sábado, 27 de noviembre de 2021

El pacto. Cap 25. Decisiones.

Hola!!

Estando en la recta final de esta historia por fin .  Es un viaje por muchos años, donde tuve bajas y altas y en los cuales el trabajo, la vida y demás me hizo despegar de todo lo que era parte de este mundo. Antes de la muerte de mis discos duros y la pérdida de mi portátil, la historia era algo diferente y con un final que no difiere mucho de éste. Reconstruir la historia me ha dado dolores de cabeza pero ha sido algo divertido. Los que han seguido esto por tantos años, gracias!!! 

 

Cap 25. Decisiones


   Los viñedos tenían una apariencia fenomenal. Sara recordaba perfectamente la imagen en sus recuerdos. Los años habían dado algunas modificaciones a los alrededores pero mantenían la añoranza habitual.

“Sigo preguntándome que hacemos aquí”

- Deja de quejarte Momo. No tengo nada que hacer en casa. A esa hora seguramente los Robinson estarán desgreñándose de la felicidad o quizá retando a Jessie más de lo que deben. Desearía estar allí…

“Eres muy débil Andreakis. Me impresiona saber cómo has sobrevivido.”

- No seas tan cínico. Tú y yo sabemos que es gracias a tu ayuda.

   Una risa retumbó en el pensamiento de Sara. No pudo evitar recordar el día en que casi perecía. Alzó la vista mientras miraba los alrededores.

“¿Te has arrepentido de haber venido?”

- Puedes apostarlo – Sara dió media vuelta para regresar a su auto y salir de allí. Esperó noticias de Jessie tras llegar a casa, pero ninguna llegó. Tras ducharse se dirigió al bar, donde se sirvió un poco de Vodka. Se sentó mientras bebía por sorbos. Abrió su teléfono para hablar con Diego. Colgó un rato mientras pensaba en su hermano. El día que Stéphanos fue salvado por Momo fue también el fatídico día en que Nicos murió. Muchas personas dijeron que quizá el instinto le dijo que algo había pasado y le dio ese infarto fulminante. Tras su fallecimiento, Kafka se hizo cargo de todos los trámites pertinentes. El problema que tenía ahora era como reconocer al Stéphanos por nacer como un miembro de la familia.

   - Momo.

“¿Qué ocurre, Andreakis?”

- Tengo la duda de cómo hacer que el “otro” Jamie desaparezca para justificar el registro de Stéphanos.

“Creo que será más fácil si simplemente dejas avanzar las cosas y eres paciente. Jessie sabe que su hijo es un Andreakis. Puedes ofrecerle un acuerdo de registro. Dudo que Julieta Nelson acepte que Jessie haya pasado noches de pasión con un hombre cuando ella la cortejaba, su orgullo quedará crispado.”

 

   Sara asintió lentamente mientras daba un sorbo más y vaciaba el vaso. Se dirigió a su habitación y tras cepillarse los dientes se acostó a dormir. Momo abandonó una vez más su cuerpo para trasladarse al pendiente cuando notó que estaba dormida, ignorando que tras quedarse inactivo los sueños de Sara le habían llevado a otro lugar.

   La habitación era la de sus tiempos como estudiante en la Universidad. Sara pudo ver a Jessie en su versión más joven durmiendo. Su corazón dio un vuelco tras la escena porque sabía que ella era la persona que Jessie abrazaba mientras dormía.

- Bonita escena ¿verdad?

- Tan hermosa que me dan ganas de llorar.

- Me alegra que seamos sinceros el uno con el otro.

   Sara miró a este ser siendo completamente desinhibido mostrándole cosas que eran tan suyas y atesoradas. Era tan cínico que tenía ganas de matarlo.

- Me temo que eso no funcionaría – la risa escapó de sus labios cuando Sara se dio cuenta de que podía leer sus pensamientos – Hoy estamos en una etapa que deseas con todo tu corazón.

- Es una escena que ha estado en mi corazón muchos años – Sara no podía recordar cuanto había deseado que esta persona fuese suya – pero…

- Algunas escenas están destinadas a ser solo eso, Helena. Las ilusiones y las realidades muy pocas veces convergen. Muchos caminos son cruce y otras deseos paralelos de líneas intangibles.

   Sara abrió la boca para refutarlo pero ninguna palabra escapó de sus labios. Si dejaba ir a Jessie a un lugar donde Momo no la encontrase al momento de nacer Stéphanos, ellos dos estarían bien.

- No es suficiente – sonó la voz de Hypnos – Hará que lo busques de forma tal que tú no puedas detenerlo.

