viernes, 28 de febrero de 2014

Extraños en la noche - Capítulo 7

Hola Bauler@s!

Estoy bastante contenta porque han vuelto dos de mis series preferidas, por supuesto una de ellas es Rizzoli & Isles, así que para celebrar paso a dejarles el siguiente capítulo de Extraños en la noche. Espero que lo disfruten y dejen muchos comentarios a nuestra autora invitada, Isles.



Extraños en la noche
Autora: Isles

Capítulo 7

A/N: Perdonen la demora con este capítulo. Intentaré retomar el ritmo que tenía antes con las actualizaciones. Había estado enferma durante días (que por fin ya estoy casi recuperada al 100% ) y una perdida de un familiar que me afectó bastante. Pero estoy de regreso y escribir me ayuda bastante. Este capítulo es algo lento pero necesitaba escribirse, lo cual hice con Likke Li- I follow Rivers en repeat sin parar. Y bue! cap cap.



            Maura Isles emergió del elevador con pasos largos y firmes. En una de sus manos sostenía una carpeta amarilla con los resultados que había solicitado el detective Frost. Era la primera vez que vería a la morena después del intercambio caluroso que habían tenido el viernes.

            –Doctora Isles –la  llamó Korsak desde su escritorio al notar que la mujer caminó por su lado, dirigida al escritorio enfrente de él.
            –Buenas tardes, Korsak –saludó, mirando de reojo el escritorio desocupado de Frost–. ¿Dónde está Frost?
            –Salió con Jane para hacer el arresto.

            En ese instante Maura lanzó una mirada hacia el escritorio de la detective y de inmediato sintió una corriente de alivio correr por su cuerpo. No había visto ni escuchado de la morena durante todo el fin de semana y estaba muy agradecida por ello.

            –¿Eso es para nosotros?
            –Sí. Frost lo solicitó. –Caminó hasta el escritorio de Frost y dejó la carpeta sobre él–. Regresaré a la morgue. –Sonrió levemente al ver que el hombre hacía lo mismo. 
            –Espere, doctora. –Korsak se levantó de su asiento, se acomodó la corbata y aclaró la garganta–. Queríamos saber si el viernes dijimos algo que la pudo haber ofendido. Frost está un poco preocupado también.
            Maura permaneció inmóvil por varios segundos. ¿Acaso Jane no había regresado con sus compañeros?

            –¿Jane no regresó? –preguntó en voz alta y sintió impulsos de cubrirse la boca con sus manos al darse cuenta que había dicho aquellas palabras en voz alta. Pero sus brazos permanecieron al lado de su cuerpo.

            El detective ladeó la cabeza, observando a la mujer cuidadosamente.

            –No, no volvimos a ver a Jane esa noche. Sí se tomó el tiempo para mandarnos un mensaje diciendo que se había tenido que ir, pero eso fue casi una hora después de que saliera detrás de ti.
            –Ya veo… –Sintió un poco de culpa al no haberse despedido de los hombres, ni siquiera les había avisado con un mensaje. Pero en era lo último en su cabeza en aquel momento;  hasta había olvidado, mientras estaba con Jane en el aparcamiento, de dónde se encontraban–. Siento no haberles avisado de mi partida, Korsak. Fue completamente inesperado y no…
            –No te preocupes, doc.
            –No dijeron nada que me haya ofendido, la pasé muy bien con ustedes.
            –Frost estará mucho más tranquilo entonces. –Soltó una carcajada y Maura lo miró extrañada–. Es que lo podía molestar un poco, y ahora que ya sabrá que no hizo nada, pues… tendré que buscar algo más para joderlo.

            Maura rio y siguió caminando hacia las escaleras para bajar a la morgue.

            –Esto es una mina de oro –decía Jane mientras se ponía los guantes para revisar la evidencia que habían encontrado en la casa del hombre que iban a arrestar–. Es un hombre muy metódico.
            –Hasta ahora ha estado un paso enfrente de nosotros –dijo Frost sin despegar su mirada de los varios cuchillos que habían encontrado–. Sabía que vendríamos por él, aunque parece que no le dio tiempo a llevarse todo.
            –Al menos ya tenemos una identificación. –Se quitó los guantes, exhalando con fuerza–. No encontraremos nada aquí,  todo está reluciente, ni siquiera una huella dactilar.
            –Aquí tampoco. Llamaré al equipo forense para que lleven todo al lab como evidencia, tal vez puedan encontrar algo.
            Jane subió las escaleras del sótano y se dirigió directamente hasta la salida. Varios policías estaban revisando el área y hablando con los vecinos.
            –Ya están en camino. Santiago se ocupará del resto.
            –¿El novato?
            Frost asintió.
            –No hay un cuerpo, creo que se puede ocupar de embolsar la evidencia. 
            Jane rio y Frost cerró los ojos, consciente que lo que seguiría a la risa de su compañera sería algún comentario de burla hacia él.  
            –¿Acaso has tomado otro pupilo? –dijo con tono burlón.
            –Deberías intentarlo alguna vez. Y no es un pupilo.

