domingo, 2 de febrero de 2014

Extraños en la noche - Capítulo 3

Hola Yurifans,

Lamento no publicar con más regularidad, pero tengo problemas para poder usar Internet en casa y en la oficina, bueno, no siempre tengo la suerte de que todas mis compañeras lleguen tarde al mismo tiempo XD

Tienes razón Kit, se necesita mucho autocontrol para estar tanto tiempo sin usar Internet u_u

Espero disfruten, tanto como yo, de esta historia que nos regala Isles, mis agradecimientos para ella *Reverencia*

¡A leer!

Extraños en la noche
Autora: Isles
Capítulo 3

A/N: Perdonen por la demora para la actualización de este fic, pero como saben, también tengo que actualizar otros fics/historias :) Aún cruzo los dedos para no arruinar esta exoneshot con mis ideas locas. Espero que les guste. 

           El caso del homicidio no había llegado a ningún lado. El único sospechoso que habían tenido lo tuvieron que dejar libre una vez que se presentaron las pruebas de su coartada. Dos días después del primer homicidio se reportó otro con el mismo modus operandi; la misma cantidad de cortes, en los mismos lugares y con el mismo corte fatal que terminó con la vida de la víctima. Jane y sus compañeros no tenían ninguna pista para seguir, hasta que Frost encontró una conexión entre las dos víctimas.
            Derick Melson había sido la última persona que vio con vida a la segunda víctima. Y aunque tenía una cuartada para la noche del asesinato, su comportamiento y agresividad hizo que terminara en prisión por atacar a la detective que lo interrogaba.
            –¡Maldita sea! –bufó la detective al salir del cuarto de interrogación. Con una mano cubría su nariz y por sus dedos emanaba la sangre.
            –Jane. –Frost salió del salón adyacente al cuarto de interrogación y corriendo siguió a su compañera. La detective hizo caso omiso al llamado de Frost y apresuró sus pasos hasta entrar en el baño de las mujeres.
            Frost se detuvo ante la puerta y en un segundo Korsak estaba a su lado, mirándolo como si estuvieran decidiéndose sobre qué hacer con la mujer. En el suelo había varias gotas de sangre y eso los preocupaban más. El ataque los sorprendió a los tres, no lo esperaban para nada. Derick se había comportado muy bien desde que lo fueron a buscar en su trabajo, pero cuando Jane comenzó hablar sobre la primera víctima, explotó. Pensando que provocándolo terminaría con una confesión, Jane continuó.
            –Jane, necesitas ir a emergencias, puede que tengas la nariz fracturada.
            Un gruñido emergió del baño. Jane intentaba detener la hemorragia, agarrando un bulto de servilletas y colocándolas en su nariz. La camisa azul estaba manchada de sangre y con la adrenalina corriendo por su cuerpo se le hacía difícil respirar.
            –Jane no nos hagas entrar y sacarte a la fuerza –advirtió el detective mayor.
            –¡No necesito ir a emergencias! –se escuchó gritar a la mujer.