- Me estás pidiendo morir – soltó por fin ella tras mirarlo largo rato.

- Es la única forma en que se logre detener este ciclo sin fin. El siguiente stéphanos dejará de ser él apenas pise este mundo. Momo cada vez busca que sus portadores sean más jóvenes. Tú eres únicamente su contenedor alternativo porque son un caso inusitado. Se permitía morir a Stéphanos porque eran dos.

   Sara dio vueltas mientras analizaba las cosas. En su mente pasaron todos los Andreakis que había visto en sus recuerdos. Hypnos no se equivocaba. Cada nueva posesión era más joven por el deseo de Momo, de estar “vivo” más tiempo.

- ¿Por qué simplemente no se lo dicen a Momo cada vez que se reúnen en la noche de luna llena?”

- Momo cree que mentimos. Después de todo fue desterrado por los dioses.

- De toda forma no hay manera de impedirlo. El trato se dio por todas las generaciones que venían desde que el primer Andreakis intercedió por su hijo. Además ¿Por qué Nicos y Stéphanos eran ellos mismos aún con Momo en su interior?

   Hypnos sonrió mientras se acercaba a Sara. La miró con intensidad y chasqueó la lengua mientras un aire perverso asomaba en su rostro.

- ¿Todavía no comprendes cómo trabaja Momo? ¿Acaso no hay días en los que estás sin su influencia? Si hay algo diferente entre ustedes entonces sólo hay una explicación. Es increíble que esa cabecita tan buena para los esquemas no pueda ver algo tan fácil – La blanca sonrisa de Hypnos se hizo más grande mientras veía la misma reacción en los ojos de Sara, ahora tan abiertos en su sorprendido rostro. Una chispa brilló en el interior de aquellos orbes.

- Cada…cada contrato es…cada contrato es diferente…

- Bingo – respondió Hypnos de forma rara mientras hacía un gesto tan anticuado como su frase - ¿Cuál crees que sea la diferencia entre ellos y tú?

- Yo…Yo no quería morir…así que lo llamé…

- Tú misma te pusiste ese contrato. Momo sólo fingió aceptar tu petición porque tus condiciones le beneficiaban desde un inicio y te serviste en bandeja de plata. Nicos falló en el momento en que deseó quedarse con el sentimiento por tu madre y perdió todos sus recuerdos. Stéphanos es el único que no ha fallado. Su única condición era mantenerte a salvo. Cómo era un niño, nunca supo lo que era el amor carnal ni el deseo por mujer alguna. En su corazón de niño, su único amor era el filial, el amor que profesaba por su hermana.

- Entonces…cómo es que tú…cómo es que tú puedes ocupar mi cuerpo y mente cuando hice el contrato únicamente con Momo?

- Oh eso es algo más sencillo. Un Dios puede manipular ciertas cosas, pero la capacidad de ocupar un cuerpo humano es algo bastante ilógico, no es como si nosotros pudiéramos estar “dentro” de ti, puesto que nuestra presencia pura transformaría tu cuerpo impuro. Es sólo un poco de energía, después de todo nosotros no tenemos un cuerpo como los humanos.

- Entonces cómo es que Momo… Él no está en mi cuerpo...

- Nunca lo ha estado – sonrió Hypnos – a veces hasta un dios puede ser lo suficientemente estúpido para pensar que sobreviviría dentro de un medallón. Su energía es la que fluye en ti y le da la impresión de “vivir”. Recuerda que el mismo te ha brindado poco a poco la cantidad de energía que necesitaste para curar esas horrendas heridas y volver a caminar. Poseer un cuerpo y transformar nuestra apariencia son dos cosas diferentes. Hora de regresar, pequeña Helena.

- Espera…todavía hay cosas que…

   Sara abrió los ojos de forma pausada y con torpeza. Llevaba una semana sin dormir bien y no entendía el motivo. Miró su reloj en el teléfono. Eran las dos de la mañana y tenía varios mensajes entrantes,

- Sólo quiero dormir unas horas más… Sara cerró los ojos rápidamente para sumergirse en un sueño sin preocupaciones. A su lado, el medallón brilló una vez más.

 

 

   Jessie regresó esa noche. La anterior carga que tenía en su corazón había desaparecido tras hablar con sus padres. El único impedimento que ellos tenían en cuanto a las relaciones de su hija era la posibilidad de nunca ser abuelos, cosa que había cambiado tras la visita inesperada de su hija. Jessie se sentía mucho más relajada pero sabía que debía enfrentar a Julieta tarde o temprano. Sus pensamientos se detuvieron lentamente tras mirar a Sara dormida en un sillón junto a la ventana.

