miércoles, 16 de abril de 2014

Extraños en la noche - Capítulos 11 y 12

¡Hola Gente!

Lo prometido es deuda, dos capítulos más de esta historia, y a decir verdad después de la finale de la cuarta temporada de Rizzoli & Isles, agradezco infinitamente que existan los fanfictions.

Enjoy!

Extraños en la noche
Autora: Isles
Capítulo 11

  Maura Isles estaba inmersa en la examinación de los órganos del cadáver que había recibido en la morgue unas horas atrás.      En una mano tomó el corazón, lo pesó y luego agarró un bisturí y se ocupó en inspeccionar el interior del órgano.
                –Ninguna anormalidad –susurró en voz baja antes de hacer una nota de ello. Su mirada permaneció en su escritura por varios segundos, perdida en sus pensamientos. Se aclaró la garganta y con la parte posterior de su mano cubierta con un guante de látex, se acomodó las gafas protectoras. Dispuesta a continuar con su trabajo, regresó al reviso interno del cadáver.



                –¡Doctora Isles! –saludó Frost emocionado, pero cuando vio el cuerpo abierto sobre la mesa de aluminio, se detuvo en seco e intentó mantener la mirada en el rostro de la rubia.
                Maura alzó la mirada y sonrió al ver a los detectives enfrente de ella.
                –Buenas tardes, detective Frost, Rizzoli. –Continuó con su trabajo, pero ahora una sonrisa leve estaba dibujada en sus labios.
                –Me alegro mucho de tenerla de vuelta, doctora. –Jane tenía sus manos cruzadas enfrente de su cuerpo, embozando una gran sonrisa–. ¿Qué pasa Frost? –le dijo a su compañero, con un tono burlón.
                –Nada. –Tragó en seco y miró el cuerpo, intentando mantener una expresión inexpresiva pero cuando sintió una oleada de asco al ver como las manos de Maura se introducían en la cavidad abdominal y movían las los órganos y las tripas, hizo una cara como si fuera a vomitar en cualquier momento–. Oh –se quejó al ver que la forense examinaba el estómago.
                –Puede usar el lavado si lo necesita, detective Frost –aconsejó la doctora.
                –Estoy bien, solo quería saber si tenía los resultados de las pruebas de ayer.
                –Sí, Susie los tienes en el laboratorio, detective.
                –¡Gracias! –se apresuró a decir y se dio media vuelta, caminando rápidamente hacia el laboratorio.
                Maura alzó su mirada por un instante, observando cómo Jane se reía de su compañero.
                –No todos tienen el estómago para esto, Jane.
                –¿Intentas decirme que debería dejar de joderlo tanto? –Se acercó a la mesa de autopsia hasta quedar enfrente de la rubia que comenzaba a cerrar el cuerpo, preparándose para comenzar con las suturas. Maura simplemente la miró con una pequeña sonrisa que se convirtió en una risa conservada–. Es detective, Maur. ¿Cómo no molestarlo? Por cierto, ¿cómo dejó tus cosas el Dr. Pike?
                Maura soltó un suspiro exasperado.
                –He demorado media hora para empezar con la autopsia porque me dejó todas mis herramientas fuera de lugar –dijo con seriedad, haciendo una mueca con sus labios.
                –Imagino –murmuró la morena, quedándose abobada con lo adorable que se veía la doctora al hacer esa mueca molesta.
                –Pero ya todo está en orden… no me gusta que desorganicen mis cosas –decía, concentrada en la sutura que hacía.
                –¿Y cómo te sientes? ¿Descansaste bien?
                –Me siento bien, Jane. Puedo trabajar, necesito trabajar.
                Jane se mordió el labio inferior y ladeó la cabeza, sintiendo los nervios apoderarse de ella. Descruzó las manos y las apretó varias veces intentando reunir el coraje que necesitaba para preguntarle lo que venía pensando desde el día anterior. Maura no había mencionado nada, ¿acaso se había olvidado que habían quedado en ver una película? ¿O tal vez no había dicho nada porque se arrepentía?
                –Maura…
                Las manos de Maura detuvieron sus movimientos y alzó la mirada una vez más.
                –Eso es una señal de frustración sexual –bromeó, observando cómo Jane jugaba con un mechón de pelo, enredándolo en su dedo.
                –¡Qué!
                Maura se rio. Cuando Jane cayó en cuenta, la miró con una cara que gritaba “¿En serio?” que hizo que Maura riera aún más.
                –O tal vez es que estoy… –Apretó los labios con fuerza al darse cuenta que estuvo a punto de decir que estaba nerviosa.
                –¿Estás…? –preguntó Maura unos segundos después y continuó con la sutura.
                –No es nada… Maura…
                –¿Dígame, detective? –No podía dejar de sonreír.
                –Sobre esta noche… –Permaneció en silencio por varios segundos, los suficientes para que Maura volviera apartar la mirada de lo que hacía y la mirara ansiosa por escuchar lo que quería decir. 
                –¿Sí? –dijo para alentarla a continuar.
                –La película…
                Maura se detuvo una vez más, pero esta vez dejó los instrumentos sobre la mesa y caminó hacia el extremo de la morgue para quitarse los guantes y lavarse las manos. Se subió las gafas hasta la cabeza y se acercó a la morena que aún la miraba sin haberse movido ni un centímetro. Una vez enfrente de ella, los labios de Jane se abrieron poco a poco; no era la primera vez que veía a Maura con el pelo recogido hacia arriba con varios mechones que se escapaban del agarre de la coleta. Pero ahí estaba enfrente de ella, vistiendo el uniforme negro que siempre usaba para realizar las autopsias, el cabello recogido y las gafas protectoras que le daban un toque inexplicablemente sexy.
                –Esta noche. –Asintió, emocionada.
                –Quería confirma que aún querías… si no te sientes bien o…
                –Jane me siento bien, ya te dije. Y aún quiero ver esa película, no puedo negar que me he quedado con la duda de qué hicieron en la película, porque ya sé que pasó con el RMS Titanic.
                –Espero que te guste entonces –dijo con más seguridad en su voz.
                –Dicen que lo más importante es la compañía. –Sus ojos claros se clavaron en los de Jane que sintió su cuerpo estremecerse al caer en cuenta de lo que acababa de decir la forense.
                –Entonces espero que la compañía sea igual de agradable. –Sonrió, sintiendo su nerviosismo previo disiparse en el aire como si nunca hubiera existido.  
                –Estoy segura que lo será.             
                Permanecieron inmóviles, mirándose por varios segundos, segundos que se sintieron como minutos para las dos mujeres. El móvil de Jane había comenzado a vibrar en su bolsillo, pero todos sus sentidos estaban centrados en la mujer que tenía enfrente.                
                –Entonces nos vemos esta noche.
                –¿A las ocho está bien?
                –Perfecto.
                Maura asintió complacida y se bajó las gafas.
                –Creo que tu móvil está vibrando otra vez, Jane –dijo divertida.
                –¿Otra vez? –Reaccionó y sacó el aparato del bolsillo, leyendo el mensaje que había recibido después de tres intentos de llamada–. Es Korsak. Ya casi lo tenemos, Maur.
                –Predigo que te refieres al caso.
                –Claro. Tengo que subir, tenemos una ubicación. –Movió las manos intentando articular las palabras que no salían de su boca. ¿Por qué siempre era tan difícil despedirse de Maura? ¿Por qué la primera vez no lo hizo bien?
                –Ve con cuidado. No quiero que bajes a mi morgue sangrando de la nariz otra vez.
                –Eso no fue… –Suspiró dándose por vencida–. Nos vemos esta noche, Maur.
                –A las ocho puntual, detective.
                –¡Sí! –exclamó, caminando apresuradamente para reunirse con Korsak.
                Maura permaneció en el mismo lugar hasta que Jane desapareció de su vista. Se dio la vuelta y con una sonrisa se puso un par de guantes limpios y regresó a su trabajo. Ya se había olvidado del enojo que había sentido al llegar ese día y encontrar todos sus instrumentos fuera de lugar. Ahora solo quería que las horas pasaran rápido.

