martes, 18 de octubre de 2022

El Pacto Cap. 26 Distanciamiento.


   Hola!! ha pasado mucho tiempo y espero que todo vaya de maravilla para las personas que aún nos siguen en los escasos movimientos de la página. El pacto se encuentra en la recta final después de tantos años, subidas y bajadas de parte mía. Pero no quiero dejar este dramita sin terminar. Les dejo el capítulo y gracias a las personitas por sus comentarios :) 


El Pacto Cap. 26   Distanciamiento.

 

   El fotógrafo de chismes que captó la escena en el yate de Helena Andreakis había burlado de forma eficiente a los guardias que recelaban ese lugar al fallar el motor por diez minutos. Tiempo suficiente en el que fotógrafo logró colarse hasta el punto idóneo y con una lente de gran alcance capturó una imagen inequívoca. Diego Leonti y Helena Andreakis sostenían un encuentro romántico en la propiedad de la rica heredera.

“Helena Andreakis y Diego Leonti son los sucesores de sus imperios familiares. La pareja del siglo sostiene un tórrido romance disfrutando de un atardecer frente al mar.”

   Jessie casi devolvía nuevamente lo poco que su estómago acababa de recibir. Entre las dos imágenes que se presentaban, la primera no sabía cuando la habían tomado pero estaba completamente de la segunda. Esa fotografía es del día de ayer. Ella recordaba claramente que Sara y Diego se encontraban charlando fuera durante todo el día. Lo que no esperaba era una fotografía con Diego y Sara besándose. Jessie se encontraba hipnotizada por la imagen. Sara en un bañador mostrando su esbelta figura mientras su mano izquierda sujetaba la nuca de Diego y la mano derecha de Diego posada sobre su suave muslo mientras sus dedos alcanzaban la cara interna de su rodilla. La primera imagen había sido captada mucho antes y los mostraba caminando sujetos de la mano mientras diego llevaba unos pantalones cortos y una bolsa de compras de alguna tienda de ropa. Sara llevaba un entallado pantalón corto y sandalias de piel. Una blusa a cuadros con los hombros descubiertos, lentes oscuros y el cabello sujeto en una cola alta.

  Jessie abrió las páginas de sociales más concurridas y todas ellas estaban enalteciendo la calidad de pareja que hacían esos dos. A los ojos desconocidos, todos sabían que Helena tenía una faceta de vida con juegos y algunas excentricidades, pero no podían decir más al respecto. Leonti por otra parte tenía mucho tras de sí; su carisma y simpatía era muy conocida por las damas de alta sociedad y no tan alta. No se podía decir que era un rey de corazones, ya que su encanto se transformaba en los negocios, donde los hombres quedaban fascinados con su aplomo y asertividad comercial. Era un empresario que tenía altos intereses y podía realizar cosas que para muchos serían muy difíciles de lograr en el tiempo en que él las realizaba. Amado por las mujeres y por los hombres de diferente forma y quizá no tan diferente para otros, Diego Leontí era conocido como el as de corazones. Helena Andreakis por otra parte no podía decirse que fuese una cazafortunas, ya que su emporio era uno de los cinco más reconocidos en todo el país, “Una pareja hecha a la medida”, escribió un último medio más. El fotógrafo que había conseguido las dos imágenes seguramente tendría mucho dinero en los bolsillos en este preciso instante.

 

   El teléfono sonó y escuchó a María responder.  El lenguaje era en griego por lo que no entendía una pizca. María tomó el ascensor y llegó a la planta alta, donde Jessie la escuchó caminar por el pasillo y dirigirse a la habitación de Sara por lo que corrió silenciosamente a la puerta y entreabrió. Dos golpes se escucharon en la puerta de al lado y la voz adormilada dentro de la habitación respondió. María entró y cerró la habitación y Jessie no pudo escuchar más.

   Eran pasadas las diez cuando Sara por fin bajó de su habitación. Su pelo desordenado y su silueta cobijada por una amplia pijama fue suficiente para complementar su mirada. La mirada triste de ojos verdes había desaparecido. En su lugar se encontraba una divertida y pícara mientras se acercaba a ella lentamente y sonriendo.

- ¿Larga noche? Te ves más cansada de lo habitual – susurró mientras se sentaba frente a ella con el rostro apoyado sobre su mano derecha.

- No, sólo algunas molestias…matutinas – comentó Jessie indirectamente y sin entender el sin sabor que tenía en la boca en esos momentos.