****
            –Dra. Isles, ya tengo los resultados de las pruebas que ordenó –avisó Susie, sosteniendo una carpeta en sus manos.
            Maura alzó la mirada de sus manos que lavaba minuciosamente y la miró, asintiendo complacida. Cerró el grifo y se secó las manos antes de aceptar la carpeta.
            –Necesito un análisis completo de esos tubos de ensayos. –Señaló a los tubos que tenía sobre la mesa de aluminio. Y el reporte completo de los análisis de la autopsia de ayer.
            –Se los traeré personalmente cuando estén listo, Dra. Isles.
            –Gracias Susie.          
            La criminalista sonrió antes de agarrar los tubos de ensayos y regresar al laboratorio. Maura se apretó la coleta de pelo, e hizo un mechón suelto a un lado antes de agarrar la carpeta nuevamente y dirigirse a su oficina. Cuando estuvo a punto de abrir la puerta escuchó unas voces aproximándose a ella.
            –Dra. Isles.
            Maura se giró bruscamente al escuchar su nombre y se encontró con los dos detectives mirándola desesperados, y la espalda de Jane.
            –¿Necesita algo, detective? –preguntó sonriendo, aunque en sus ojos se reflejaba la confusión que sentía ante la presencia de los tres detectives.
            –Jane se niega a ir a emergencias, ¿puede atenderla?
            –¿Jane? –preguntó, intentando no sonar muy alarmada.
            Korsak le lanzó una mirada seria a la detective que resopló antes de girarse,  sosteniendo aún la servilleta a su nariz.
            –¿P… Pero qué te ha pasado? –Se apresuró a la mujer, inspeccionando de lejos su rostro ya que no podía ver su nariz que estaba cubierta por la servilleta.
            –No necesitan estar aquí para esto –gruñó, mirándolos de reojo–. Ya fue suficiente con traerme a la fuerza.
            La forense miró a los hombres, sorprendida.
            –Está exagerando. No la obligamos a bajar, se lo pedimos de una forma muy cordial.
            –¿Eso fue cordial para ti?
            –Tenemos que regresar al caso –avisó Korsak, haciéndole un gesto a Frost para que lo siguiera.
            Frost le guiñó un ojo, intentando detener que la comisura de sus labios se arqueara. Maura aclaró la garganta una vez que se quedaron a solas, miró alrededor por un instante y habló:
            –Siéntate –ordenó, dándole la espalda, caminando hacia la esquina para abrir un compartimiento y sacar una pequeña caja de primeros auxilios.
            Jane siguió la orden sin protestar. En los últimos tres días apenas había intercambiado palabras con la forense; no más de las necesarias para mantener una relación estrictamente profesional.
            –¿Cómo ocurrió, detective? –preguntó, abriendo la caja y colocando todo lo que necesitaba para limpiar la sangre a un lado.
            Jane la observó, su mirada estaba enfocada en cómo Maura se ponía los guantes. Había vuelto a dirigirse a ella por su título. No había pasado desapercibido cuando la forense la llamó por su nombre unos minutos atrás. Debió ser algo involuntario por la sorpresa de verla ensangrentada, quizás.
            –El sospechoso, no fue nada –dijo, evitando la mirada de Maura.
            –Diría “nada” si no estuvieras sangrando, déjame ver. –Hizo a un lado la mano de Jane, que sostenía la servilleta a su nariz–. Ya no estás sangrando. –Acercó sus dedos a la nariz de Jane, inspeccionándola–. No está fracturada.
            Jane se mordió el labio inferior para acallar el gemido de dolor que causó la forense al tocar su nariz.
            La proximidad de la rubia la hizo tragar en seco. Maura se acercó al taburete de aluminio donde se encontraba Jane sentada, y se posicionó entre sus piernas. Humedeció un paño y sostuvo la barbilla de la morena, haciendo que mirara a un lado y comenzó a limpiar la sangre de su rostro. Las dos permanecieron en silencio, así había sido esos días.