*****
                –¡Maura!
                Fue lo primero que escuchó al poner un pie en el café. Ya reconocía a la dueña de esa voz. 
                –Buenas tardes, Angela. –Sonrió, acercándose al mostrador–. Lo mismo de siempre.
                –¿Cómo te encuentras? Me había preocupado al no verte en la mañana.
                –¿Se preocupó? –susurró sorprendida, “¿Por mí?” pensó.
                –Claro. Janie me dijo que habías llegado bien, entonces me quedé más tranquila.
                Maura la miró con una expresión en blanco. No sabía cómo reaccionar o qué decir. Era raro que alguien se preocupara por ella, especialmente personas que apenas conocía; como la madre de Jane. Jane también estaba incluida en esa lista, que se había preocupado y cuidado de ella esos días que estuvo enferma.
                –No quise preocuparla, señora.
                –Angela. Me puedes llamar Angela.
                –Angela.
                La mujer sonrió complacida y asintió antes de girarse para prepararle el café. Mientras tanto, Maura intentaba comprender la actitud cariñosa de Angela. ¿Acaso era así con todos? Jane le había dicho que había hablado con su madre sobre Milo… ¿acaso también había hablado de ella? En ese momento recordó algo y abrió los ojos desmesuradamente.
                –¡Muchas gracias por la sopa que me mandó con Jane! –Su tono fue más alto de lo deseado, y varias personas dirigieron sus miradas hacia ella. Aclaró la garganta, apenada.
                –De nada, Maura. Me alegra que te sientas mejor. ¡Por cierto! Jane me habló sobre tu hermanito, dice que es un encanto.
                –Sí. El lunes se quedará conmigo, lo podrías conocer.
                –¡Me encantaría!
                –Disculpa Angela –dijo al escuchar su móvil. Introdujo una mano en un bolsillo de su bata blanca y sintió que se quedaba sin aire al leer una y otra vez el mensaje que había recibido–. Lo siento mucho Angela, tengo una urgencia.
                –Pero tu café… –dijo, pero Maura ya no la podría escuchar; había salido casi corriendo.