            –Frost. –Ángela llamó al hombre y le entregó su pedido–. Janie.
            Jane observó por varios segundos el vaso de café y el sándwich. Sus labios se fruncieron y miró a su madre en busca de alguna explicación.
            –También pedí una hamburguesa –protestó.
            Frost le hizo una mueca burlona antes de pasar de largo y sentarse en una  mesa para comer su almuerzo.
            –Lo sé –replicó la mujer.
            –Sí, ¿dónde está entonces? Porque la última vez que chequé un sándwich no es una hamburguesa.
            –Oh… me habré confundido cuando tomé tu pedido.
            Jane se mordió el labio al ver que su madre apenas podía contener la sonrisa.
            –¿No me das mi hamburguesa pero me das dos cafés? –Agarró uno e iba a tomar un sorbo cuando Ángela se lo quitó de repente, casi derramándolo–. ¿¡Pero qué te pasa hoy!?
            –Eso no es tuyo, es para Maura.

            La morena olvidó toda la frustración que sentía hacia su madre en aquel momento. Con solo escuchar el nombre de Maura era suficiente para que su mente quedara en blanco. Segundos después de su confusión inicial, giró su cuerpo y su mirada estudió cada rincón de la cafetería, buscando a la rubia. No la encontró.

            –Ma, Maura no está aquí.
            –Eso lo sé también. Es para que se lo lleves.
            –¿Qué? –preguntó alarmada y comenzó a sentirte nerviosa sin razón alguna.
            –Lo que escuchaste, Jane. Un café con dos azúcares y una crema. ¡Ha! –Le dio la espalda a su hija y agarró una ensalada de tuna–. Y esto.
            –¿Ma, para qué me estás dando esto a mí?

            Ángela se quitó el delantal, metió la ensalada de Maura en una bolsa de papel, agarró el café y siguió a su hija hasta una esquina lejos de las mesas y los demás policías que comían. Jane miró alrededor, aliviada al notar que todos seguían con sus asuntos.

            –¿Siquiera has pensando en cómo te disculparás con ella? Tuviste todo el fin de semana para hacerlo –susurró para que nadie más la escuchara.
            –Ma… Las cosas entre Maura y yo son asuntos míos, no tuyos.
            –Solo intento ayudarte. –Acercó la bolsa de papel y observó cómo Jane la miró por varios segundos antes de agarrarla y darse la vuelta, saliendo del lugar apresurada. Ángela cruzó los brazos con una sonrisa satisfecha en los labios. Misión cumplida, por hoy.

            Jane intentaba sostener la bolsa a su cuerpo para que no cayera al suelo y en sus manos sostenía los vasos de café. El botón del elevador lo tuvo que oprimir con el dedo meñique, lo cual casi provoca que derramara uno de los cafés. Cuando las puertas del elevador se abrieron en el piso de la morgue, no se movió con la mirada en blanco. Solo reaccionó cuando las puertas comenzaron a cerrarse otra vez.

            “Solo tienes que entregarle el almuerzo… Eso es todo. Entra y sal” pensaba, caminando lo más lento posible.

            Parecía que los criminalistas y los técnicos de laboratorio seguían recogiendo evidencia en la casa del sospechoso, el resto debía estar almorzando.

            “¿Habrá salido también?” –Miró alrededor. La morgue estaba tranquila, algo que siempre le ha producido escalofríos. No era que sintiera miedo, simplemente prefería un poco de movimiento, ruido, y no esta tranquilidad inquietante que reinaba ahora en la morgue. Cuando llegó a la puerta de la oficina se detuvo e hizo una mueca con los labios al notar que no podría tocar con las manos ocupadas como las tenía.
            –Doctora Isles –llamó y esperó por alguna respuesta.
            Silencio fue lo único que recibió.
            –Doct… –cerró la boca al escuchar el clic de la puerta y esperó a que fuera abierta. El corazón le latía de una forma descontrolada y las piernas se le debilitaron. La boca se le secó en cuestión de segundos, y pestañó rápidamente hasta que se encontró con los ojos claros de Maura. El mundo se detuvo a su alrededor.
            –Detective–. Le dio la espalda y caminó de vuelta al escritorio–. ¿Con qué la puedo ayudar? –preguntó una vez que se había sentado.
            Jane había permanecido boquiabierta en la entrada. Maura había dejado la puerta abierta, así que tomó eso como una invitación y entró, cerrando la puerta detrás de ella con el pie.
            –Ma, digo, Ángela, te ha mandado esto. –Colocó la bolsa enfrente de Maura y sacó su sándwich antes de deslizarla hacia ella–. También este café.
            Maura asomó su cabeza en la bolsa y sonrió.
            –No había almorzado. Me aseguraré de darle las gracias cuando vuelva a verla.  
            –Maura. –Dejó el vaso de café que sostenía a un lado y se sentó en una de las sillas que tenía la forense disponible para las visitas.

