viernes, 20 de marzo de 2009

Reiniciando la vida - Capítulo 8

Hola a todos!

No estoy segura de si mañana tendré tiempo para postear, así que dejo programada la entrada y de paso el nuevo Puzzle, por lo que esto es una grabación :P

Continuamos esta semana con la historia de Eileen y Katsumi, veamos qué sigue ahora que se revelen algunos secretillos.

Autora: Eli

Capítulo 8: Volver a empezar.

“...Por favor perdóname”. Sus palabras resonaban con fuerza en mi cabeza. Sentía una rabia enorme por todo lo que estaba pasándome, pero no sentía nada en contra de Eileen, es más, sentía que mis sentimientos por ella no habían cambiado en lo más mínimo. Entonces, luego de un momento de silencio dije:

- Eileen –me volví hacia ella.-: necesito que me digas una cosa.
- Si... lo que sea.- una lágrima comenzaba a correr silenciosa por su mejilla.
- Lo que sucedió entre nosotras, en las citas que tuvimos ¿fue real?
- Si, lo fue – respondió ella mirándome fijamente con la mirada llena de tristeza y lágrimas.
- Y cuando me dijiste que yo te gustaba, la otra noche en tu apartamento, ¿de verdad lo sentías?
- Claro que si, te besé porque todo esto es verdad.
- Pero hace un rato dijiste que te daba lo mismo que yo te mirara.
- En ese momento, pero desde el día en la batalla de bandas, comencé conocerte y me di cuenta que eres una gran persona.
- Eso es suficiente para mi.- miré a Eileen con mi único ojo y apreté su mano con suavidad. (mi mano aún estaba entre las suyas).-: Mírame.

Ella levantó la vista, sus ojos lloraban gruesas lágrimas que caían por su cara, su expresión arrepentida me hizo decirle:

- Te perdono, porque veo que lo sientes y porque me has dicho que todo entre nosotras es real.
- Katsumi, debo irme- dijo Antonia interrumpiendo el momento-: va a comenzar la clase y tengo que asegurarme de entrar al mismo tiempo que el profesor, sino me lincharán.
- Gracias por haber venido- dije volviéndome hacia ella para poder mirarla -: lamento que estés involucrada en esto.
- Te veré pronto, cuídate.- y con estas palabras mi amiga salió de la habitación.
Eileen lloraba a mares en ese momento, mientras se iba a sentar a la silla que estaba al otro lado de mi cama.
- No llores- le dije dulcemente, tratando de llegar a ella con mi mano sin enyesar. Ella alargó su mano y tomó la mía tiernamente sin dejar de mirarme llorando, lo más probable era que se sintiera culpable por mi estado. -: esto no es tu culpa.

Nos quedamos en silencio entonces; ella me miraba a la cara de vez en cuando, cuando yo no la miraba, porque a ratos necesitaba cerrar mi ojo izquierdo, sino me agotaba y me dolía la cabeza; cuando ella desviaba la mirada era porque una nueva lágrima corría por su rostro.
Y así se hizo tarde, ya casi era de noche, me atrevería a decir que eran algo así como las siete y media, hora a la que pedían a las visitas que se marcharan pues los enfermos debían comer y descansar.

- Eileen, creo que es hora que te marches- le dije mirándola amorosamente, ella levantó la cabeza mirándome y asintió lentamente -: antes que te vayas, mañana me darán de alta, me gustaría que estuvieras conmigo.
- Claro, aquí estaré- respondió con voz cansada. Entonces se acercó a mi y me besó suavemente en los labios, como no había sucedido desde que nos despidiéramos el viernes anterior en la noche antes del accidente.-: Adiós, te veré mañana.

La observé mientras se marchaba y luego me recosté mirando el techo (o más bien, la porción de techo que podía ver con mi único ojo), pensando en lo que haría cuando me dieran de alta, quería buscar a la culpable de mi condición, vengarme si pudiera, no sólo me había dañado a mi sino que también a mi motocicleta.

Por primera vez desde que desperté en el hospital que pensaba en mi moto, pues mi mente había estado concentrada en acostumbrarse a tener un ojo menos, que considerando las circunstancias era lo único que podía hacer. Recordé que al chocar contra el poste, mi motocicleta se dobló a la mitad como una barra de mantequilla.

“Bueno, de todas formas dudo que me den un permiso para conducir una motocicleta, tuerta y coja. ¡Vaya cosa!” pensé para mi, mientras recordaba el montón de fierros doblados en los que quedó convertida mi bella moto.

Entonces llegó mi cena, apetitosa comida de hospital; dentro de la bandeja había un sobre con mi nombre, lo abrí y saqué un papel que había adentro.

