Hola yurifans,
Akari al habla desde el más allá. ¿Recuerdan que les comenté que me iba de viaje? pues así fue, y ahora me encuentro en una posición no muy cómoda tratando de mantener mi portátil conectada a Internet, ¿ven las cosas que hago por hacerlos felices? XD
Revisé el buzón del Baúl con el cel y cuando vi que Aru había enviado la continuación de este fanfiction tuve que capturar una red como fuera. En fin, estoy pasando unos días bastante agradables en un evento muy lindo al que fui invitada y luego me voy a mi pueblo a pasar las fiestas en familia.
Publico tal cual como me fue enviado y les comento que también tengo otras colaboraciones (parece que mi mensaje de fin de año surtió efecto XD) esos trataré de dejarlos programarlos, sino, lo siento tendrán que esperar unas tres semanas o que vuelva a conseguir otra wifi.
¡Besos y que disfruten la lectura!
Nota: Desde el fondo de mi corazón estoy profundamente apenada y por eso ofrezco mis más sinceras disculpas. Sé que la espera se ha debido de tornar molesta, pero por fin, luego de ser reescrito desde el principio, el capítulo 12 está completo.
Éste me ha tomado verdaderamente por sorpresa, puesto que mi intención era relatar toda la cita y su desenvolvimiento en una sola publicación…; me temo que los detalles hicieron que cobrara un volumen no esperado, por lo que he tenido que dividir el capitulo en dos. Así que si la lectura está algo vacía de “química” por parte de los personajes principales, descuiden, el capítulo 13 lo compensará…
Capítulo 12: Shane y Lily. Parte 1
Manhattan, Nueva York, 1992
Ya era tarde y para las pocas personas que se encontraban esperando algo temerosas el tren de las diez y media de la noche, la larga espera se hacía un tedio algo difícil de soportar. Pero para una Shane, que estaba acostumbrada a las largas esperas, que el tren tardase un poco en llegar no significaba mucho más que leer un artículo más de su periódico. Su mirada aparentemente perdida entre las cientos de palabras en el papel alternaban juguetonamente entre ellas y una divertida escena de una madre jugueteando un poco con su hija, paradas a unos quince metros de la vampiro.
Para la pelirroja, que se familiarizaba más con el lado más tétrico y oscuro, le resultaba ese comportamiento maternal un verdadero soplo dulce de aire fresco que le hacía sonreír disimuladamente, escondiendo su disfrute tras las enormes hojas del periódico.
La madre hacía reír y bailar a su pequeña hija, en un intento de entretenerla y disipar un poco el cansancio de ambas. Shane simplemente disfrutaba tal escena como si de un espectáculo se tratase; después de todo, estaba más acostumbrada a la sangre y a los llantos de súplica, que a las risas y mimos de una amorosa madre.
Paralelamente sus ojos celestes, instintivos y cautelosos se habían paseado y estudiado a las pocas persona esperando en la estación, de la cuales tres jóvenes parecían sospechosos, murmurando cosas entre ellos mientras veían algo nerviosos y ansiosos a su alrededor, vestidos con capuchas y con las manos siempre en los bolsillos de sus chaquetas.
Shane sabía perfectamente lo que eran: tres chicos buscando asaltar a alguien para comprar droga; no era un secreto para nadie en la estación, pero dado que había la suficientemente cantidad de personas como para que se volviera peligroso un atraco, la pelirroja estaba casi segura de que serían demasiado cobardes como para hacérselas de malos. Sabía también que no sería un blanco para ellos, de atreverse en todo caso a cometer un delito, ya había sido estudiada por los jóvenes y de inmediato habían visto en ella un peligro inminente difícil de describir e ignorar. Con sus ojos de daga había dado a entender claramente “si se atreven a tocarme, los mataré”
Así que a pesar de ser mujer y estar sola, no tenía nada que temer. Era Shane.
Por fin y de una vez por todas, el estridente sonido del tren acercándose alertó a las personas en la estación, quienes se posicionaron cerca de la línea amarilla que delimitaba la zona entre ellos y el vehículo.
-¡Mira! Allá viene el tren.-Dijo la madre cándida a su hija, mientras la sostenía de la mano.
Y cuando las luces se acercaban cada vez más, los chicos iniciaron una caminata rápida, y Shane pudo ver cómo la madre y su hija eran peligrosamente rodeadas por los ladrones quienes de inmediato desenfundaron sus armas en un intento de intimidación.
El tren crujía y hacía ensordecedores ruidos que apagaban los gritos y amenazas de los chicos mientras desvalijaban a la joven madre, quien en un intento suicida ponía a su hija tras ella.
Las pocas personas miraban aterradas aquél sórdido espectáculo, sin nada que pudieran hacer. Mientras que Shane empuñaba su Desert dentro de su abrigo, mordiéndose los labios y aguantando las ganas de asesinar a esos chicos. “No lo hagas…, no lo hagas...” decía en su cabeza en un intento de controlarse “debes pasar desapercibido”
Con ojos preocupados miraba la escena y susurraba, rogando que la madre de alguna manera pudiera escucharla.
-Vamos, entrégales todo para que se vayan, no te hagas la valiente…
Y así hizo la madre, aterrada. Quitó los anillos de sus dedos, entregó su bolso y su collar; todo para que los ladrones se fueran y mantener a su hija a salvo.
Una vez que el tren aparcó completamente y las puertas de deslizaron, los primeros en entrar fueron los chicos. Las piernas de todas las demás personas aún seguían sin responder, pero las de Shane no vacilaron ni un instante y pensando que todo ya estaba bien empezó a caminar hacia la madre y su hija, con el corazón frió y sus manos algo temblando.
La joven mujer miraba aterrorizada al chico que acababa de asaltarla dentro del tren a donde ahora se hallaba y antes de que la pelirroja tuviera la oportunidad de hacer más, se oyó un furioso y nervioso ¡¿Qué miras, perra?!, un brazo alzando un arma y la detonación del cañón.
Shane, por primera vez en su existencia, ése ensordecedor y terrible sonido la paró en seco y congeló su corazón, haciendo que sus sentidos se nublaran por décimas de segundo al ver el cuerpo de la madre caer estrepitosamente al suelo, mientras los presentes exhalaban un grito unísono de terror. Su pequeña hija, incapaz de procesar lo que acababa de pasar, gritó y lloró, suplicando a su madre que se levantara.
-¡¡¡MAMÁ!!! ¡MAMÁ! ¡MAMÁ!