Una Puesta de sol

Buenas tardes yurimanic@s, disculpen que publique tan tarde, pero asi es la vida del vacacionista jajajaja algo ocupada, movida, accidentada (me torcí el pie y me duele, buuu buuuu)

Lo que les traigo ahora, es colaboración de nuestra consentida Ricchan.

Sin más les dejó este escrito.

Una puesta de Sol

Autor: Ricchan


La conocí en mayo, su pelo largo y castaño se tornaba rubio con el brillo del sol. Su figura perfecta me pedía dibujarla y sus ojos azul oscuro siempre se perdían en el horizonte. Salía al parque todas las tardes a pintar la naturaleza, el río y las barcas en él. Ella sólo se tumbaba en la hierba. A su lado siempre una carpeta llena de apuntes. Solía mirar el río un rato y el cielo, mientras los pájaros volaban, después me miraba dibujando. Nuestras miradas se cruzaban un leve segundo y ella cerraba los ojos y se acostaba. El sol le daba de frente y casi siempre se quedaba dormida. Yo cuando sentía su profunda respiración, reía y continuaba con mi dibujo.

Al anochecer me iba siempre de vuelta a mi casa. Ella despertaba en cuanto sonaba su teléfono móvil, supongo que pondría alguna alarma. En esos momentos despertaba de pronto, se frotaba los ojos, bostezaba y me miraba sonriendo “Jejeje, me he vuelto a quedar dormida…” recogía sus cosas y se iba no sin antes decirme “¡Ciao!” Yo igualmente sonreía y respondía con otro saludo.
Siempre se tumbaba a mi lado porque decía que era el lugar donde mejor se descansaba, yo sonreía y le decía que simplemente era el lugar más bello de todo el parque.
Una tarde, como tantas otras, ambas ejecutamos el mismo patrón de todos los días. Yo me sentaba, cuaderno en mano y dibujaba; ella miraba el horizonte durante 10 minutos y se acostaba en el césped, donde se dormía. Esa tarde la puesta de sol la iluminaba de forma muy bella y mi lápiz sólo quería dibujarla. Sus facciones eran preciosas con esa luz y tan fáciles de dibujar…. Perdida en el sombreado de su pelo, no me di cuenta de que me estaba mirando. En ese momento reaccioné y le dije “disculpa, pero no pude resistirme…” mi cara se tornó roja, lo sentía porque me ardían las mejillas, ella no dijo nada, únicamente se levantó, se acercó y me preguntó que si lo podía mirar, obviamente le dije que sí, pues era ella la del papel. Se sentó a mi lado y lo tomó entre sus manos “¡Es precioso! ¿Puedo llevármelo?” “….¡Claro! después de todo eres tú quien aparece ahí” e inmediatamente me dio las gracias, recogió sus cosas y se fue, despidiéndose, como siempre, de mí.
Los días siguientes me pedía que la dibujara, pero despierta, quería ver mi cara porque decía que me ponía muy seria. Yo sólo sonreía y comenzaba a dibujarla. La dibujaba sentada, de pie, tumbada, mirando al cielo, mirando al horizonte, mirándome… El último día de junio, me preguntó si yo tenía alguna especie de estudio, quería ver mis otros trabajos. Yo le dije que sí, que se presentara en él al día siguiente. Le di mi dirección y su dibujo y nos fuimos, cada una por su lado.
Hoy ha venido. Es julio. La ventana de mi estudio está abierta y una brisa entra a la estancia. El sol comienza a dar paso a la luna y se pierde entre naranjas y rojos, colándose detrás de las montañas. Mi caballete, con un lienzo a medio pintar está frente a la ventana y el sofá donde descanso se sitúa al otro lado. No hay nadie en casa. Todo se encuentra en silencio y comienza a estar en penumbra.
No sé cómo llegamos a esto, pero ella está lamiendo mi cuello, mientras sus manos tocan mis caderas y una de ellas comienza a tocar mi entrepierna. Me pierdo en la suavidad de su lengua y pequeños gemidos salen de mi boca. Siento su agitada respiración sobre mi cuello, su aliento acaricia mi piel y me excito más. Su mano roza mi sexo una y otra vez, incrementando mi excitación. Siento la humedad de él sin tener que tocarme. Sin darme tiempo a pensar, desabrocha mi pantalón y cuela su mano más traviesa por él, por debajo de mi braguita y juega con mi clítoris. No puedo mantenerme de pie y me arrastra hasta el sofá. Me tumba en él. Me quita el pantalón y las bragas y abre mis piernas. Lo último que veo, antes de que mis ojos se cierren es su cabeza hundida entre mis piernas. No puedo ver nada más. No sé qué me hace, pero me encanta, sólo siento mover su lengua increíblemente y sus dedos penetrarme una y otra vez. El silencio desaparece entre mis gemidos cada vez más intensos. Mis caderas se mueven al ritmo de sus dedos. Sonidos húmedos recorren mi estudio y hacen compañía a mis gemidos. Me falta el aire a veces, pero no me importa, sólo quiero que siga, que no pare de hacer lo que me hace. Ella se niega a parar. Me vuelvo loca, mi cuerpo empapado en sudor es acariciado por la leve brisa que por la ventana se cuela. Me aferro con fuerza al reposabrazos del sofá, mi espalda se arquea, un grito sale de mi garganta….
Noto el toque de una mano acariciar mi rostro y abro los ojos. Mi respiración aún permanece agitada. La veo sonreír y yo también sonrío. Le pregunto que en qué momento llegamos a esto, ella me pregunta que si realmente no lo sabía y responde de inmediato “Dijiste que hacía calor. Viniste a mi lado y me acariciaste el cuello despacio, mientras lo mirabas y me decías que no me moviera. Luego abriste la ventana. El aire acarició tu pelo y desabotonaste dos o tres botones de tu camisa dejando tu cuello al descubierto, después sólo sé que lo estaba lamiendo…” La miré, ella me miró. Nos besamos y después recogió sus cosas y se fue, dejándome desnuda en el sofá. Yo me vestí, apagué la luz de mi estudio, lo cerré y me fui.
Al día siguiente ella regresó a mi estudio. Se aproximó al sofá y se desnudó. Luego sonrió mientras decía “Ahora me toca disfrutar a mí” No sé si esto será todos los días, sólo sé que no quiero dejar de tener sexo con ella….