            Maura inspiró con un poco de fuerza al escuchar su nombre. Volvió a cerrar la bolsa con la ensalada, cruzó las piernas y bebió un sorbo del café, manteniendo su mirada fija sobre el rostro de la detective.

            –¿Qué le he dicho sobre referirse hacia mí con…
            –Lo siento, Maura. –La interrumpió.
            –Creo que no…
            –No me estoy disculpando por llamarte “Maura”, puedo llamarte doctora Isles, Isles, Reina, como desees. –Pausó para pasar su mano por su cabello alborotado–. Me disculpo por mis acciones, por lo que te hice hace meses atrás. Quiero comenzar de nuevo, conocerte. Empezar desde cero.
            Intentaba leer la expresión de Maura pero no conseguía nada; era imposible de leer.

            Maura ladeó la cabeza un poco, estudiando cada movimiento nervioso de la morena, cada mirada, cada movimiento de sus dedos, y cada suspiro que escapaba de sus labios siempre que pensaba que daba con otra pared.

            –Detective… –¿Cómo decirle que no tenía ningún interés en repetir la misma historia?
            –Fui una estúpida, Maura. No soy esa persona que conociste, yo… Yo no te haría algo así, no te dejaría sintiéndote como una… –Tragó en seco, incapaz de repetir las palabras que Maura había dicho noches atrás–. Sé que soy muy poco para ti, pero te pido que me des una oportunidad. Quiero ser tu amiga, quiero conocerte de verdad.

            La mirada y las palabras desesperadas de Jane la conmovieron por un instante. Solo eso.

            El silencio se estaba comiendo a Jane por dentro, la estaba enloqueciendo con cada segundo que transcurría entre ellas. Cada vez se hacía más grande y era como si estuviera robando todo su oxígeno. Si un minuto más pasaba así, estaba segura que iba a explotar; la desesperación la iba a consumiendo. Maura había agarrado el vaso de café entre sus dos manos y había tomado varios sorbos con una calma desesperante; como si estuviera disgustando cada sorbo con el mismo escrutinio con la que repasaba las palabras de Jane en su cabeza.

            –¿Por qué debería darle otra oportunidad, para mi amistad, claro está? –dijo entonces.
            –Porque soy mejor que esto, Maura. Soy mejor que la imagen que te dejé de mí.
            –Detective yo no…
            Un toque en la puerta la interrumpió. Maura descruzó sus piernas y se levantó aclarando la garganta. Al abrir la puerta se encontró con su criminalista Susie que sostenía entre sus dos manos varias carpetas.
            –Perdón, no quería interrumpir.
            –Nunca interrumpes, Susie. ¿Esto es todo lo que te pedí? –preguntó, tomando el bulto de carpetas de la mujer y caminó de regreso hasta el escritorio para dejarlas sobre él. Susie la siguió y saludó con un gesto de la mano a la detective que aún permanecía sentada y que saludó de igual forma.
            –Es la mitad, aún estoy organizando el resto. Y ahora con toda la evidencia que ha llegado al laboratorio… está un poco ajetreado.
            –¿Evidencia? –miró a la detective y luego a la criminalista.
            –Sí, recién acaba de llegar y aún no llega todo.
            –Gracias por avisarme Susie. Deja lo que te pedí para después, la nueva evidencia es prioridad.
            –Sí, doctora. –Se marchó después de indicarle varias cosas en una de las carpetas.
            Maura permaneció de pie delante de las carpetas, y al lado de la silla donde Jane estaba sentada, observándola.
            –Te iba a decir sobre la evidencia…
            –Lo primero que debió decirme fue sobre esa evidencia… –Se mordió el labio furiosa consigo misma, ¿qué pensaría Susie de ella? Era la jefa y no estaba al tanto de lo que estaba ocurriendo en su propio departamento.  
            –Susie no pensará mal de ti por no saber –dijo Jane como si pudiera escuchar sus pensamientos, e inconscientemente colocó su mano sobre el brazo de la rubia.

            Maura, que estaba cabizbaja con sus manos apoyadas sobre el borde de su escritorio, levantó la cabeza lentamente, lo suficiente para mirar de reojo a los ojos de Jane y luego, muy lentamente, guiar la mirada hasta la mano que envolvía su antebrazo. Cuando Jane siguió la mirada de Maura y cayó en cuenta de lo que había hecho, alejó la mano con una velocidad sorprendente; como si hubiera tocado algo caliente. ¿Por qué siempre que daba un paso hacia adelante con la mujer, entonces hacía algo que la mandaba dos hacia atrás? No llegaba a ningún lado.