            –Arderá un poco –  avisó, limpiando la herida en la nariz con una toallita de alcohol.
            Jane asintió, preparándose mentalmente para lo que se venía, pero esta vez no pudo callar el gemido de dolor. Sus ojos se encontraron y mantuvieron la mirada por varios segundos hasta que Maura aclaró la garganta y sus ojos regresaron a fijarse en la herida.  
            –Mau… Dra. Isles
            Los dedos de Maura se detuvieron por un instante, la miró a los ojos por un segundo y continuó curando. Mantenerse de esta forma tan distante con Jane se le hacía más duro con cada segundo que pasaba, mucho más difícil de lo que se imaginó. Quería escuchar su nombre brotar de sus labios, con su voz ronca, pero a la misma vez no quería que eso sucediera. No quería recordar cómo su nombre se escuchaba al salir de sus labios. ¿Cómo era eso posible? Desear y rechazar a la vez.
            –¿Sí? –Dijo, una vez que sintió que recobró las fuerzas para poder hablar.
            –Gracias, por esto.
            –No es nada, detective. No suelo tratar a pacientes vivos, pero tengo la capacidad para hacerlo.
            –No lo dudo.
            Jane juró que las comisuras de los labios de la forense se arquearon en una breve sonrisa que desapareció con la misma rapidez con la que apareció. Pero había sido suficiente para Jane, y eso la hizo sonreír. Maura notó la sonrisa en los labios de Jane y ladeó la cabeza antes de dar un paso hacia atrás comenzando a quitarse los guantes. Jane la siguió con la mirada. Maura caminó hasta el refrigerador y sacó algo que Jane no pudo percibir hasta que la rubia se giró y caminó hacia a su lado donde tenía la caja de primeros auxilios.
            –Esto ayudará con el dolor. –Le entregó una pastilla–. Y esto con la inflamación –le dio la compresa de hielo que había buscado.
            –¿Tienes un vaso con agua?
            –Acompáñame a mi oficina, y no te quites esa compresa de la nariz –advirtió al ver que Jane ya iba a dejarla tirada sobre la mesa.  
            –Como ordene, doctora –dijo con en un tono burlón.
            –Aquí tienes –le entregó un vaso con agua.
            Jane tomó la pastilla y bebió toda el agua de una vez.
            –Necesitarás una blusa nueva.
            Jane la miró confundida antes de caer en cuenta que tenía sangre en su camisa.  
            –Oh… No tengo para cambiarme.
            –Puedo prestarte una. –Desapareció y Jane se sentó en una silla, esperando a que regresara, haciendo una mueca al colocarse la compresa sobre la nariz.
            –¿Cuál prefieres? –Maura le mostró dos camisas, una roja y otra negra.
            –¿Cuántas camisas tienes aquí? –arqueó una de sus cejas con curiosidad.
            Maura ladeó la cabeza, mirándola como si no hubiera entendido la pregunta que le había hecho. La detective se levantó dejando la compresa de hielo sobre el escritorio de Maura. Y con la mirada estudió las dos camisas, decidiéndose.  
            –Solo tengo estas dos –confesó. Tenía que tener un par de ropa guardada en el trabajo por si la necesitaba en algún momento, como este.
            –La negra.
            Maura asintió complacida y le entregó la camisa. Las dos mujeres permanecieron inmóviles, mirándose sin saber qué hacer o decir.
            –Emmm.
            La rubia abrió sus ojos, saliendo del trance en el que se había perdido y sacudió la cabeza.
            –Puedes usar mi baño. –Se hizo a un lado, señalando a una puerta detrás de ella.
            –¿Tienes un cuarto de baño en tu oficina? ¿Por qué no tenemos uno en nuestras oficinas? –Se preguntó de forma retórica, entrando al cuarto de baño y cerrando la puerta.