*****
                Nunca en su vida había conducido tan rápido como lo había hecho para llegar a la dirección que le había enviado Frost unos minutos después de haber recibido el primer mensaje. Lo primero que había leído en el mensaje y que la alarmó, fue el “911”. Sabía lo que significaba, pero desde que había comenzado a trabajar en Boston, no había recibido uno así. “911” significaba que uno de ellos estaba herido, o peor.
                Quedó boquiabierta cuando se bajó del auto y le tomó varios segundos para reaccionar. El almacén a unos metros de ella estaba en llamas y estaba rodeado de bomberos, ambulancias y una docena de patrullas. Mostró su identificación a cualquiera que se le acercaba, pero después de la tercera persona que pidió ver su identificación, decidió no prestar atención y seguir buscándola.
                –Maura –llamó Frost, acercándose a ella.
                Maura abrió su boca al verlo con una venda en el brazo.
                –¿Qué le pasó? –preguntó desesperada.
                –No es nada grave, doctora. Todos estamos bien.
                La mujer lo miró alucinada, ¿cómo que todo estaba bien? A su lado había un almacén en llamas y su brazo estaba vendado.
                –No es tan malo como parece –dijo, como si pudiera escuchar todo lo que estaba pasando por la mente de la mujer.
                –¿Y Jane?
                Frost se giró y señaló hacia unas ambulancias que estaban en la esquina de la calle, lejos de todo el caos. Maura se apresuró sintiendo un peso en su pecho, temiendo por el bienestar de Jane. Cuando pasó por el lado de una de las ambulancias, escuchó su voz carrasposa y cuando se asomó se encontró con una morena que intentaba librarse del paramédico que solo quería ayudarla.  
                –Jane…
                Jane dejó de discutir con el joven paramédico y miró a la mujer, sorprendida al verla allí.  
–Maur… ¿Qué haces aquí?
                El paramédico intercambió la mirada entre las dos mujeres.
                –Soy la doctora Maura Isles, yo me haré cargo de los cuidados de la detective Rizzoli desde ahora –le dijo con un tono autoritario. Los hombros del paramédico se relajaron visiblemente, a lo que Jane hizo una mueca que mantuvo hasta que el hombre había bajado de la ambulancia y desaparecido de su vista–. Siéntate –ordenó y subió por la parte trasera de la ambulancia.
                Por un segundo, Jane quedó boquiabierta teniendo un presentimiento de esos que odiaba de: “déjá vu”. “Siéntate” le había ordenado también aquel día que Frost y Korsak la obligaron bajar a la morgue para que Maura le echara un vistazo a la herida en su nariz. Se dejó caer sobre la camilla y Maura se sentó enfrente de ella. No había mucho espacio como era de esperar, pero Maura no parecía afectada por eso.
                Jane frunció los labios observando cómo Maura intentaba organizar las gasas que el paramédico había dejado atrás; sus manos temblaban.
                –Maur. –Detuvo lo que hacía al agarrar su mano. Y por primera vez, Maura permitió que sus ojos examinarían el estado de Jane; su blusa gris estaba manchada, la piel del torso, cuello y hasta las mejillas también. Parecía que se había revolcado en ceniza.
                –Pensé haberte dicho que te cuidaras… ¿Tienes alguna herida superficial? –preguntó a la vez que examinaba los brazos de Jane.
                –No. Es lo que intentaba decirle a ese hombre.
                –¿Al paramédico? –Su mirada se encontró con la de Jane.
                –S… sí. –¿Por qué Maura la miraba de ese modo? Como si estuviera a punto de romperse a llorar. No le había pasado nada, en serio se veía peor de lo que era.
                –¿Segura?
                –Segura, solo tengo un rasguño aquí. –Giró la palma de la mano izquierda que había mantenido cerrada y la abrió para que pudiera ver. Efectivamente, a lo largo de la palma corría un rasguño diagonal.
                –Necesitaré limpiarlo y vendarlo. –Avisó y comenzó a buscar el alcohol y los vendajes–. ¿Me dirás que pasó?
                –Lo tenemos, Maura. Por fin lo tenemos, el desgraciado. –Se mordió el labio inferior, acallando el gemido al sentir el ardor por el alcohol.
                –Eso sí es una buena noticia –expresó pero se mantuvo seria mientras atendía la mano de Jane–. ¿Y el fuego?
                –Quería deshacerse de todas las pruebas… por un instante pensé que quedaríamos atrapados ahí adentro. Hace pensar que la vida es corta y no se debe perder ninguna oportunidad. –Maura apartó la mirada del rasguño y la miró a los ojos. Jane le sonrió antes de que comenzara a vendar la mano.
                –Comienzo a pensar que eres una persona algo negligente cuando se trata de tu propio bienestar.
                –Viene con el trabajo –explicó, a lo que Maura contestó con un “hmm” –. Tenemos un cuerpo que pensábamos que podrías examinar, pero tuvimos que moverlo si no estaría en cenizas ahora. Lo he enviado a la morgue.
                –Perfecto.
                –No tienes que hacer eso –dijo al sentir la gasa húmeda en su mejilla.
                –Lo sé. –Continuó limpiando el rostro de Jane.
                Maura era consciente de la mirada penetrante de Jane. ¿Cómo no estarlo? Sus rostros apenas estaban separados por unos centímetros y sus dedos sostenían levemente la barbilla, moviendo el rostro de Jane de un lado a otro como fuera necesario para limpiar hasta el último rastro de ceniza y polvo de los escombros. Jane tragó en seco y cubrió la mano de Maura con la suya. La rubia reaccionó dando un brinco al ser sacada de su trance de concentración. Sus miradas permanecieron conectadas y el rostro de Jane comenzó a acercase al de Maura. Los labios de Maura se separaron lentamente, sintiendo todo su cuerpo vibrar con anticipación.
                –Maur… –susurró y Maura cerró los ojos al sentir el aliento de su nombre susurrado sobre sus labios.
                –¿!Dónde está mi heroína!?
                La voz de Korsak y la palmada que dio al lado de la ambulancia provocó que las dos mujeres se separan con tal rapidez que Jane se golpeó la cabeza con los compartimientos que habían detrás de ella.
                –¿Estás bien? –Se apresuró a decir Maura.
                –Te he encontrado, me preguntaba donde estab… –Korsak las miró confundido. Las dos se estaban riendo histéricamente–. Al menos ya sé que estás bien.
                –¿Está herido Korsak? –preguntó Maura cuando su risa cesó.  
                –Estoy como un jovencillo, doc. Por fin podremos descansar un poco.
                –Jane me dijo que lo han capturado.
                –¡Así es, doc!
                –Me alegro mucho, Korsak.
                –Sin tu ayuda no hubiera sido posible, Maura
                –Solo hice mi trabajo.
                Korsak la miró con una mirada agradecida, sonriendo al notar el sonrojo en las mejillas de la doctora.

