domingo, 9 de agosto de 2020

El Pacto Cap. 24 La luz al final del túnel.

 

“El tiempo que podemos medir, es irónicamente eterno y también es imposible saber cuándo inició o terminará. El tiempo en nuestra mente es imposible de medir, muchas veces termina y otras se pone en pausa. Es por ello que el reloj en nuestra mente se mueve otra vez en los momentos menos esperados.”

 

Cap. 23 La luz al final del túnel.

 

- ¿Qué dijo? – Preguntó una Jessie confundida.

- Dije que su prueba de gonadotropina coriónica salió positiva señorita Robinson. Felicidades, está usted embarazada.

   Jessie salió del consultorio médico sintiéndose con un nudo en la garganta, una opresión en el pecho y ganas de llorar. Pensó en lo bien que se encontraba su relación con Julieta en esos momentos y lo bien que Jamie había aceptado dejar esto en el pasado y desaparecer para siempre.

- ¿Qué voy a hacer ahora?

 

   Durante los días pasados, Sara notó a Jessie más rara de lo habitual. Los días pasados dormía de más y presentaba dolor de cuerpo. Se levantaba con unas náuseas terribles y Sara fingió preocuparse por ella y la envió a hacerse análisis clínicos. Estos días Jessie se encerraba por muchas horas en su habitación mientras terminaba los últimos detalles en colaboración con Becca tras recibir los diseños enviados por el par de innombrables. Comía más sano y había declinado la oferta de Julieta de ir al bar esa noche.

   Sara miró algunos empaques de gomitas que nunca había visto en la vida en la mesa de la sala mientras se dirigía a la cocina por agua. Su sorpresa mayúscula fue encontrar a Jessie comiendo un bocadillo a medianoche en el lugar.

- ¿Noche larga?- preguntó.

- Puedes jurarlo – sonrió y Sara sintió que alguien le daba un bofetón – tengo que terminar los últimos detalles de los trabajos de los chicos – dio un bocado más.

- Suelen ponerse un poco pesados los fines de semana – bebió un sorbo mientras la miraba comer. Jessie siempre le parecía tan hermosa. No importaba la forma en la cuál se viese, para Sara no había persona más hermosa que la misma Jessie devorando un emparedado en la cocina de su casa. Sara podía imaginarse la escena de un pequeño Stéphanos correteando en el futuro alrededor de la mesa. Dio un suspiro para alejar esas imágenes. Sabía bien que era algo imposible. Conocía tan bien a Jessie que sabía se iría del lugar tan pronto terminara ese trabajo.

- ¿Qué haces levantada a esta hora? – le preguntó ella sacándola de su mundo imaginario.

- Estaba revisando algunas propuestas que me han llegado por correo. Algunas son interesantes pero me temo que las he declinado todas. Varias empresas la pasarán mal un tiempo en lo que se recuperan del error de sus directores y presidentes – sonrió – ¿Tienes algo qué hacer mañana?

- Estoy llena de trabajo y este fin de semana debo…viajar a Melbourne a ver a mis padres… - Sara notó el pequeño silencio que se hizo entre las dos.

- ¿Ocurre algo? – preguntó fingiendo ignorancia.

- Es algo complicado de explicarte…pero prometo que te lo contaré cuando regrese de casa de mis padres – esta vez la sonrisa fue amplia y sincera.

 

   Sara sonrió a su vez mientras bebía el agua que se había servido. Acompañó un rato más a Jessie en la cocina antes de retirarse a su cuarto.

 

Creo que ha tomado una decisión, Andreakis – sonó la voz de Momo en su interior – no parece estar muy contrariada del hecho”

- Espero que tengas razón Momo, nada me incomodaría más que tener que lidiar con el tema de que lo perdiese…

   Sara cerró los ojos y mientras dormía, Momo se apagó para descansar dentro de su colgante ignorante de los sucesos que se desarrollaron en su ausencia.

 

   Un extraño paisaje se presentó en los sueños de Sara, sus ojos alcanzaban a ver una congregación de gente bebiendo y bailando entre sí.

- Es un bonito paisaje ¿cierto? – sonó una voz tras de sí. Sara dio un respingo antes de volver la vista hacia donde la voz venía. Era un hombre de tez clara, ojos y cabellos oscuros. Tenía un semblante algo burlón y bastante divertido.

- ¿Qué es este lugar? – preguntó ella.

