Un mundo ideal - Capítulo 20

Hola Bauler@s!

¿Cómo me los trata el nuevo año? espero que bien, con ustedes el final de esta historia llamada Un mundo ideal. Tengo un sentimiento de felicidad al publicar este material porque se lo que ha costado a su autora finalizarla. Espero la disfruten tanto como yo y le dediquen algunas palabras a Utena93.

Besos!

Autor: Utena93

Capítulo 20

Sophie cruzó la puerta decidida, valiente y preparada… imagino que dispuesta a escuchar la peor historia de su vida… seguro que en eso no la defraudaría.

-         Sophie… - me aventuré a decir.

-         ¿Tenemos que hablar? – Dijo enfadada. – Sí, ya sé que tenemos que hablar.

Genial, o se había enterado de todo o se había dado cuenta de que mentía, bueno, en cierto modo me había ahorrado parte del trabajo… ciertamente no sé si es un alivio… Dejé que hablara.

-         Llamé a tu madre este mediodía. No comiste con ella, es más, hace años que ni os veis. ¿Por qué me has mentido? – gritó.

-         Sophie…

-         No Elena, quiero la verdad, nada de excusas o darme largas, nunca me has mentido ¿qué has hecho?

-         Entiendo que estés nerviosa, pero cálmate ¿vale? Todo tiene una explicación.

-         Está bien, te escucho.

No tenía ni idea de por dónde empezar… Sophie estaba ahí de pié con el ceño fruncido y los brazos cruzados bajo su pecho… Decidí empezar con una pregunta:

-         Sophie ¿qué sabes sobre mi pasado?

-         ¿Tu pasado? – pensó  un instante. – Te fuiste de casa de tus padres, empezaste a trabajar como camarera… y poco más.

-         Creo que ya es hora de que me conozcas un poco más. – Suspiré. – Cuando tenía 14 años me enamoré de una chica… pero la cosa se torció y por aquello mis padres me odian, ella me dejó… pero al cabo del tiempo volvimos y ese día le atropelló un coche… o una furgoneta, no me acuerdo bien… ella entró en coma y a mí me dijeron que había muerto, para mí ha estado muerta 11 años.

Sophie quedó muda, no sabía a qué venía aquella historia, pero escuchaba atenta.

-         El día que desaparecí, justo antes de irme, recibí una llamada. Era ella, había despertado del coma pero yo no lo sabía y un mar de recuerdos me inundó, me había echado la culpa de su muerte durante años y resulta que aun vivía… Cuando me recuperé, no conseguía quitármela de la cabeza, el cómo y el por qué de que estuviera viva, era yo quien había vivido engañada… Así que logré ponerme en contacto con ella… y quedamos esta mañana.

-         ¿Me estás diciendo que has quedado con un fantasma de hace 11 años?- preguntó Sophie perpleja.

-         Si. Ella aun me recordaba como la niña de 14 años de la que se enamoró y quiso verme, y yo como una estúpida caí en su juego. La acompañé  casa… y me acosté con ella.

Lo noté, noté como un puñal invisible atravesaba el pecho de Sophie de punta a punta, su piel se volvió blanca para volverse roja de ira casi inmediatamente.

-         ¿Te has acostado con un recuerdo de hace 11 años? – gritó.

-         Si lo he hecho. Pero… - me interrumpió.

-         Es decir, que si ahora vienen todas tus ex, o quien sea, solo porque tienes su recuerdo latente ¿te acostaría con ella? Si, ¡Claro!, ¿Por qué no?

-         ¡Yo la amaba! – me defendí.

-         ¿Y  te has preguntado si la amas ahora? – gritó.

Silencio. Me dejé llevar por un recuerdo… por los sentimientos que tenía hacia ese fantasma… y solo porque Ana se despertó con ese recuerdo. El recuerdo de ambas es falso, ni yo soy la de hace 11 años… ni voy a estar enamorada de ella como entonces, yo si he cambiado.

-         ¿No tienes que decir nada? – preguntó. - ¿Es qué no te importo? Muy bien, ya no volveré a molestar a tus recuerdos.

Se encaminó hacia la puerta.

-         ¡NO! ¡Sophie no te vayas! – supliqué. – No te vayas…

Los ojos se me inundaron de lágrimas… Sophie nunca me había visto llorar.

-         Dame un buen motivo para que no lo haga. – Dijo apenada.

-         Te amo, más que a nadie, que a nada, si me dejas me muero…yo… lo siento me he dejado llevar, pero me has abierto los ojos… Por favor Sophie, déjame demostrarte lo arrepentida que estoy ¡Déjame amarte!

Me arrodillé y bajé  la cabeza… no podía parar de llorar, era inútil pedir perdón ahora… pero no podía hacer otra cosa. Me moría por dentro, sabía que la iba a perder… y me dolía tanto…

-         Levántate. – me ordenó.