*****
                –He traído cerveza. Es la que te gustó en el Dirty Robber –anunció cuando la puerta se abrió.
                Maura la miró a los ojos, luego a la caja de cerveza y terminó en la copa de vino que sostenía en la otra mano.
                –Oh… ya estás tomando vino.
                –Pasa. –Abrió la puerta un poco más y siguió la morena que entró y se mantuvo de pie a su lado. A diferencia de unos días atrás cuando cuidaba de ella, ahora no parecía tan segura y cómoda en la casa de Maura.
                –Puedes ponerlas en el refrigerador, Jane –dijo y sonrió al ver que Jane reaccionó al escuchar su voz.  
                –Pensé que no podías tomar vino con medicación –decía mientras abría una de las cervezas y guardaba el resto. Tomó un gran sorbo y cerró los ojos sintiendo el líquido bajar por su garganta. Maura tomó un sorbo del vino, observando la espalda de la mujer.
                –Así es. Por eso no he tomado ninguna medicación.
                Jane se rio y se giró, caminando hacia Maura.
                –¿Lista para ver el Titanic hundirse?
                –¿Eso no es un spoiler? –Maura ladeó la cabeza.
                –Pensé que habías dicho que ya sabías que pasó con… ¿qué era? ¿RMS Titanic?
                –Sí. –Se sentó en el sofá y buscó la película en Netflix. Jane se sentó tan cerca que sus brazos casi se rozaban. Maura suspiró sin despegar la mirada de la pantalla; no se había esperado ver una historia de amor. Jane le había bromeado al preguntarle si iba a llorar, pero ella descartó el comentario con un golpecito de su codo, y siguió concentrada en la película.
                –No lo puedo creer… murió. –Era consciente que la frustración que sentía en ese momento era irracional pero no podía evitarlo. Exhaló con fuerza y dirigió su mirada hacia Jane, extrañada de no haberla escuchado burlarse de ella como lo había hecho al principio de la película–. Jan… –Se mordió el labio al notar que la mujer se había quedado dormida–. Falta de sueño –susurró, notando el cansancio en el rostro relajado de Jane. Era consciente que no había dormido mucho; trabajaba hasta altas horas en la noche para resolver el caso, y tampoco olvidaba que no había dormido para cuidar de ella. Maura se iba a levantar para servirse otra copa de vino cuando el móvil de Jane comenzó a sonar sobre la mesita de café. Maura se apresuró para agarrarlo y presionar el botón del lado para silenciarlo; quería que Jane descansara. Al presionar el botón, la pantalla se iluminó y Maura quedó boquiabierta al ver la imagen que se presentó ante sus ojos: la foto de Nueva York…
                Respiró profundamente por varios segundos y volvió a colocar el aparato sobre la mesita. Su corazón latía con fuerza. Jane había conservado esa foto durante todo ese tiempo…
                “¿Por qué?” pensó, recostándose otra vez en el sofá, estupefacta. Su mente había sido alabada muchas veces, pero en ese momento no era más que un torbellino de pensamientos sin coherencia. Por si no fuera suficiente, sintió un peso sobre su hombro y contuvo la respiración. No necesitaba comprobar que, de hecho, era la cabeza de Jane recostada sobre su hombro.