            –Lo siento –se disculpó y frunció los labios al instante que las palabras salieron de sus labios ¿por qué acababa de disculparse? –La evidencia es todo lo que encontramos en el sótano del sospechoso, creo que encontramos varios de los objetos que usó para mutilar las víctimas, aunque todo está extremadamente limpio, como si nunca hubieran sido usadas.
            –¿Todo? –preguntó la forense un poco más calmada, retomando su asiento al otro lado del escritorio.

            Siempre había sido más fácil hablar con Maura cuando se trataba de cosas del trabajo. Era como un territorio neutral. Las cosas no habían ido tan bien como había imaginado. Aunque se había imaginado tantos escenarios durante todo el fin de semana, que estaba segura que el más probable a ocurrir era la opción numero 1: Maura no iba a dirigirle la palabra. El cual obviamente no fue el caso, pero tampoco lo había descartado como imposible, no aún. Hablar  con Maura cuando se trataba de cosas personales era como caminar en una cuerda floja.

            Así que retomaría el plan B. No tenía ni la más mínima idea de cuál era ese plan, pero obviamente el “ir directo al grano” no le había funcionado muy bien, así que sí, plan B sería.

            –Todo. –Jugaba inconscientemente con el envolvimiento de su sándwich.
            –Entonces es mejor que se retire detective, debo ayudar para terminar más rápido. Estoy segura que estará interesa por si encontramos algo que ayude con su –una tos la acalló y aclaró la garganta antes de continuar– investigación.
            –Maura, ya tenemos una identi- espera. –Sacó el celular del bolsillo de su chaqueta y contestó–. Detective Rizzoli. Sí, en la morgue. Claro, claro. –Guardó el aparato y se levantó–. Tengo que regresar a arriba, Cavanaugh quiere hablar conmigo–. Estaba claro que el trabajo no era el lugar apropiado para tener una conversación sin ser interrumpidas cada cinco segundos.

            Maura solo asintió levemente, bajando la mirada hacia las carpetas.

            –¡Ah! –Jane se asomó por la puerta unos segundos después, y rio al notar que su regresó inesperado había sorprendido a la forense–. No olvides comer la ensalada. –Y volvió a desaparecer, cerrando la puerta.

            Maura permaneció mirando la puerta cerrada por varios segundos. Jane no se había visto muy animada cuando llegó a su oficina, ¿y ahora de la nada quería que comiera la ensalada? ¿Por qué había sonreído?

            Maura acercó la bolsa y sacó la ensalada; no tenía nada de especial, era la misma ensalada que había pedido por varios días la semana pasada, tal vez por eso Ángela se la envió. Cuando se inclinó un poco para abrir la gaveta del escritorio en busca de un tenedor que siempre guardaba ahí, notó algo en el interior de la bolsa que hacía contraste con su color marrón. Había pensado que era una servilleta, pero cuando introdujo su mano y la sacó, frunció el ceño al notar que era un papel doblado. Su corazón dio un brinco en el pecho al reconocer la letra a mano.

            “Jane” pensó al leer su nombre en la letra de la detective.

            Sus dedo abrieron el papel lentamente y sus pupilas de dilataron al darle un vistazo.

            “Maura
            Nunca he sido la mejor con las palabras… estoy segura que lo has notado. Aquella noche… Nochevieja, sí importó. En sí, ha sido el único día que ha importado en un largo tiempo. Nunca me arrepentí de conocerte, ni estar contigo ¿cómo podría?  ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado. Y TÚ eres la mejor de todas.  De lo único que me arrepiento es de marcharme de aquella forma y haber dejado aquella nota. Por favor, dame una oportunidad para mostrarte quién soy realmente y poder conocerte como es debido. No correré.
            Jane”

            Maura releyó la nota varias veces. Dobló el papel y lo ocultó debajo de unas de las carpetas. Respiró profundamente varias veces y se recostó en el espaldar de la silla, sintiendo como el oxígeno regresaba a sus pulmones una vez más. A través de las ventanillas parcialmente abiertas de su oficina se percató del movimiento de los técnicos que caminaban de un lado a otro en la morgue y en el laboratorio, y entonces recordó que tenía trabajo que hacer. Se levantó de la silla y se ajustó la bata blanca antes de agarrar el vaso de café. La ensalada tendría que esperar… al igual que Jane. 

Continuará...

2 comentarios:

  1. Waaaa primera vez que comento este fic pero esta excelente n.n me encanta la historia, TODO esperando pronto el próximo cap gracias AKARI por subirlo n.n me encanta

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  2. Angela es cupido xD por darle sus empujoncitos a Jane

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