- Es el escenario que he creado para ti. Nada de lo que ves, es real. Sólo quería algo que te hiciera sentir cómoda – sonrió nuevamente – voy a contarte una historia Helena – se acomodó en una silla que apareció de la nada – toma asiento por favor.

- ¿Una historia? – preguntó ella. Ese era el sueño más raro que haya tenido nunca. El hombre aquel no le respondió en absoluto.

- Demasiado tiempo ha pasado, pero todo empezó el día en que cierto hermanastro mío fue expulsado del Olimpo. Su desconfianza hacia los humanos ha existido siempre, pero al estar en el mundo mortal, el miedo de los dioses a desaparecer fue causando la muerte y matanza entre ellos mismos. Ese hermano desconfiado al haber sido desterrado, miraba a grandes dioses morir y desaparecer, ser olvidado es la forma de morir de un Dios, pero mientras haya uno solo que lo recuerde y venere permanecerá con vida. Actualmente como sabes, Afrodita y Ares lideran las cosas bajo lo que los humanos llaman “belleza” y el deseo de “conquista”. Un dios puede ser conocido con diferentes nombres para evitar ser “olvidado” y también dependiendo de los festejos y acciones que tomen los humanos en su día diario. Este hermano mío, se enfrascó en la idea de que los humanos fingen sus acciones para lograr lo que quieren y no niego que tiene algo de verdad pero como bien sabes, no aplica en todo mundo.

   Tras mirar que la mayoría de dioses desaparecían. Este hermano encontró a un hombre suplicante por la vida de su hijo menor que moría lentamente tras finalizar una de las tantas batallas que existían. Entonces un pacto nació entre ellos. El dios, curaría sus mortales heridas y evitaría que muriera, pero a cambio, cada generación de descendientes debería continuar alabándolo. Si esto no se hacía, la generación entera moriría y la familia así como su estirpe con ella. Los dos llegaron a un acuerdo pero cometieron un error en sus cálculos, ya que ese hermano mío no es muy inteligente. Hay dioses que no pueden morir y ese pacto, desafió a dos dioses implicados directamente. Cronos, quién tenía los tiempos del mortal y Hades, que lo tenía en su lista de recién llegados – sonrió burlescamente – en castigo, Cronos y Hades usaron su mismo poder e influencia para crear ese contenedor para “el rey Momo” – una carcajada escapó a sus labios – Fue tan estúpido para creer que podía morir cuando existen tantas formas de sus representaciones. Fiestas, bailes, cantos, actuaciones y demás.

- Entonces tú…

- No, no te confundas, yo sólo vine a ver que hacía mi hermano mayor. En realidad no fui yo quién impuso el castigo pero estoy bastante cansado de que este tonto hermano mío cada determinado tiempo me dé el mismo dolor de cabeza haciéndome venir al mundo mortal en compañía de mi hermano. Nada encantador ¿verdad? – sonrió. El mundo mortal al fin y al cabo es manipulable mientras más piense la gente en ello. Dime, Helena – se acercó hacia ella – ¿no te gustaría volver atrás? Al tiempo en el que tú y Stéphanos jugaban alegremente en el jardín. Al tiempo en el queél se encontraba con vida.

- Si yo hiciera eso – ella sonrió con amargura – Stéphanos seguiría muriendo dentro de poco tiempo porque es un evento que no podría detener. Nicos no tenía piedad por mí y por dos meses estuve en otra de sus fincas sin comunicación con él. No hay forma de evitar que mi hermano muera en mi niñez.

- Helena, Helena; mi dulce Helena ¿quién dijo que el tiempo que se puede regresar necesita ser exactamente el tuyo? – sonrió burlonamente

- ¿Qué quieres decir? – preguntó con intriga.

- Tal cuál suena, Helena. Como sabes, Momo está fuera de tu cuerpo en este momento, necesita conservar parte de su energía mientras el pequeño cuerpo crece. Cuando nazca, Momo buscará el momento propicio para trasladarse allí y será mortal.

- Pero Stéphanos…

- Morirá en el momento en que un dios tome su cuerpo. Al final regresará a las manos de mi hermano, pero Momo se saldrá con la suya y no hay forma en que podamos permitirlo.

- ¿Por qué me estás contando esto a mí? – preguntó ella - ¿Qué beneficio hay para ti con qué yo sepa toda ésta historia?

- El que tú rompas ese pacto. Sólo entonces tu familia será libre, generación tras generación.

- Tú mismo has dicho que si lo traiciono mi familia perecerá – respondió tras recordar la historia.