                Una sonrisa se formó en la comisura de sus labios y cerró los ojos… 

Capítulo 12

A/N: Ante de nada quiero agradecerles, otra vez, por la paciencia y la espera. Que conste que aún es sábado en algún lugar del mundo.No sé por qué pero durante la semana quería escribir algo en un parque, así que me inspiré con el parque de Boston que es hermoso. En el capítulo mencioné el puente Lagoon (que es el que se ve en la foto también :) 

Y como siempre :) espero que les guste. Saludos <3


               –¡Qué calor! –exclamó Angela, agitando el abanico con más fuerza.
            Y tenía razón; era uno de los días más acalorados del año. Aún faltaba dos semanas para el verano pero se sentía como si estuvieran en el medio de junio.  Maura caminaba sonriendo a su lado, escuchando las quejas y las anécdotas de cuando traía a Jane, Tommy y Frankie al jardín público de Boston cuando eran niños. Las dos siguieron caminando por varios minutos, siguiendo a las dos personas que corrían delante de ellas.
            –Setenemos allí –dijo después de cruzar el puente Lagoon, señalando hacia un banco cerca del lago.
            Maura se sentó con un suspiro audible. El viento era fresco allí y la sombra del árbol detrás del banco lo hacía el lugar perfecto para descansar y pasar el resto de la tarde. Cerró los ojos, disfrutando de la brisa y el silencio que Angela le otorgó por varios segundos y que duró poco cuando escuchó unas risas. Al abrir los ojos se encontró con la imagen perfecta: Jane y Milo jugando al borde del lago. Janea apartó la mirada del agua y miró a Maura como si hubiera podido sentir su mirada sobre ella. Maura sonrió ligeramente, hipnotizada por la imagen que tenía enfrente: el sol sobre la piel bronceada de Jane, sus ojos brillantes y una sonrisa de oreja a oreja. En ese momento Milo le dijo algo y Jane contestó, mojando sus dedos en el agua y el niño hizo lo mismo. Se había sentado lo más cerca del agua posible, asegurándose Milo no saltara para intentar atrapar los patos que estaban cerca.
            –Es muy lindo Milo –comentó Angela, observándolos también.
            –Sí. Está muy contento. Creo que le gusta Boston.
            –O estar con su hermana –sugirió, despegando la mirada de su hija para mirar a Maura a los ojos.
            –Sí… –susurró en voz baja pero la inseguridad en su tono era palpable.
            –Eres una buena hermana –aseguró. Solo la había visto interactuar con su hermanito por dos días, pero eso había sido más que suficiente; en sí, en los primero tres minutos se dio cuenta que Milo era lo más preciado para Maura.
            Maura se limitó a ofrecerle una leve sonrisa. Nunca había sido buena con las personas aunque los niños eran más fácil de tratar, a veces. Había tenido una crisis de pánico cuando sus padres le dieron la noticia de que tendría un hermano. Pensaba que le esperaría el mismo futuro que a ella, y en aquel momento no quería eso para ningún niño: la soledad. No quería eso para Milo. Pero con él todo había sido diferente; sus padres eran más atentos y tenían más tiempo para estar con él, pero también tenía algo más que ella nunca tuvo: una hermana.
            –¡Mau! –gritó Milo, moviendo sus brazos para que fuera con él. Maura se levantó riendo, intercambiando una mirada con Jane cuando pasó por su lado.  
            –Me dan ganas de brincar al agua –dijo Jane al sentarse al lado de su madre en la banca,  separando la blusa de su piel para sentir un poco de aire fresco.
            –Ni lo pienses. No dudo que lo harías –advirtió su madre, entregándole una botella de agua fría que sacó de la canasta.
            –Ya no soy una niña, Ma. Claro que no haría algo así –Bebió casi la mitad de la botella, suspirando contenta.
            –Claro, eso dices ahora. ¿Y qué fue lo que hiciste hace dos años con Tommy? –Se levantó de la banca y sacó un manto de la canasta,  que tendió sobre el pasto. 
            –¡Tommy me empujó!
            –Claro. Siempre le echan la culpa a él.
            –Y tú siempre lo defiendes –refutó, mirando el contenido de la canasta–. ¿Tanta comida? Solo somos cuatro, Ma.
            –Y serán tres. –Se volvió a sentar en el banco, con una sonrisa orgullosa en sus labios.
            –¿De qué hablas?
            –A veces me pregunto cómo es que puedes trabajar de detective. –Suspiró moviendo la cabeza de un lado a otro–. He quedado con mis amigas al otro lado del lago. Tengo emmm. –Miró el reloj en su muñeca–. Unos veinte minutos antes de que Teresa me he llame con una emergencia existencial a lo cual no podré negarme.
            –Ma… A Maura no le gustará eso.
            –Entenderá, además, creo que estará agradecida de un descanso de mí. –Miró a un lado apenada–. No he dejado de hablar todo el día. ¡Y no tiene por qué saber!
            –¿Tú hablando mucho? ¡Ja! –Soltó una carcajada que no cesó hasta que su madre le dio un golpecito en el hombro.
            –Tú eras la que querías un picnic, nada más se te ocurrió comentarlo estando yo presente. En serio que no sé dónde quedó tu lado romántico, si es que tienes uno. A la pobre Maura no le quedó de otra que invitarme a mí también. Me gusta, es una buena mujer.
            –Lo es –susurró, ignorando el otro comentario de su madre ¡Claro que era romántica! Solo tenía que buscar ese lado de ella… y esperar a encontrarlo.