“Cuando te den el alta te traeré conmigo a mi departamento, no puedo permitir que estés sola en tu casa; es lo menos que puedo hacer... no aceptaré un no. Te quiere Eileen.”

Sonreí mientras miraba la nota, la letra ni siquiera era parecida a la que estaba en las notas de amenaza, era ordenada, pero no tanto como las notas; me puse a pensar entonces en que aceptar el ofrecimiento de Eileen era una oportunidad para ella de redimirse, de quitarse el sentimiento de culpa que tenía sobre mi accidente. La imaginé acostada en su cama o tal vez en su sofá, mirando un punto fijo en el techo de su apartamento, sin poder conciliar el sueño, culpándose por mi ojo perdido, y mi pierna coja, pasando en vela largas horas por la noche.

Casi podía verla, escuchando baladas tristes en la radio pensando como reparar el daño que había causado. Detuve mi pensamiento, ¿Creía yo que ella había ocasionado el daño que me aquejaba?, por un momento pensé que si, creí que ella debía pagar por su error, pero luego me llegó otra idea a la cabeza. “Ella no fue quien quiso sacarte del camino la otra noche, ella sólo cometió el error de haber escuchado a su “amiga””. No podía culparla por hacerle caso a una amiga, yo misma lo hubiera hecho si hubiera sido una de mis amigas, quien me sugiriera algo así.

Decidí que Eileen me ofrecía su casa porque quería ayudarme, lo cual me demostraba que ella me quería, que lo sucedido entre nosotras era todo cierto, preferí pensar eso antes de creer que ella lo hacía para sentirse menos culpable.

Cuando llegué a esa conclusión, ya me había terminado la cena y sentí los pasos de las enfermeras afuera, apagando las luces de los cuartos luego de retirar las bandejas de la cena, o al menos eso creí que eran las pisadas. Pocos segundos vi entrar por la puerta a los agentes de la policía por segunda vez en el día.

Rodríguez entró primero acercándose rápidamente a mi cama seguida a los pocos segundos por González.

- Señorita Takashi, buenas noches- saludó la mujer.
- Buenas noches agente.- respondí de inmediato.
- Tenemos novedades sobre el caso, estuvimos en la universidad en la que usted estudia.
- ¿Qué sucedió?- pregunté asustándome un poco.
- Ha habido algunos enfrentamientos entre estudiantes, entre dos grupos específicamente. Tenemos algunas personas arrestadas por hacer desordenes en la vía pública, creemos que la mujer que le envió las amenazas está entre ellas.
- Queremos que la identifiques- dijo entonces González.
- Claro, por supuesto que los ayudaré- dije sorprendida por la noticia.
- El problema es que el hospital no dio autorización para que pudiéramos llevarte a la comisaría esta noche.- siguió González.
- Mañana me darán de alta- dije yo sin pensarlo dos veces.-: Iré con ustedes apenas salga de aquí.
- No será necesario.- dijo Rodríguez sacando de su bolsillo un pequeño aparato que identifiqué como una grabadora, la depositó en mi mesita de noche y dijo -: recordamos que dijiste que nunca pudiste ver a la mujer, sólo escuchaste su voz. Grabamos las voces de todas las detenidas.
- Todo lo que debes hacer es escuchar la grabación.
Rodríguez presionó un botón en el aparato, de inmediato se escuchó la voz de un hombre que dijo el nombre de una de las detenidas y a continuación la detenida habló. Miré a González y negué con la cabeza, no era la voz que buscaba. Así, una y otra vez negué con la cabeza hasta que se terminó la cinta, la mujer que casi me había matado no estaba en la cárcel.
- No es ninguna de las mujeres de la grabación.- dije apesadumbrada.
- Cuando estés recuperada como para regresar a la universidad, por favor llámanos.- dijo Rodríguez entregándome una tarjeta con un número telefónico.
- Y por el momento piensa en quien podría identificar a la mujer.- dijo González.
Un pensamiento pasó por mi cabeza a la velocidad del rayo: “Eileen”. Ella sabía quien era la causante del accidente.
- Sé quien puede- dije sin pensarlo-: es... es...mi... ehm...- dudé en como decirle a Eileen ¿podría llamarla novia o debía decir que era una amiga?-: amiga, Eileen Jonson.
- ¿Dónde podemos localizarla?- preguntó González.
- ¿Algún teléfono?- dijo Rodríguez.

Les di la dirección y el número de teléfono de Eileen, pues si alguien podía aclarar todo esto era ella. Pocos minutos después, los detectives se marcharon; apenas desaparecieron caí en la cuenta que haberles dicho que Eileen conocía a la mujer que buscábamos podía implicarla como cómplice. Maldije entonces el momento en que se me había ocurrido decirle a la policía que Eileen sabía todo.

