció.

- ¿Cuando vamos a salir a cenar? Me debes la cena por haber perdido la apuesta que hicimos ayer- dijo ella sonriendo maliciosamente.

- Tu dime cuando, donde y a que hora- le dije sonriendo ampliamente, lo cual alargaba mis ya alargados ojos, hasta casi cerrarlos.

- ¿Pasas por mi el viernes por la noche?- me preguntó en lo que yo identifiqué como un acto de coquetería.

- ¿A las ocho está bien?- pregunté respondiendo a la coquetería.

- Perfecto.

- Genial...- entonces miré mi reloj y me di cuenta que la hora había volado, ya había terminado mi tiempo de almuerzo, había comenzado mi última clase del día, incluso ya estaba por terminar.

- Oh no... – dije.

- ¿Qué sucede?- preguntó ella.

- He perdido mi última clase del día, el tiempo pasa volando.

- ¿No puedes llegar tarde?- preguntó.

- Tarde... unos minutos tarde, pero no una hora tarde.- dije apesadumbrada, pues de verdad quería estar en esa clase, además que el profesor me tenía cierta manía por llegar siempre tarde.

- ¡Una hora! ¡wow! yo ya terminé por hoy, pensé que también tu.

- Pues no... Quiero decir, ahora si.- suspiré y dije -: ya no voy a ir, el profesor no disfruta de mi compañía, si llegó tarde no me dejará entrar.

- Bueno pues, quédate un rato más conmigo y después vas donde tus amigas y les pides los apuntes de la clase.

- Creo que así lo haré.

Nos quedamos ahí sentadas bajo el árbol mucho tiempo, incluso hasta que la mayoría de los alumnos abandonaron la universidad; el estacionamiento estaba casi vacío, a excepción por la camioneta de Antonia que aún permanecía en el estacionamiento, por lo que deduje que todas mis amigas estaban aún dentro del edificio.

Eran casi las ocho de la noche y comenzaba a soplar un viento frío típico de primavera. Eileen se cruzó de brazos encogiéndose, le pregunté:

- ¿Tienes frío...? –me miró y asintió lentamente. Sin que dijera nada más, me saqué la chaqueta y se la puse en los hombros.

- Gracias.- dijo ella acomodándose mi chaqueta sobre los hombros.

En ese momento dejé de disimular y la miré con absoluta ternura, con todo el sentimiento que tenía por ella. Pensé en si tendría el valor suficiente como para tomarle la mano, pero no conseguí reunirlo. Mientras pensaba en eso desvié mi mirada de su rostro y miré al horizonte (por consecuencia al estacionamiento), y vi caminando a mis amigas hacia la camioneta de Antonia. No me habían visto aún, pero sin duda me verían al subir al vehículo.

Comencé a sentirme mal, pensé que quizás ellas no debían verme con Eileen, pensé en esconderme rápido, pero no hice nada, no quería que Eileen pensara mal de mi y preferí quedar mal con mis amigas que con mi pretendida.



Quizás es el momento de explicar que existe cierta rivalidad entre los distintos “tipos” de personas de la universidad, por ejemplo: las amigas de Eileen eran pop, chicas populares que se llevaban bien con los chicos deportistas; ellas se llevaban horrible con mis amigas, pues mi grupo era más bien alternativo, muy oscuro, poco popular, sin mucho éxito entre los tíos. Esta lucha ha sido siempre una constante, existe una guerra de desprecios mutuos, murmullos en los pasillos, en el fondo una desacreditación ante los ojos de todos. Lo mismo ocurría entre punkies y metaleros, góticos y otakus y así muchas rivalidades.



Mi corazón latía muy rápido en ese momento, si mis amigas me veían me quedaría sola, me rechazarían por tener contacto con alguien del otro bando. Rogaba porque no me vieran, pero Antonia me vio... Se dio cuenta que estaba con Eileen, pero en vez de decir a mis amigas que yo estaba ahí, desvió la mirada y encendió el motor de la camioneta, apurando a las demás. Sólo logré respirar tranquila cuando desaparecieron calle abajo. Cuando ya no las vi, suspiré y me dejé caer al piso (estaba semi acostada), ahí acostada comencé a maldecir en japonés, porque no quería que Eileen supiera de que estaba hablando.