  Las pestañas rubias de Sara se encontraban iluminadas por el reflejo del sol. Sus cejas se fruncían constantemente. Estaba soñando algo no muy agradable. Jessie se acercó a ella con seguridad. En los días que habían pasado juntas en la universidad le había visto muchos episodios como ese. Colocó su dedo índice acompañado del dedo medio y empezó a frotar despacio entre sus cejas. Su dedo anular quedó colocado sobre las pestañas de Sara, que continuaban moviéndose de forma rápida provocando un cosquilleo en su mano. Jessie la retiró instintivamente y contempló el rostro de Sara con las cejas aún fruncidas. Su mirada recorrió plenamente ese rostro que conocía a la perfección. Los verdes ojos estaban ocultos tras esos párpados cerrados. Los labios entreabiertos le hicieron recordar el beso que había ocurrido en días anteriores.

   Ella sabía de los sentimientos que Sara tenía desde hace muchos años, pero nunca pensó en ellos de la misma forma. Quizá si en su vida no existiese Julieta, la probabilidad de haber terminado juntas sería alta pero no podía ver a Sara más que alguien con quién estar y confiar. Sara era la amiga que toda persona quería tener.  Jessie la cubrió con la chaqueta que tenía puesta antes de dirigirse a su habitación. Le envió un mensaje de texto a Julieta donde le pedía encontrarse en determinado lugar y procedió a tomar un baño antes de acostarse a dormir.

   Al salir de la regadera escuchó a alguien en el pasillo y supuso que Sara golpearía a su puerta para devolverle la chaqueta pero eso nunca ocurrió. Sólo al siguiente día Jessie notó que la chaqueta estaba en el respaldo del sillón, pero de Sara Helena Andreakis no había rastro alguno. La heredera había dejado una nota a María acerca de tener un día sin atender llamadas ni compromisos. María se lo había comunicado personalmente a Jessie después de encontrarla en la habitación de Sara.

 

“Estos días has estado muy extraña, Andreakis”

- Ni yo sé qué me ocurre, Momo. Dime ¿no has sentido tu vida vacía y carente de sentido alguna vez? – preguntó en su mente mientras bebía un sorbo de café y miraba por el balcón – Me siento fuera de lugar y época. Cómo si mi vida fuese un sueño borroso e imposible de recordar.

“Las emociones humanas son algo especial. Si hay algo con lo que no te sientes a gusto, es normal estar frustrado y no buscar muchas respuestas erróneas a lo que ocurre.”

   La voz de Elton John se escuchó en ese café. Sara conocía muy bien la canción: “Sacrifice”. Sintió una nostalgia recorrer su cuerpo mientras solicitaba algo para acompañar ese café – maldita mercadotecnia – murmuró.

   Su recorrido la llevó a los hoteles que continuaban en remodelación, revisó desde los centros de spa hasta los gimnasios con la idea de regresar en una semana más adelante.  Diego Leonti se reunió con ella más tarde mientras charlaban de los movimientos hechos por Kafka en la defensa de Sara. Ella recordó un evento crucial en ese momento.

- Diego…

- ¿Qué ocurre? – preguntó el mientras despegaba sus labios del café negro que bebía.

- Me ha dado curiosidad, el evento en el cuál Momo estuvo contigo unos días sin el broche.

- Eso en verdad fue de pánico – contestó el - no quiero experimentar una cosa como esa en mi vida nuevamente.

- Umh – asintió ella – pero tengo la impresión de que él puede estar en cualquier lugar si se lo propone y no necesariamente porque seas muy cercano a mí.

- ¿Eso no sería totalmente catastrófico? – preguntó Diego con la mirada confundida- ir de aquí para allá sería muy tenebroso.

- Es un dios, no hay necesidad de ser tan escéptico de sus capacidades – contestó ella mientras sentía la presencia de Momo mucho más opresiva.

   Diego Leonti se retiró una hora más tarde tras hablar con Sara de algunas cosas para una recepción en su mansión. La familia Leonti quería dejar clara la sucesión de Diego y desde luego esperaban la presencia de Sara. Sus padres siempre habían querido una alianza matrimonial entre ambas familias pero nunca se había concretado. Ambos sabían que eran perfectos como amigos pero incompatibles como pareja. Eso no quitaba que de realizarse, Sara y diego se darían tanta libertad sexual como fuese necesario.