- Helena, Helena. He contado esta historia a cada poseedor de la maldición de Momo. Pensé que eras más inteligente. Tienes que pensar cómo deseas que se rompa este pacto sin dañar a ninguna de las partes. Desafortunadamente yo no puedo darte la respuesta porque así estaría interviniendo en forma demasiado directa. Cada noche serás libre de pensarlo y llegar a una solución. Te daré quince días. Decide qué hacer con ese tiempo y no te preocupes porque Momo se entere, cada vez que despiertes no recordarás tu resolución ni esta conversación.

   Sara despertó al siguiente día con ojeras muy grandes y no sabía porqué pero lo atribuyó al hecho de haber visto a Jessie muy contenta y ella sabiendo el motivo de todos sus cambios.

   Su día avanzó cuando el par de innombrables aparecieron para la presentación final del proyecto. Sara lo aprobó. El trabajo había sido desgastante y Jessie se tomó ese día para quedarse a descansar. Dormía mucho.

 

   Sara la encontró dormida en la parte cubierta del jardín. Su rostro tranquilo y el pelo ondeante en forma ligera por el aire del mar. Era una imagen irresistible para empezar la tarde en ese lugar. El pequeño lunar que decoraba su boca y los labios entreabiertos. Sara sintió su pecho estremecerse, su respiración hacerse más rápida y caliente, el sonido sordo de sus latidos golpeando en sus oídos y de pronto el silencio absoluto rodeándola en ese momento.

   Se acercó con lentitud hasta ella Jessie e inconscientemente la besó. Capturó suavemente su labio superior tras lamerlo despacio desde su interior. Jessie abrió los ojos en ese momento para encontrarse con la cara de Sara frente a sí. Miró su rostro alejarse y abrir despacio los ojos. Había algo distinto en ella. Algo que Jessie no podía describir. Sara tenía una mirada bastante seria y segura. La Sara que controlaba los negocios estaba frente a sí. La Sara dulce y gentil que siempre estaba con ella no existía en esos momentos. Lo que tenía frente a sí, era un depredador.

- ¿Qué…?

- Era una oportunidad que no iba a desperdiciar en lo que me resta de vida, Jessie Robinson – río Sara antes de ir al interior de la casa.

 

   Julieta Nelson se encontraba revisando algunos documentos en su oficina cuando un aire frío recorrió su cuerpo. Tenía algunos días con la sensación de que algo no iba bien pero todo aparentaba estar con normalidad. La normalidad era lo que más le asustaba. Se incorporó para mirar por la ventana.

   Su teléfono celular empezó a vibrar en ese momento. Miró quién era antes de dejar escapar un suspiro. Desde que había reiniciado su relación con Jessie, ya no le encontraba interés a salir con alguna de las chicas con quienes lo hacía regularmente. Algunas intentaban el chantaje pero Julieta sabía perfectamente que no dejaba evidencias, puesto que todos los sitios eran seleccionados por ella. No había manera de que alguien filtrara algún video comprometedor.

   Ignoró de nuevo el sonido de su teléfono y se concentró en los papeles frente a sí.  Un mensaje apareciendo llamó su atención.

   Julieta leyó y releyó el mensaje varias veces. Una de sus amigas más cercanas había visto a Jessie salir del consultorio ginecológico. Se quedó pensativa unos minutos. Eso no era tan raro después de todo, ella también tenía chequeos de ese tipo de vez en cuando, nada fuera de lo común. Volvió a concentrarse en el trabajo mientras cierta espinita seguía torturando su mente en lo que finalizaba el día.

   Por la noche, Julieta recibió la llamada que esperaba de Jessie. Sabía muy bien que al día siguiente iría a casa a ver a sus padres y se había preparado para acompañarla por si lo requería pero Jessie jamás le mencionó sobre ello. Se despidió tras una conversación breve comentándole que al fin habían terminado el proyecto y después de una frase cariñosa, la chica al otro lado de la línea, colgó. La rara sensación que había tenido toda la tarde, regresó impidiéndole dormir.

 

   En otro lado, Sara dormía nuevamente cuando el mismo personaje apareció frente a sí. Vestía ahora una túnica blanca y sandalias mientras recorrían caminos polvorosos.

- ¿Qué estamos haciendo aquí? – preguntó ella.

- Hoy sólo vamos a un lugar especial – le respondió el – tengo entendido que quizá hayas estado en este lugar.

   Sara dirigió la mirada hacia los campos que se extendían a lo lejos.