Traté de calmarme pensando que quizás los detectives no la señalarían como culpable si ella cooperaba a capturar a la responsable de todo esto. Y pensando en eso me dormí en un sueño inquieto que lo único que deseaba era que la noche pasara rápido para poder salir de ahí.

A la mañana siguiente desperté antes de comenzar el bullicio del hospital; me dolía mucho la cabeza y me sentía como si hubiera pasado toda la noche en vela. Quise saber que hora era, pero no había ningún reloj para poder verla; entonces traté de dormirme otra vez, pero no podía estaba demasiado ansiosa como para poder dormirme.

Me quedé ahí mirando al techo (o sólo la mitad de él) hasta que a media mañana llegó Eileen con cara de no haber dormido nada, pero sonriéndome de todas maneras. Al llegar a mi lado, sin decir nada me besó suavemente en la frente.

- Hola ¿cómo estás?- dijo sentándose a mi lado en la cama.
- Bastante ansiosa por irme de aquí- respondí sonriendo.
- ¿Leíste mi nota?- preguntó tomando mi mano entre las suyas.
- Si, te agradezco esto, me siento realmente inútil, aunque para lo que fue el accidente tuve mucha suerte.
- ¿Podemos no hablar del accidente ahora? Por favor- dijo ella bastante afectada por lo que yo había dicho.
- Eileen... – comencé a decir -: esto no es tu culpa ¿ok?
- Si lo es, es mi culpa, si yo no hubiera aceptado llevar a cabo el plan, tú estarías bien- descargó hablando rápido, se estaba guardando todo eso sin decirlo -: no habría perdido el ojo y tu motocicleta no estaría echa añicos y...
- Pero... – dije interrumpiendo -: si hubieras aceptado el plan, nunca nos hubiéramos conocido.
- Es muy alto el precio.- replicó.
- Podré reponerme y estaremos juntas; para mi eso es lo importante.- se hizo silencio entre nosotras, ella seguía sujetando mi mano y la acariciaba suavemente -: Te amo.
Eileen levantó la vista hacia mi con los ojos llenos de lágrimas, pude notar que se sentía en extremo culpable por mi condición.
- No es tu culpa, nada de esto; es culpa de quien me amenazó, la mujer que me sacó del camino, ella es la única culpable de esto.
Dejé que se mantuviera el silencio por unos minutos, cerré mi ojo y apreté mi mano entorno a la de ella. Me gustaba, definitivamente me gustaba mucho. Entonces recordé que había dado su nombre y dirección a la policía:
- Eileen- abrí el ojo y la miré, encontrando su mirada fija en mi-: ¿se ha contactado ya la policía contigo?
- Me llamaron, anoche. Querían que les dijera lo que supiera sobre tu accidente- respondió algo nerviosa-: ¿tu les dijiste que yo sabía algo?
- Si, lo siento mucho- me justifiqué-: es que no podré descansar hasta saber quien me hizo esto.
- Está bien, les he dicho quien fue.
- ¿¡Qué!?- sus palabras me dejaron absolutamente anonadada, yo creía que ella no diría nada a la policía.
- Se los he dicho, porque ella ha desaparecido, no se le ha visto por la universidad desde que ocurrió el accidente... sé que el resto del grupo de los chicos populares saben donde está. He dicho a la policía con quien pueden hablar para encontrarla.
- Yo creía que la policía te iba a tachar de cómplice, temí por ti- dije respirando aliviada al saber que ella estaba cooperando con la justicia.
- Me han prometido ayudarme frente a mi buena disposición.- dijo mostrándose muy tranquila, al menos con respecto a como estaba el martes, el día en que desperté en el hospital.
- ¡Me alegro mucho de escuchar eso!- exclamé.
- Pero de todas formas estoy preocupada...- dijo ella mirando hacia la ventana.
- ¿Por qué?, la policía la va a atrapar y tendrá el castigo que se merece.
- Tengo miedo de que los chicos populares quieran vengarse de mi...- hizo una pausa y añadió-: Temo que quieran vengarse haciéndote daño.
- No lo harán, no creo que tengan el valor.
- Son capaces de muchas cosas, no has visto lo que sucede en la universidad, hay peleas todos los días y la gente de tu bando es la más perjudicada, todos los días hay alguien con alguna clase de herida. Esto es una guerra.- dijo angustiada.
- Yo estaré bien, he sobrevivido a dos accidentes, bastante terribles, que pudieron matarme instantáneamente, pero aquí estoy, puedo moverme, sólo caminar ya es demasiado bueno, no creo que puedan ya dañarme mucho más- le dije muy segura de mi misma.
- ¿Dos accidentes?- preguntó curiosa.
- Si, en Japón, antes de venir a España choqué mi motocicleta, estuve seis meses en el hospital, los doctores dijeron que yo no volvería a caminar, de hecho me dijeron que iba a quedar parapléjica de por vida, afortunadamente, cuando estaba por completar los seis meses en el hospital, comencé a sentir las piernas otra vez y con un poco de tiempo logré a aprender a caminar de nuevo.
- ¡Vaya! Increíble,- Eileen iba a decir algo más cuando entró en la habitación mi doctor. Nos saludó sonriente y se acercó a mi para examinarme.
- Veamos como está tu ojo- dijo tomando una linterna y acercándola a mi ojo perdido.-: abre el párpado lo más que puedas.
Encendió la linterna y miró mi ojo con detenimiento. Luego apagó la linterna y me dijo:
- Está bien, ha cicatrizado muy rápido, ahora déjame ver tu rodilla- dijo acercándose.