- ¿Qué dices?- me preguntó volviéndose hacia mi.

- Nada, sólo recordaba algunas cosas. – le mentí, tratando de parecer lo más tranquila posible.

- Oh... ¿es como para recordar tu tierra?- preguntó.

- A veces.- le dije, dirigiendo mi mirada al cielo. Ella me miraba atentamente.

- Tienes unos ojos muy bonitos- me dijo de pronto después de unos minutos de silencio. Sus palabras me tomaron por sorpresa totalmente, si no me equivocaba y si no estaba soñando, Eileen acababa de halagarme, signo que reconocí como una de mis propias tácticas para conquistar a alguien.

- Gracias... nunca me habían dicho eso- dije siguiendo el juego que ya era casi declarado de seducción mutua -: pero creo que tus ojos son mucho más lindos...

- Sólo detalles de mi raza...- dijo modestamente, sin aceptar mi cumplido.-: debo irme.

Miré la hora, eran las ocho con cuarenta y cinco de la noche. También yo debía irme.

- ¿Puedo llevarte a tu casa?- le pregunté tímidamente.

- Por favor.- me dijo-: no quiero llegar tarde a casa.

- Vamos.- le dije tomando la cajita con los restos del almuerzo y comenzando a caminar lentamente hacia mi motocicleta. Eileen me seguía de cerca, sentía sus pasos detrás de mi y me imaginé deteniéndome, volviéndome hacia ella y abrazándola con fuerza para luego confesarle lo mucho que la amaba...

Por supuesto que no lo hice, no quería dejar que un impulso arruinara mi única posibilidad de estar junto a esa mujer que tan lejana se veía hacía dos días atrás.

Nos subimos a la motocicleta, ella se puso mi casco, que yo le había entregado y se abrazó a mi cintura mientras yo encendía el motor y arrancaba camino a su casa.

- Ayer ibas más rápido- me dijo al oído, haciéndose escuchar por sobre el ruido de la calle.

- Es que quiero disfrutar de tu compañía un poco más- dije coqueteándole descaradamente. Ella se sonrió y mantuvo silencio hasta que llegamos a su casa quince minutos después. Allí, cuando estuvimos frente a la puerta del edificio ella bajó de la motocicleta y me devolvió el casco.

- Bueno, aquí estamos...- me dijo,-: otra vez.

- Si, así es...- bajé de la motocicleta y me paré cerca de ella sin desviar la mirada de sus ojos. Ella comenzó a mirar el suelo en lo que para mi era una forma de tratar de evitar lo que parecía inevitable. Pero mi conciencia pudo más que mis sentimientos, así que le puse la mano en el hombro, para que levantara la vista y la besé en la mejilla.

- ¿Te veo mañana?- pregunté.

- Si- respondió desconcertada. Seguramente le extrañaba que yo hiciera lo que estaba haciendo, siendo que habíamos estado largo rato coqueteándonos una a la otra.

Tomé el casco y me lo puse, luego me monté en la motocicleta y me despedí con la mano. Arranqué el motor y salí calle abajo camino a mi residencia.

Luego en mi habitación, pensé en lo que había ocurrido, ¿por qué no la había besado? Estaba tan cerca de mi y la desprecié... bueno, no la desprecié, después de un rato llegué a la conclusión de que no la había besado porque Eileen significaba mucho para mi y que quería hacer las cosas bien, con calma y sin descuidos para no dañarla.

“¿Yo?... ¿enamorada?” pensé en un momento, la idea parecía absurda en mi mente, pero era absolutamente correcta para mi corazón. Katsumi Takashi enamorada... era algo nunca antes visto.

Allá en Japón yo no era lo que se dice una chica de un amor. Tenía muchas amantes repartidas por todo Tokio y generalmente conseguía conquistar a cualquier persona con la que quisiera pasar un buen rato. Pero ahora en España había cambiado, estaba estudiando mucho y no salía demasiado; a tal punto que dejé de beber alcohol y de salir con todas las tías que pudiera. Fue un cambio sorprendente y radical que mis amigos de Japón no creían.

Y así, pensando y pensando me dormí vestida sobre la cama.

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