 Sus ojos se clavaron en Maura; se había sentado y cruzado las piernas en el mismo lugar donde ella había estado. Milo se sentó sobre su muslo y había pasado uno de sus brazos por el cuello de Maura que estaba desnudo gracias a la coleta que recogía su cabello dorado. Jane sonrió para sus adentros al pensar que la mujer no tenía ninguna barrera con el niño; había imaginado que Maura nunca se hubiera sentado en el pasto, y mucho menos con el pantalón color claro que llevaba puesto.
            –Y es muy buena con los niños. –La voz de su madre interrumpió sus pensamientos.
            –Sí, lo… espera, ¿por qué lo dices esa forma tan insinuante? –Apartó la mirada de Maura para mirar a su madre que ahora tenía una media sonrisa.
            –¿Insinuante? No sé de qué hablas.
            –¡Cómo si no te conociera yo!
            –Solo fue un simple comentario.
            –Contigo nada es simple. –Gruñó y se bebió el resto del agua que quedaba en su botella.
            –He llegado a la conclusión que pues, aunque seas… –titubeó, buscando las palabras adecuadas al sentir la mirada curiosa de su hija sobre ella–. Si vas a tener una relación con una mujer, digo, con Maura, pues… –El rostro de Jane comenzaba a formar una mueca. No podía creer que su madre le estuviera diciendo algo así–. He estado investigando y…
            –Oh Dios…
            –Pues igual me puedes dar nietos y a Maura le gustan los niños así que… quiero mis nietos.
            Jane la miró boquiabierta. No sabía si reírse o qué.  
            –Ma. –Se acercó un poco más a su madre en el banco y bajó la voz para que Maura no la pudiera escuchar, aunque a la distancia que estaban eso sería algo muy improbable–. ¿Maura y yo ni siquiera estamos en una relación y tú ya estás pensando en nietos?
            –¿No están juntas? –La sorpresa en su rostro no pudo ser más sincera.
            –¡No! ¿Por qué pensaste algo así?
            –¿Pero acaso eso no es lo que quieres?
            –¡Sí!
            Angela suspiró y se frotó la sien con los dedos.
            –Pensé que lo habías arreglado ya. Dormiste en su casa el viernes cuando me dijiste que solo iban a ver una película y me pediste que cuidara de Jo, ¡No regresaste hasta el sábado! Y esta semana han estado inseparables, qué más podría pensar si…
            –¡Ma! –la interrumpió antes de que pudiera seguir–. Ya te dije que no pasó nada… simplemente me quedé dormida.
            –Ujum. Claro.
            Jane exhaló con fuerza, clavando la mirada en la rubia una vez más. Podía recordar aquella noche como si hubiera sido ayer. No estaba muy segura del momento en que se quedó dormida, pero sí el despertar: antes de abrir los ojos había sentido una calidez y una aroma exquisita; el perfume le dio una sensación de calma y tranquilidad, de sueño ininterrumpido. No podía distinguir el aroma muy bien pero podía oler algo de bergamota, madera de cashmere y rastros de jazmín. El olor la había regresado en el tiempo a Nueva York;  a aquella noche que besó cada centímetro de su piel y que el mismo aroma inundó sus sentidos, el mismo que se quedó grabado en ella durante esos meses.
            –Te he despertado...
            Jane abrió los ojos al escuchar el susurro apenas audible. Lo primero que vio fue letras y cuando su visión se aclaró se dio cuenta que Maura estaba leyendo una revista.
            –La película… –Se incorporó un poco al darse cuenta que estaba apoyada en Maura.
            –Terminó hace un rato… no quería despertarte –Apartó la mirada de la revista y la miró. Jane se quedó boquiabierta, presenciando la nueva y desconocida adición en el aspecto de Maura.
            –¿Usas gafas? –preguntó, maravillada con lo bien que le quedaban.
            –A veces. Solo para leer… Debes descansar más… tal vez quieras irt-
            –No –se apresuró a decir. No sabía qué hora era y tampoco importaba. En un momento de impulsividad volvió a recostar la cabeza en el hombro de Maura y suspiró–. Estoy a gusto aquí…
            –Está bien… –Regresó la mirada a la revista y siguió leyendo hasta que a los pocos segundos volvió a escuchar un susurro “Contigo” que la dejó con la mente en blanco e incapacitada para seguir con la lectura.  
            –Solo quiero darte un empujoncito.
            –Y te lo agradezco, Ma. Pero eso no es necesario, ya estoy bastante grandecita y sé lo que quiero. Las cosas han ido bien y quiero que sigan así. No quiero forzar nada con Maura.
            –Por la forma que te mira no creo que estés forzando algo; esa mujer te mira con amor, Janie.
            –Ya le hice daño una vez. No quiero volver hacerlo y por eso mismo quiero cuidar esta amistad que tenemos. Si ella me da otra oportunidad… yo contenta la aceptaré.
            –Espero que así sea, hija. –Sonrió al ver que Maura se acercaba, siguiendo a Milo que corrió hacia Jane y se sentó en la banca con su ayuda.
            –¿Tienes hambre Milo? –le preguntó Jane y él asintió con un sí. Maura se sentó al lado de Jane, agradecida de estar de regreso en la sombra. Angela le ofreció una botella de agua y la compartió con Milo.
            El móvil de Angela comenzó a sonar y contestó fingiendo sonar sorprendida a lo cual Jane puso los ojos en blanco. No se creía que su madre podía mentir así de fácil.