            Maura la siguió con la mirada hasta que la puerta se cerró. Cuando escuchó el clic del seguro soltó un suspiro y respiró con fuerza intentando que el oxígeno llegara  a sus pulmones. Estaba segura que le faltaba el aire, aunque no podía explicarlo en términos científicos; el cómo su cuerpo reaccionaba cuando la morena estaba cerca. Sí, sabía que las hormonas eran las culpables de muchas de sus reacciones, pero su corazón… el peso que sentía en su pecho, eso no podía explicárselo a sí misma. Su espalda se dobló, apoyando la palma de una de sus manos sobre la madera del escritorio, y la otra mano la colocó sobre su corazón que latía de una forma desmesurada. Contó mentalmente hasta diez, respirando profundamente hasta que su pulso se tranquilizó. Lanzó una última mirada a la puerta, y caminó hasta su silla, sentándose y cerrando los ojos.
            Jane cerró la puerta y apoyó la espalda en ella, cerrando los ojos con fuerzas; se le estaba haciendo imposible tratar a Maura de esa forma tan… profesional, lo cual nunca había sido un problema para ella, pero Maura no era cualquiera. Sus dedos comenzaron a desabrochar la camisa manchada de sangre y la deslizó por sus hombros, mirando de reojo la camisa de Maura. La tela era suave y su aroma era tan… Maura. Se miró en el espejo e hizo una mueca al ver lo inflamaba que tenía la nariz.
            La puerta la abrió lentamente, deteniéndose al notar que Maura no se había percatado de su presencia aún. Sus ojos estaban cerrados y su respiración era tranquila, si no fuera por el tamboreo de sus dedos sobre el reposabrazos, hubiera pensado que estaba durmiendo.
            –Maura.
El nombre escapó de sus labios mucho antes de que su mente procesara lo que acababa de decir. Su cuerpo se tensó, esperando que la forense la corrigiera y le recordara que debía dirigirse a ella por su título, pero no fue así. Maura abrió sus ojos, sorprendida al ver que Jane ya estaba en su oficina ¿Desde cuándo estaba ahí?
–No olvides esto. –Señaló la compresa de hielo al borde de su escritorio.
Jane se quedó inmóvil por varios segundos antes de reaccionar. Maura no la había corregido, ¿eso era progreso, o simplemente fue un descuido de su parte y no le había prestado atención? Jane se sentía como si estuviera caminando sobre una fina capa de hielo, así siempre era con Maura. Nunca sabía cómo iba a reaccionar, especialmente en esos escasos momentos que tenían la oportunidad de estar a solas.
Para sorpresa de Maura, Jane se sentó enfrente de ella, colocándose la compresa en su nariz, mirándola fijamente a los ojos.
–¿Te sientes bien? –preguntó, abriendo una carpeta que tenía cerca. Jane sonrió para sus adentros, era obvio que la mujer no estaba leyendo; estaba evitando mirarla. Al menos eso era mejor a que le pidiera que se marchara.  
–Aparte de lo obvio, sí. –Se relajó en el asiento, pensando que no habían vuelto a tocar el tema de Nochevieja, en si no habían tocado ningún tema personal. Todo tema hablado entre ellas había sido sobre trabajo.
Jane estuvo a punto de tocar el tema, cuando su móvil comenzó a sonar.
–Rizzoli. –Hizo una mueca al escuchar la voz de su madre, y Maura la miró disimuladamente–. Estoy ocupada.
Maura se mordió la lengua para no soltar un comentario sobrado. ¿Estaba ocupada? Sacudió la cabeza, apoyando sus codos sobre el escritorio, observando las expresiones de la morena, que cambiaban con cada palabra que decía.
–¿Para qué? Estoy en la morgue. No. ¿En serio? Está bien, Ma –resopló y terminó la llamada.
–¿La señora Rizzoli?
–No le gustará que la llames así, la hace sonar vieja –decía, levantándose de la silla.
–Eso me ha dicho.
Jane se detuvo de repente.
–¿Has hablado con mi madre?
Maura ladeó la cabeza y cruzó sus brazos sobre su pecho.
–Claro, trabaja aquí, la veo todos los días. Es muy simpática.
–Eso lo dices porque no la conoces de verdad.
Maura sonrió, fue una sonrisa breve, pero suficiente para dejar a Jane boquiabierta con cara de idiota.
–Creo que tiene que ir a algún lado, detective –le recordó, notando que Jane no se movía de la puerta.
–Sí. Gracias otra vez, Dra. Isles.