Me levanté con miedo… quizás porque esperaba que me cruzara la cara… pero no fue así, alce la vista y encontré unos llorosos ojos verdes… alzó  una mano y me acarició la mejilla…

-         Te perdono, pero… tienes que demostrarme que me amas… esta herida no se curará fácilmente.

-         Te lo prometo. Te lo prometo…

No pude evitarlo, la estreché fuertemente entre mis brazos… y rompió a llorar.

El tiempo pasó rápido desde aquel día… ya habían pasado 5 meses y jamás la había querido tanto. No había secretos, ni mentiras… Solo amor.

Esa noche invité a Cris y Alberto, y a los niños por supuesto, Lucy y el pequeño Paul. La comida fue agradable, incluso con los llantos del recién nacido y me sentía en familia. Estaba en la cocina fregando, mientras Cris y Sophie charlaban en el salón y Alberto jugaba con el pequeño. Lucy entró en la cocina.

-         ¿Qué haces? – preguntó inocente.

-         Fregar los platos, ¿me ayudas? – sonreí.

-         ¡Chí!

-         Oye Lucy, ¿te gustaría jugar a un juego?

-         ¿Qué juego? - preguntó entusiasmada.

-         Yo te voy a dar una cosita pequeñita que no puedes perder y se la tienes que dar a la tía Sophie ¿vale?

-         Mmm… - no estaba convencida.

-         Y la tía Sophie se pondrá muy muy feliz.

-         Bueeeeno. – sonrió.

Le entregué la pequeña caja con el anillo.

-         Es una sorpresa ¿vale? – Le expliqué. – Yo me voy a quedar aquí  tu se lo tienes que dar pero ¡shhh! No le puedes decir que es mío.

La pequeña entusiasmada salió de la cocina y simplemente me dispuse a escuchar.

-         ¡Tita! – gritó la pequeña.

-         Dime.

La niña no respondió.

-         ¿Qué llevas ahí Lucy? – preguntó.

-         Es un secreto.

-         ¿Puedo verlo?

-         Chi.

Abrió sus pequeñas manos para dejar ver una cajita… Me deje caer en el marco de la puerta del salón. Sophie la abrió temblorosa descubriendo un anillo de oro blanco con un pequeño diamante, bastante caro para lo minúsculo que era, y se quedó parada, nerviosa, casi llorando, imaginando lo que vendría a continuación. Alzó la vista e ilusionada me miró a los ojos. Me acerqué lentamente a ella, nerviosa, y me arrodillé. Tomé su mano y el anillo que sostenía en ella.

-         Sophie… - me quedé en blanco. – Eres lo mejor que hay en mi vida, yo… te amo y quiero pasar el resto de mi vida a tu lado. – sonreí. - ¿Quiere usted casarse conmigo?

Se quedo paralizada, ruborizándose a cada segundo… me hizo esperar, para mí, lo que sería una eternidad. Saltó del sofá y me abrazó fuerte mientras lloraba.

-         Si quiero, si quiero, si quiero…

Lo repetía una y otra vez, cada vez más bajo y con la voz más consumida por el llanto. Ese sería el día más feliz de mi vida.

Han pasado 8 años desde que Sophie y yo nos casamos y… ¿Pero qué? ¿Qué es ese ruido? Abro un poco los ojos… entra claridad por la ventana… los abro un poco más y veo un par de piececitos saltando sin parar en la cama. Una pequeña niña rubia de ojos azules salta hasta que se cansa.

-         ¡Mamá no se despierta! – algo enfadada se marcha corriendo y gritando por el pasillo.

Alguien le contesta.

-         Vamos a despertarla juntas ¿vale?

Los pasos se acercan y la pequeña vuelve a subirse en la cama para esta vez zarandearme.

-         ¡Mamá! ¡Despierta! Que hoy es el recital de piano. – gritaba nerviosa.

De pronto la habitación se iluminó por completo.

-         Sophie… - dije aun dormida.

-         Ya es hora de levantarse, o de lo contrario, llegaremos tarde por tu culpa.

-         Vale, vale, me rindo…

La pequeña tiraba de mí impaciente, desayuné y me vestí  a toda prisa impulsada por aquella niña de 6 años.

-         Ya estoy lista. – pude decir por fin.

A la pequeña se le iluminaron los ojos y los abrió de par en par, me cogió de la mano y tiró de mí impaciente, hacia la puerta donde nos esperaba una Sophie realmente preciosa.

-         ¿Preparada para tu primer concierto Ana? – pregunté.- Espero no haber sido una mala profesora.

La pequeña sonrió. Y así nos aventuramos las tres hacía el comienzo de una pequeña artista.

FIN