            –Oh Teresa, ¡Lo había olvidado! Ahorita mismo voy –decía.
            –¿A dónde vas, Ma? –preguntó Jane intentando ocultar una sonrisa pícara. Angela le lanzó una mirada seria.
            –Lo siento Maura, pero una amiga mía me necesita… –se dirigió a la rubia, ignorando la pregunta de su hija.
            –No se preocupe Angela, debe ser importante.
            –¡Eres un ángel! Espero que disfruten del resto del día. ¡Adiós, Milo! –besó la mejilla del niño. 
            –Humm –dijo Jane, siguiendo con la mirada a su madre.
            –¿Estás triste porque no se despidió de ti con un beso?
            Jane giró su cabeza con tal rapidez que el cuello le sonó.
            –Creo que soy una mala influencia en ti. Ese tipo de sarcasmo humorístico…
            –¿Acaso me estás diciendo que tu humor es malo?
            –Maur…
            –¡Pato! –exclamó Milo y se bajó de la banca para acercarse al agua.
            –Milo no te acerques mucho. Siéntate ahí. Sí, ahí. –Su hermano la miró e hizo lo que le ordenó, sentándose a la orilla mirando como los patos se movían de un lado a otro–. Pronto le tendré que cortar un poco el pelo… –pensó en voz alta.
            Jane estaba sacando los alimentos de la canasta y la miró sonriendo antes de mirar al niño.
            –Si no quieres que se muera de calor, sí.
            –Tú y yo tenemos pelo largo y no nos estamos muriendo.
            –Y por algo ambas lo tenemos recogido y Milo es un chico.
            –El sexo no tiene nada que ver; hay hombres que se son muy atractivos con el pelo recogido.
            –Pocos pero cierto. Y Milo es un niño. –Se rio ante la mirada confusa de Maura– ¿Quieres comer?
            –Sí. –Llamó a Milo y los tres comieron sentados sobre el manto en el pasto. Jane pensó que hubiera sido buena idea traer a Jo así podría correr y jugar con Milo. Cuando se lo comentó a Maura, Milo se emocionó y pidió conocer a la perrita.
            –Ella también es protectora como yo –le decía la morena al niño que estaba sentado enfrente de ellas terminando de comer su sándwich–. Pero no te hará daño, creo que estará muy feliz de poder jugar contigo.
            –¿No juegas con ella?
            –Sí pero no puedo hacerlo mucho por el trabajo.
            Detrás de las gafas oscuras, Maura la miraba con ternura. A pesar de lo que Jane le había dicho, era muy buena con los niños y se le daba de forma natural aunque ella no lo viera del mismo modo. Después de terminar de almorzar, descansaron la comida recostadas sobre la manta con Milo entre ellas.
            –Quiero.
            Maura dejó el libro que leía a un lado y alzó la mirada, siguiendo el brazo de su hermanito que apuntaba a otros niños que le daban de comer a los patos.
            –¿Quieres darles de comer a los patos? –preguntó y Milo asintió. Jane se incorporó sobre sus codos, mirando en la misma dirección.
            –Le podríamos dar un poco de pan –sugirió.
            –Si no se lo comen podría formar algas, disminuir el oxígeno y hasta causar infeccio-
            –Maur, me encanta esa mente brillante que tienes pero solo será un poquito. –Le guiñó un ojo–, ya sabes, será algo que siempre recordará. ¿Acaso no lo hiciste cuando eras pequeña?
            Maura bajó la mirada.
            –¿En serio? –preguntó sorprendida.
            –Mis padres nunca me lo permitieron… por las mismas razones que mencioné.
            –¡Siempre hay una primera vez para todo! ¿No es verdad Milo?
            Milo no había entendido mucho de lo que habían dicho pero igual asintió, ya poniéndose de pie.
            –Pero Jane…
            Jane sonreía, buscando una rebanada de pan que partió a la mitad para darle un pedazo a Milo y otro a Maura.
            –Serás la hermana guay.
            –Soy la única que tiene, Jane.
            Jane se rio y caminó con ellos hasta el borde del lago y simplemente observó cómo los dos reían mientras alimentaban a los patos.
            –Tiene un hijo muy lindo –dijo una señora que estaba a su lado, observando los patos con un niño que parecía tener la misma edad que Milo– ¿Acaso es vuestro?
            –Es mi hermano –contestó Maura con una sonrisa, mientras acariciaba el cabello de Milo, despeinándolo en el proceso.
            –Ay perdón…
            –No se preocupe, pasa mucho.
            La mujer se rio nerviosa y un hombre sentado en un banco cercano la llamó y no se fue hasta volver disculparse con Maura.
            –¿En serio pasa mucho? –preguntó Jane, aunque podía ver el por qué.
            –No miento, Jane.
            –Cierto…
            –¿Quieres tener hijos? –soltó sin pensar.
            La pregunta tomó por sorpresa a Maura y pareció pensarlo por varios segundos antes de contestar.
            –Antes no quería por muchas razones; el trabajo, el horario… yo. Cuando Milo se hizo parte de mi familia apenas tenía unos meses. Yo tomé un descanso del trabajo para estar y cuidar de él. No fue nada fácil al principio… era la primera vez que cuidaba de un bebé y tuve que aprender muchas cosas. –Su mirada se clavó en el niño de ojos verdes–. Él me hizo cambiar de pensar, y creo que cuando llegue el momento y la persona ideal, podría tener un hijo.
            Jane sonrió ante la respuesta.