****

–¡Oh, Dios! –Exclamó la mujer al ver a su hija herida.
–¡Ma! Baja la voz. Y estás exagerando –Miró a todos lados, suspirando aliviada al ver que los que estaban presente en la cafetería seguían con sus asuntos.
–¿Qué te pasó?
–Estoy segura que Frost o Korsak ya te pusieron al tanto.
Ángela rodó los ojos y se sentó al lado de su hija.
–¿La doctora Isles hizo eso? –dijo, observando la tirita en la nariz de su hija.
–Sí.
–Me agrada. Deberías ser más amable con ella.
Jane casi se ahoga con el café que bebía.
–¿Por qué me dices eso? –protestó, inquietada.
–No hablan –comentó. Era evidente para ella que algo no estaba bien entre las dos mujeres; apenas se dirigían la palabra cuando estaban en el mismo lugar. Eso y el hecho que Jane se comportaba de una forma muy extraña, para eso aún no encontraba una explicación.
–Ma. –Exhaló con fuerza antes de continuar–. Mis asuntos personales son míos. Mi relación con la doctora Isles es estrictamente profesional y la trato de esa forma, tal vez te estás haciendo ideas en la cabeza. Es nueva, no lleva ni una semana trabajando con nosotros, es normal que no la trate de la misma forma que lo hago con Frost o Korsak.
Ángela entrecerró los ojos, estudiando la expresión de Jane.
–Está bien –dijo entonces.
Jane suspiró aliviada sintiendo que un gran peso se quitaba de sus hombros. Lo último que quería hacer era darle explicaciones a su madre.

****
El resto del día transcurrió de una forma tranquila, tanto que rozaba la línea del aburrimiento. Jane terminó los reportes que tenía pendiente y cuando bajó a la morgue por unos resultados, se sorprendió cuando Susie le dijo que Maura se había ido temprano. ¿Acaso no se sentía bien? Se veía bien cuando estuvo en la mañana. Y con la montaña de trabajo que tenían con los homicidios de esa semana era raro que la forense se hubiera ido tan temprano, especialmente cuando había estado haciendo tiempo extra desde que empezó a trabajar.  
Jane mordió el bolígrafo, pensando en las posibles razones para que Maura se fuera temprano. Tiró el bolígrafo y el color de la camisa la dejó boquiabierta ¡podría devolverle la camisa!

****

Jane estacionó su auto enfrente del apartamento de la forense y respiró profundamente unas cuantas veces, reuniendo el valor para salir del auto y caminar hasta la puerta. No había duda de que este era el apartamento de la forense. En ese momento dudó. ¿Qué pensaría Maura de ella? ¿Pensaría que la estaba acosando? ¿Qué estaba haciendo?
Dio unos pasos hacia atrás. En una mano sostenía una bolsa de papel con la blusa lavada y doblada. Ya había conducido hasta aquí. Y era posible que Maura aceptara hablar con ella. ¡Ya estaba decidido!
Tocó la puerta sin pensarlo dos veces y esperó.
La puerta se abrió unos segundos después y Jane olvidó todo lo que tenía en mente ¿cómo podía verse tan perfecta siempre?
–¿Detective?
Jane tragó en seco. Los labios se Maura se movieron pero de ellos no salió ninguna palabra, la confusión en su rostro era suficiente como para que Jane se arrepintiera de su decisión.
–Te he traído la camisa –dijo con una voz temblorosa, nerviosa.
–Oh.
Maura aceptó la bolsa y las dos se miraron sin saber qué hacer o decir.
Unos pasitos apresurados se escucharon acercándose.
–Milo –dijo Maura en un tono suave.
Jane no podía despegar los ojos niño de unos tres años que estaba abrazado a la pierna de la mujer. Maura acarició el cabello rubio del niño y alzó la mirada, encontrándose con el rostro pálido y ojos alarmados de Jane.



Continuará...

Nota de Akari: me mató el gif animado que Isles eligió XD

1 comentario:

  1. Quiero la conti cuanto antes, me encanta este fic *-*, empecé a ver la serie y todo. Ya me imagine la historia, la serie es buena, que lastima que no sea canon.

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