- Oh…si, tengo entendido que dan muchas molestias en esa etapa – comentó Sara con voz comprensiva mientras María le servía solo fruta y agua.

- ¿Sólo comerás eso? – preguntó Jessie con la mirada confundida al ver el pobre platillo de Sara.

- Mmm – respondió mientras daba un bocado pequeño – Diego vendrá para llevarme a comer, no es conveniente tener mucho en el estómago.

- Lo he leído en las noticias – le siguió Jessie – la prensa se ha vuelto loca con esas fotos.

- ¿Oh si? – sonrió Sara – he llegado a la conclusión de que nos vemos bien los dos juntos – su sonrisa se hizo más grande mientras parecía recordar algo. Sus mejillas se tiñeron brevemente de rojo y la boca de Jessie dejó de permanecer cerrada para intentar balbucear algo que nunca se escuchó – Bueno, iré a ducharme, que tengas un excelente día Jessie – le dijo mientras le mandaba un beso volado y le dejaba sola en el comedor.

   Jessie le miró alejarse y André le preguntó si deseaba más fruta antes de retirar el platillo de Sara. Ella negó con la cabeza mientras le daba las gracias y bebió lentamente el jugo antes de salir corriendo hacia el baño más cercano. André y María tenían una mirada anhelante y estaban decididos a dar todo su soporte y atención a ese ser no nacido. Todavía era muy pronto, pero estaban seguros de que llegaría con bien.

   El día avanzó con tranquilidad a pesar de las noticias antes reveladas y la prensa no paraba de llamar al número de la familia Andreakis, por lo que Sara utilizaba su línea personal y la casa tenía el número principal desconectado y funcionaba con el segundo para casos importantes. El reloj le indicó a Jessie que Julieta llegaría en un rato más. Sara arribó a casa en ese preciso instante tras haber pasado algún rato con Diego en algún lugar de la ciudad.

- ¿Todo bien? – preguntó Sara con una sonrisa en el rostro.

- Si, todo bien. Sólo estoy…un poco nerviosa – respondió Jessie tratando de sonreír. Sara y sus padres eran una cosa, pero no la misma que Julieta Nelson.

   Julieta y su forma provocativa de caminar. Esas sensuales curvas que seducían a todo ser viviente a su paso. Su cuerpo mismo incitaba al pecado y ella sabía perfectamente que no era ajena a ese sentimiento. Atracción y deseo habían iniciado su relación evolucionando a algo más profundo de su parte. Ella le había perdonado una infidelidad también y ese detalle creciendo en su interior había ocurrido antes de regresar a su relación. Jessie dio un suspiro antes de sonreír.

- Pasará lo que deba pasar y no habrá forma de evitarlo.

   Sara movió la cabeza confirmando sus palabras y le comentó que iría a cambiarse. La castaña asintió y esperó pero Sara no apareció más, sólo recibió un mensaje en donde le decía que le llamara si algo ocurría.

 

   Julieta Nelson llegó puntual a la cita. El olor de su suave perfume inundó los sentidos de Jessie rápidamente. El cuerpo tiene memoria, por lo que no le era difícil asimilar el olor de Julieta con muchos factores y placeres.

- He esperado mucho para verte – le dijo la rubia nada más entrar - ¿dónde te habías metido? ¿qué fue eso tan urgente que no podía retrasarse más?

- Es algo difícil de tratar – susurró Jessie antes de dejar un suspiro - ¿quieres algo de beber?

- No realmente – respondió Julieta – pero si agradecería que no habláramos aquí donde tengo la impresión que las paredes oyen – continuó mientras daba una mirada a su alrededor – Caminemos por allí – le dijo al fin mientras le dedicaba una de sus sonrisas que Jessie amaba.

 

   Jessie y Julieta empezaron a caminar alrededor del jardín y Sara las observaba por la ventana.

Su largo cabello rubio había empezado a oscurecerse y era debido a la influencia de la luna de nueva cuenta. Cada ciclo lunar, Hypnos podía comunicarse con ella en detalles que desconocía pero que ocurrían. Intentó ignorar ese detalle mientras sentía que algo estaba fuera de lugar. En algún momento el semblante de Julieta cambió y su rostro se volvió sombrío. Jessie intentaba tomarle de la mano pero Julieta respondió rechazándola y llevándose ambas manos al rostro.

- ¿Esto es una venganza? – musitó con la voz desencajada – es por lo de la boda ¿cierto? ¡No superaste lo de ese momento y ahora te estás burlando de mí! – gritó mientras Jessie trataba de responder.