   Sara sopesó las cuentas. Posiblemente esa sería una mejor opción a su evento desafortunado de un amor no correspondido.  Sara regresó a su mansión mucho más tarde. El servicio de limpieza que tenía a su cargo la limpieza del lugar se retiraba eficiente a sus complejos antes de su llegada y Jessie daba vueltas en la sala mientras esperaba pacientemente. Nunca en su vida había estado tan intranquila esperándola.

   La puerta principal se abrió dejando ver a una Sara con el cabello ligeramente revuelto por la brisa vespertina, sostenía una bebida en sus manos mientras hablaba por teléfono. La miró y saludó con una sonrisa. Jessie le sonrió de la misma manera pero antes de que pudiera decir algo más Sara le dio un beso en la mejilla y continuó su camino sin mirar atrás. Los castaños ojos de Jessie siguieron su figura mientras subía las escaleras y desaparecía en el pasillo rumbo a su habitación.  En todos sus años de vida, era la primera vez que Sara la dejaba confundida sin poder expresar una sola palabra.

 

   La noche llegó para Sara en su habitación. Había tomado un baño relajante y revisado sus mensajes y archivos pendientes. La ventaja de tener su propia máquina de café aliviaba el hecho de que María no estaba con ella los fines de semana y mucho menos corría el riesgo de morir por abrasión con sus cafés hirvientes. La llamada de Diego Leonti llegó en ese momento. Sara miró el reloj que marcaba las diez de la noche. Salió de la habitación y bajó las escaleras para buscar algo con que acompañar su café. Se había saltado la cena, así que también convendría comer un emparedado o algo así. Su avance por el pasillo junto con una risa divertida no pasó desapercibida para Jessie que tampoco podía dormir. La actitud de Sara era tan extraña que incluso había cenado sola porque ella permanecía encerrada en su habitación. Jessie tomó su bata y bajó decidida tras ella.

- Ya te lo he dicho Diego, piensa en las ventajas de nuestra relación - La voz de Sara llegó franca y fuerte a los oídos de Jessie que la había alcanzado en la cocina – apuesto a que tu madre estaría satisfecha con saber las noticias y yo…yo detendría por fin esta vida carente de sentido…

   Jessie se detuvo en la entrada de la cocina ¿relación? ¿madre? ¿qué noticia?

- De acuerdo. Te veré mañana.

   Sara colgó el teléfono mientras tarareaba una canción que Jessie no reconoció.  Jessie reunió el valor que le quedaba y apareció tras ella.

- Hola Jessie  - la blanca sonrisa de Sara le recibió tras notar su presencia – tampoco puedes dormir – le afirmó – estoy en la misma situación con tantas cosas qué pensar…

- Ya veo – contestó Jessie con la voz baja.

- ¿Y qué ves? – el rostro de Sara estaba justo frente a ella – no me parece que estés mirándome en este momento – la blanca dentadura mostró una sonrisa de nueva cuenta. Un zumbido a su costado les hizo voltear. La tetera estaba lista. Sara preparó dos tés y le ofreció uno.

   En los alrededores algunos ladridos se hicieron presentes. Los perros guardianes que recorrían el perímetro de la residencia debían estar haciendo su rondín rutinario.

- Diego Leonti…

- ¿Mm? ¿Qué pasa con él? – preguntó Sara mientras bajaba su té y la miraba.

- Te escuché hablar con él minutos antes – dijo por fin – ¿tienes asuntos pendientes con él?

   Sara la miró pensó antes de responder. No parecía incómoda, pero a Jessie se le hizo una imagen poco usual. La Sara que conocía siempre respondía sin pensar mucho, porque estaba siempre segura de lo que iba a decir. La Sara de ahora se mostraba un poco cautelosa con su pensar.

- Diego y yo…estamos en planes de profundizar nuestra relación amistosa – sonó la voz de Sara en forma lenta.

- ¿Profundizar su relación amistosa? – preguntó Jessie con una sonrisa en los labios. La amistad ya era demasiado profunda entre ellos, de qué forma podía hacerse más estrecha.

- Te enterarás mañana – contestó Sara mientras continuaba bebiendo - ¿Cómo te fue con tus padres?

   Los ojos de Jessie se hicieron más grandes antes de que una sonrisa floreciera en sus labios. Sara se mordió el interior de los suyos para no levantarse en ese mismo instante y besarla. Se reprimió mentalmente mientras suprimía ese instinto estúpido que saltaba en los momentos menos oportunos.

- Mis padres están contentos con la situación. Sara voy a ser sincera contigo.  Estos días con ese familiar tuyo dieron situaciones que no estaba por experimentar en mi sano juicio.

- ¿Situaciones? – preguntó Sara fingiendo no entenderla.