- Es el viñedo de mi padre. Estuve aquí cuando niña.

- Exactamente – sonrió el hombre aquel mientras caminaban.  Sara pudo notar que todo lo que hacían no era visible a los ojos de las demás personas.

- ¿Por qué nadie puede vernos?

- Porque son tus recuerdos, Helena. Recuerdos que guardaste celosamente en tu corazón y los olvidaste en algún momento. Sólo me estoy encargando de devolvértelos.

- ¿Por qué harías algo como esto? – preguntó ella mientras observaba su pequeño yo recorriendo los viñedos en compañía de alguien más – Stéphanos…

- Sencillo. Porque aquí hay algo que me interesa que recuerdes.

   Sara siguió a los dos hermanos mientras aquél hombre se quedaba atrás. El niño caminando delante de ella tenía la cara tostada por el sol y había un detalle más en particular, su cabello no era oscuro, era de un rubio tal como el suyo. Tenía pecas en el rostro y le faltaba un diente. Esto lo había notado cuando el soplo del viento le quitó el sombrero que le protegía la cara del sol.

- Espérame…- se quejó la Sara pequeña mientras caminaba tras él.

- Tienes que caminar más rápido, se nos hace tarde y mamá María nos va a preparar un pastel.

- Pero estoy cansada – susurró la voz de la Sara niña.

   Stéphanos se detuvo y caminó hacia ella mientras le tendía la mano.

- Entonces toma mi mano. Asi aunque estés cansada tendrás que seguir y si de verdad no puedes más, yo te cargaré.

- Tú no puedes… - dijo la niña en voz más baja.

- ¿Por qué no? – le preguntó el pequeño rubio.

- Porque tienes sangre en los pies…- señaló la niña mientras le miraba los pies sucios y con manchas de sangre.

- Pero es por mi culpa…

   Sara miró entonces los pies de la pequeña. Tenía puestos unos zapatos grandes para sus pies, mientras en la mano sostenía los suyos que se habían roto. Una lágrima surcó su mejilla tras recordar la calidez de Stéphanos.

- Yo haría lo que fuera por ti, soy tu hermano mayor y mi deber es protegerte – señaló el chico mientras se señalaba con su pulgar derecho.

   Sara repitió la última frase con una sonrisa en el rostro. Un niño de siete años larguirucho y flaco diciendo palabras tan grandes y funcionó. La Sara pequeña corrió hacia él mientras juntos avanzaban de regreso a casa. Si, ese día ellos cumplían siete años. Mamá María de toda forma les regalaría un nuevo par de zapatos a cada uno de ellos.

   Al abrir los ojos en aquella mañana. Sara buscó afanosamente todas las fotos de Stéphanos sin saber porqué. Momo la veía armar una colección de todas ellas sin entender lo que pasaba.

“¿Qué ocurre, Andreakis?”

- Hoy desperté con la necesidad de recordar a mi hermano – Sara sonrió – Momo ¿crees que cuando regrese a este mundo, me recuerde?

“Eso no lo sé. Será muy pequeño para preguntarle ¿no te parece?

- Si – asintió ella – La ansiedad me está matando… - susurró.

 

   Momo se quedó en silencio una vez más mientras Sara se dedicaba a revisar las fotografías aprovechando la ausencia de Jessie.

 

   Jessie por otra parte estaría una semana fuera debido a la visita que haría a sus padres. Tomó el vuelo con tranquilidad tras avisarle a sus padres su llegada días atrás. Había tenido muchos días llenos de ansiedad pero hoy se encontraba más tranquila. Primero debía darle la noticia a sus padres y segundo debía hablar con Sara. Su mayor preocupación era Julieta. Las cosas iban demasiado bien entre ellas y habían acordado mucho antes el detalle de adoptar o concebir bajo inseminación pero esta jugada del destino había sido antes de lo planeado.

   No quería perderlo. Era suyo después de todo y se había hecho la idea en esa semana de imaginarse las escenas. Curiosamente en su mente se imaginó comprando ropa de bebé. Lo raro era que quién la acompañaba en esas tiendas era Sara. La razón era más simple de lo que parecía. A Sara la derretían los niños y los bebés y Julieta no era muy afín a ellos.

   Usaría esa semana para pensar, no lo veía tan mal y seguro encontraba una solución a todo ello. Decidió no estresarse por ello y después de ello corrió al baño más cercano. Esas náuseas matutinas la estaban matando.