Levanté las cobijas de la cama dejando a la vista el parche que cubría la herida en mi rodilla. El doctor lo quitó con cuidado y miró la herida. Con satisfacción me dijo:

- Todo bien, dejaré que te marches hoy.

De inmediato miré a Eileen sonriente.

- ¿Has escuchado? ¡puedo irme!- estaba absolutamente feliz, hubiera saltado de haber podido.
- Te dejaré unas muletas para que camines, pero para irte debes esperar que venga la enfermera con la orden de alta y una silla de ruedas para que salgas del hospital, son políticas internas.- explicó el doctor antes de despedirse y marcharse caminando apresuradamente, de seguro a ver a otro paciente.

Eileen se acercó a mi y sin decir nada comenzó a acariciarme el pelo mirándome con ternura. Le devolví la mirada con mi único ojo y en un susurro le dije:

- Nunca me dejes... Te amo Eileen.
- No te dejaré, nunca.- se sentó a mi lado en la cama y pasó su brazo bajo mi cabeza atrayéndome hacia su regazo. Estuvimos en esa posición por mucho tiempo hasta que entró una enfermera con unas muletas y una hoja de papel; al llegar al lado de mi cama, dejó las muletas apoyadas contra la cama y puso la hoja de papel junto a todo mi expediente médico que descansaba en un gancho a los pies de la cama.
- El doctor firmó su alta, voy a buscar una silla de ruedas y la llevaré a la salida- dijo la enfermera volviendo a colgar mis papeles en el gancho -: por favor busque sus cosas y espéreme, ya regreso.

Siguiendo mis instrucciones, Eileen comenzó a buscar mis cosas, entre ellas un cepillo de dientes y las ropas ensangrentadas que llevaba puestas el día del accidente, al menos las que no quedaron destrozadas. Luego que todo estuvo sobre la cama, ella me miró con una extraña expresión en su rostro.

- ¿Qué sucede?- pregunté preocupada.
- Sólo pensaba...
- ¿Puedo saber en que?- insistí con un dejo de ternura en la voz.
- En que apenas se sepa que te han dado de alta mucha gente en la universidad querrá darte una paliza.- sin duda Eileen había tenido mucho tiempo para pensar en ello.-: ya sabes, mi bando por haber culpado a una de ellos de causar tu accidente y el tuyo... por traicionarlos al salir conmigo.
- No puede ser tan malo... no creo que todo el mundo me odie ¿o si?- traté de entender la rivalidad estúpida que nos había llevado a esta situación.
- Asi es, al menos la mitad de la universidad nos quiere ver denigradas, golpeadas, quizás hasta desterradas... o muertas.

Yo no quería creer eso, no podía pensar que la gente que me acogió tan calidamente a mi llegada desde Japón quisiera ahora causarme la mayor cantidad de daño posible...

Eileen y yo estuvimos en silencio un buen rato, hasta que llegó la enfermera que había venido antes, esta vez con la silla de ruedas. Con ayuda de la enfermera y de Eileen me levanté de la cama para sentarme en la silla acomodando la pierna herida en un soporte especial para que no la doblara.

Eileen tomó mis cosas, las puso en una bolsa y tomó las muletas y nos siguió a la enfermera y a mi hasta la salida del hospital; terminaba para mi parte de un calvario que tan sólo acababa de empezar, aunque en ese momento no sabía lo que vendría.

2 comentarios:

  1. me parece que escribes la mar de bien...espero que continues escrivirndo esta historia tan bien como lo has echo asta aora =)

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  2. Esta bien la historia, aunque no se me da la impresión q esa guerra entre los universitarios mas bien se daría en E.U no en España.

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