- Si. Como ya sabes mis padres aceptaban mis preferencias en cierto grado pero siempre quisieron un nieto de mi parte, así que…

- ¿Nieto? ¿Acaso estás…?

Un rubor asomó a las mejillas de Jessie mientras soltaba un suspiro hondo y una sonrisa cálida asomaba a su rostro satisfecho.

- Si, Sara. Voy a ser madre.

   Sara dejó la taza de té en la mesa. Su expresión asombrada no era fingida, era causada por la felicidad que embargaba a la persona frente a sí. Sara pensó que la imagen feliz de Jessie con la noticia de ser madre

 era una escena que valía cada minuto de su existencia. Sólo entonces recordó que no todo sería miel sobre hojuelas en esta situación.

- Ya veo. Muchas felicidades, Jessie – la voz emocionada de Sara hizo que todo frente a Jessie cambiara en ese momento. Ella no tenía dudas de que Sara estaría feliz por ella, pero escucharlo despertó en ella emociones bastante profundas. - ¿Ella lo sabe?

   El silencio que siguió le dio a Sara la respuesta a lo que rondaba la mente de Jessie. Una cosa eran sus padres y otra era Julieta. Julieta Nelson no estaría tan contenta. Dio un sorbo más a su bebida antes de continuar.

- Tarde o temprano tendrá que saberlo. Es hora de ir a la sala, pequeña Jessie.

   Jessie alzó la mirada en ese momento. Sara parecía una persona más lejana y cercana a la vez. Le ayudó a subir las escaleras y su trato fue de sumo cuidado. No le vio enfadarse, ni preguntar más de lo necesario. Le acompañó a la habitación y tras asegurarse de que se había acostado, cerró la puerta para retirarse.

- Son mis hormonas – susurró Jessie sintiendo algo inusual en su interior.

 

   La mañana del domingo el servicio de aseo continuó sus labores tal y como se acostumbraba.  Jessie despertó más tarde de lo acostumbrado y con el estómago hecho una locura. Después de deja parte de su estómago y consumir algo de agua miró el reloj. Era casi mediodía.  La risa divertida de Sara llegó a sus oídos y miró por la ventana reconociendo al hombre que le acompañaba. Diego Leonti. Parecían charlar sobre algo importante pero las bebidas que tenían entre manos era algo que estaba de sobra.

   Bostezó y decidió bajar a probar algo de alimentos. Lo necesitaba aunque no lo quisiera. Le envió un mensaje a Julieta mientras daba un bocado a un panecillo con mantequilla mientras no entendía como algo tan delicioso no le había interesado antes. Miró las fresas y el jamón junto con otros bocadillos que eran su consumo habitual volviéndose nada apetitosos. Dio un suspiro y entendió. El ser en su interior amaba las cosas dulces y nada saludables.

 

Sara despidió a Diego más tarde. Habían pasado muchas horas juntos. La hora de la comida incluso fue reservada para él. Jessie sólo pudo hablar con Sara a la hora del té para comunicarle que Julieta llegaría de visita el lunes por la tarde.

- Me quedaré en la tarde, por si hace falta.

   Jessie quiso decirle que no era necesario pero la mirada de Sara le hizo entender que no confiaba en lo que pasaría de no estar presente. Asintió y las dos charlaron de cosas más agradables hasta la hora de la cena. María llegó rato después, sirviéndoles una taza de café que Jessie miró mientras sonreía. Sara le comunicó las buenas nuevas a María quien se mostró sorprendida al igual que André, quién servía los bocadillos en ese momento. La pareja de ancianos pareció intercambiar miradas de complicidad en ese momento y se despidieron con una sonrisa. Jessie los miró confundida pero Sara respondió en ese momento.

- Ellos saben que es un Andreakis el responsable. No tienes de que preocuparte de ellos. Su discreción es absoluta.

- Apuesto a que guardan muchos secretos.

- Más de los que puedes imaginar – respondió Sara mientras daba un sorbo al café y miraba su teléfono. Una sonrisa apareció en sus labios, desconcertando a Jessie.

- ¿Algo interesante? – preguntó.

- Bastante – contestó Sara mientras la miraba – algunas veces nuestras decisiones dan vuelcos inesperados.

 

   Jessie asintió mientras tenía la sensación de que algo grande se aproximaba. Una sensación de alerta pero no sabía porqué. La respuesta llegó al día siguiente en forma de fotografía enviada por su amiga bella. Tomada a la distancia, una fotografía de Sara y Diego sujetos de la mano por las calles de Sidney en la mañana del día anterior.