- No es así, fue un error y no hay otra explicación para lo que ha sucedido…yo…yo quería hablar primero con mis…

- ¡Cierra la boca Jessie! – estalló por fin Julieta – cierra la boca y mejor dime qué vas a hacer al respecto.

- ¿Qué quieres decir?

- Sabes bien que no me opongo a la idea de hijos nuestros pero no de esta manera – el rostro de Julieta estaba en ese momento con una expresión distante y los ojos con una frialdad reflejada en su voz – No quiero compartirte con alguien de esta forma. Me niego rotundamente a aceptar esta jodida situación.

-  No estoy dispuesta a perderlo – respondió Jessie con la voz serena – sea como haya ocurrido, este pequeño no tiene la culpa.

- Entonces, te has decidido a cambiarme por ese desconocido.

- Sabes perfectamente que no es así.

- Es lo que parece Jessie. Tú y yo acabamos de iniciar esta relación de nueva cuenta y esa cosa debe desaparecer lo más pronto posible.

- No es ninguna cosa Julieta – Jessie permaneció con una actitud estoica mientras miraba fijamente a la rubia y las lágrimas asomaban a sus ojos – es mi hijo y estoy segura que lo querré tanto como no imaginas – terminó mientras alzaba la barbilla.

- ¿Qué estupideces es…? – su oración se detuvo al notar la presencia de Sara acercándose – oh, el perro guardián se decidió a aparecer…

- Hay algunas personas que no tienen el mínimo sentido de decoro y de conciencia. Te recuerdo que esta es mi casa – respondió Sara mientras una mueca de burla aparecía en sus labios – y el único perro que no pertenece aquí, eres tú. Así que hazme el favor de largarte, antes de solicitar que te saquen de aquí.

 

   Julieta resopló y se decidió a salir del lugar no sin antes dejarle claro a Jessie lo que pasaba en su cabeza por ese momento.

- Dejaré que lo pienses un poco más. No es tan difícil decidir si quieres tenerme – susurró por lo bajo y se marchó.

 

   Jessie se mesó el cabello mientras lloraba por fin. Se había controlado lo suficiente para no dejar que Julieta la mirase en ese estado.

 

- Lo has hecho bien – le dijo Sara mientras le tomaba por los hombros y la acariciaba – No tienes nada que temer. Todo estará bien, Jessie.

- No quiero perderla – balbuceó Jessie – pero tampoco quiero perderlo a él.

- No tienes que hacerlo – Sara sabía que esta era la única oportunidad que tenía – puedes pedirle tiempo y si no deseas cuidarlo yo me haré cargo.

- ¿Qué…qué quieres decir? – Jessie miró su propio rostro confundido en esos ojos verdes.

- Puedo hacerme cargo de él cuando nazca Jessie. Si decides no verlo crecer, lo adoptaré como mío y será reconocido como un Andreakis. Lo cuidaré y protegeré como si fuera…no. Será mi hijo si decides que no será tuyo.

 

   Jessie se mordió los labios de vergüenza. Julieta Nelson, la mujer con la que había soñado un futuro estaba allí pidiéndole abortar y Sara Helena Andreakis le ofrecía todo lo contrario.

- No sabes cuanto…- respondió Jessie por fin – no sabes cuanto me habría gustado que fueras tú, la persona que…

- Calla… - Sara cortó todo intento de habla - no es necesario que escuche cosas que son inútiles en este momento. Necesitas descansar.

 

   Sara llevó a Jessie a su habitación y tras haberla consolado un rato más, Jessie se quedó dormida. La chica de los ojos verdes abandonó ese cuarto y se dirigió al suyo. Su apacible rostro se mostraba contrariado.

“Una importante decisión, Andreakis – la voz de Momo sonó en su cabeza – sólo nos resta esperar un poco más.”

 

  

   Una habitación desordenada. Cristales rotos y objetos destrozados se observaban por doquier. En la cama también desordenada se encontraba una figura de mujer. Sus largas y esbeltas piernas se encontraban desnudas mientras su cabello y maquillaje se habían arruinado.

- Jessie…tú no puedes hacerme esto…¿quién te crees que soy?

 

   La mirada azul se posó nuevamente en el teléfono y un número de contacto pero desistió y lo lanzó fuera de su alcance.

- Tú no puedes hacerme esto… murmuró nuevamente antes de que su cerebro nublado por el alcohol la desconectase.