            Maura terminó un capítulo del libro y antes de seguir con el siguiente, alzó la mirada para ver a Jane y a Milo correr detrás de una pelota, ¿acaso no se cansaban de correr de un lado a otro? Ya comenzaba a atardecer y el reflejo en el agua del lago era hermoso. Decidida de disfrutarlo al máximo, cerró el libro y observó cómo Jane reía con Milo.
            “Es mucho más de lo que imaginé” pensó, ladeando la cabeza. Había notado que en el trabajo Jane tenía un porte un poco diferente; tenía que ser más firme y seria. Aunque los tiempos habían cambiado muchas cosas, aún no era fácil ser una mujer y detective. Pero en ocasiones como esta podía ver un lado de Jane que pocas personas tenían la oportunidad de presenciar;  una faceta cariñosa, un lado de niña y un corazón que era demasiado grande y noble.
           
            –Déjame ayudarte con el niño –ofreció y Maura asintió abriendo la puerta del auto para agarrar la canasta antes de hacerse a un lado para permitir que Jane pasara.
            –¿Todo bien?
            –Sí… es que estos cinturones siempre son un lío –susurró para no despertar a Milo.
            Maura sonrió y esperó hasta que Jane salió del auto con Milo en sus brazos.
            –No te preocupes, no despertará, por lo general no lo hace y con todo lo que corrió hoy sería un milagro si lo hiciera.
            –Ojalá todos los niños fueran así.
            –Habrían muchos padres contentos entonces. –Abrió la puerta de la casa y entró, dejando la canasta a un lado para guiar a Jane hasta el cuarto de Milo. Maura se ocupó de cambiarle la ropa y cubrirlo con su manta de Batman.
            –Gracias por el día de hoy, Jane. Hace mucho tiempo que no me relajaba de ese modo.
            –Gracias a ti por aceptar la invitación. –Aceptó la cerveza que Maura le ofreció y ella se sirvió una copa de vino–. Estás cansada –observó.
            –Ha de ser por el calor –contestó antes de tomar un sorbo y cerrar los ojos, disfrutando del sabor.
            –Maur
            –¿Humm?
            –Me preguntaba si te gustaría ir al cine conmigo. –Su rostro se ruborizó al escuchar las palabras que salieron de su boca ¿acaso tenía 16 años? ¿Al cine…en serio?
            –¿Qué? –Maura la miró con una expresión entre confundida y divertida.
            “Es broma” pensó Jane, pero las palabras que salieron de sus labios no fueron las mismas.
            –Al cine… ya sabes, para ver una película en la pantalla grande. Una que no sea de los noventas –.Permaneció mirándola sin apenas pestañar. “Genial, Jane… sigue cavando tu propia tumba”
            Maura no sabía si estaba bromeando o no. No recordaba la última vez que había estado en un cine. Un teatro sí, ¿pero un cine? No.
            –Sí. Me gustaría
            –¿He?
            –Sí. Me gustaría ir contigo al cine, Jane. –Sonrió divertida y tomó otro sorbo de vino, insegura de las siguientes palabras que diría–. ¿Es una cita?
            Ahora la sorprendida era Jane que se ruborizó de tal forma que estaba segura que era muy, muy visible, aun en la tenue luz del salón de Maura.
            –Cita… –repitió como si hubiera olvidado el significado de la palabra e intentaba buscarlo por algún rincón de su mente. ¿Acaso Maura estaba dándole una oportunidad? Tragó en seco y asintió antes de confirmarlo.
            –Sí… es una cita –decidió reformular su pregunta–. ¿Te gustaría tener una cita conmigo, Maura?
            Los dedos de Maura jugaron con el tallo de su copa, subiendo por el cáliz hasta delinear el aro con el dedo índice. Sus ojos abandonaron el color rojo del vino para fijarse en el oscuro de los ojos de Jane.
            –Sí.

Continuará...


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