martes, 7 de enero de 2014

Extraños en la noche by Isles - Capítulo 1

¡Feliz 2014!


...Y feliz día de Reyes, algo atrasado, espero que disfrutaran un montón. Hoy se reincorpora mucha gente a su lugar de trabajo/estudio, otros quizá ya lo hicieron y unos más afortunados cof cof lo harán dentro de una semana más :P

Es por eso que aprovechando el tiempo libre, paso a dejarles un regalo de parte de Isles, otro oneshot de las Rizzles. Recuerden que pueden investigar más sobre este par buscando Rizzoli & Isles y también visitando el blog de nuestra autora invitada :D 

Sin más que agregar,

Post Editado: Como podrán notar por el título del post, este fanfiction ya no será oneshot, pues su autora decidió convertirlo en fic largo :D

¡Feliz lectura!

Extraños en la noche
Autora: Isles

N/A: Este oneshot quería ponerlo en fin de año... pero eso no se me hizo posible. Pero como dicen por ahí, mejor tarde que nunca. Me gustó mucho escribir este corto fic (aunque admito que la musa se me escapó a no sé dónde justo en el medio :/)

Aún prefiero las historias de más de un capítulo... pero admito que le estoy agarrando el gustillo a los oneshots :)

Espero que les guste y comentarios siempre son bienvenidos!

Besos
  –¿Detective Rizzoli, está de acuerdo con las propuestas expuestas? –preguntó un hombre.

            Jane Rizzoli sacudió la cabeza abriendo los ojos desorientada por unos segundos antes de aclarar la garganta. La mirada de todos estaba centrada en ella. Si ese no era el momento más vergonzoso de su vida, estaba segura que se acercaba bastante.

            –Emm
            –¿Entonces, detective? –El hombre cruzó sus brazos, su ceño fruncido expresaba claramente su molestia.
            –Sí, estoy de acuerdo –dijo, irguiendo la espalda. No tenía ni la más mínima idea sobre lo que le habían preguntado. De lo único que estaba segura era que los ojos se le habían cerrado hace mínimo cinco minutos, y desde entonces no se enteró de nada más.
            –De acuerdo, aquí concluye la reunión. Feliz año nuevo a todos. –El hombre apagó el proyector y todas las personas comenzaron a levantarse y salir del salón de conferencias.

            Jane se levantó de la silla y salió del salón, estirando sus brazos para luego restregarse los ojos; apenas había dormido en dos días. Pero por fin había terminado y el solo pensar que tendría una semana libre, dibujaba una sonrisa en sus labios. Cuatro días en la convención tenía su lado bueno y malo, y este año fue un poco más al lado malo, ya que fue ella quien tuvo que dar la presentación que Korsak hacía todos los años. Las presentaciones se le daba bien, pero nunca había presentado a más de trecientas personas, sus nervios eran tanto que hasta las piernas le temblaban.

            Lo primero que hizo fue ir al pequeño café que  había encontrado a unas cuadras de la convención. No todo del viaje había sido tan malo; le habían pagado las cuatro noches en el hotel de Marriott Marquis, que quedaba a unas cuadras de Times Square y eso le permitió explotar un poco la ciudad de Nueva York. El lugar era tan acogedor y el café tan bueno que no se fue sin pedir otro. Tenía suerte que el hotel estaba a dos cuadras, porque la chaqueta que llevaba no la protegía, para nada, del frío de la noche.

            –Rizzoli –contestó al celular, a la vez que entraba en el hotel.
            –¿Así le contestas a tu madre?

            Jane cerró los ojos y suspiró, tomándose el tiempo para beber un sorbo del café antes de contestar.

            –No sabía que eras tú, Ma. –El sonido del ascensor bajando por los pisos llegó a sus oídos y se apresuró–. Sí… tengo un tono para ti…
            –¿Por qué no estás en casa? Tienes seis horas para estar aquí.
            –Mi vuelo sale en dos horas. –Giró en la esquina que daba al ascensor–. ¡Mierda! –exclamó al colisionar con alguien que salió de él.
            –Oh… –La otra mujer se miró el vestido que ahora estaba manchando de café–. ¡Mire lo que ha hecho!

            La mirada furiosa de Jane estaba centrada en su chaqueta que también había tenía varias manchas del líquido. El vaso ahora yacía en el suelo y en la mano aún sostenía el celular; podía escuchar a su madre que seguía hablando.  

            –Ahora te llam… –Sus palabras se ahogaron en su garganta y su enojo se disipó al alzar la mirada de su ropa y encontrarse con la de la mujer enfrente de ella. Con un dedo terminó la llamada y guardó el aparato en el bolsillo de la chaqueta.
            –Lo siento –dijo al bajar la mirada hasta la mancha en el vestido de la rubia. Estaba segura que con lo que costaba ese vestido podría comprarse cuatro sino cinco de sus chaquetas–. Estaba hablando y no puse atención a donde iba.

            La mujer la miraba seriamente, sin aceptar su disculpa.

            –Mira, no sé qué más puedo decir, ya me disculpé y yo también tengo café en mi ropa.
            –¿Acaso tengo que disculparme por su torpeza? –preguntó, ladeando la cabeza, alzando una de sus cejas ante el descaro de la morena.

            Jane se mostró sorprendida por la respuesta.

            –Estuve mucho tiempo preparándome y ahora tengo que volver a empezar desde cero –habló entre dientes, intentando limpiar el café de la tela con sus manos, era inútil.
            –Pues lo siento mucho. –Esta vez lo dijo con una pizca de sarcasmo.

            Jane tuvo que apretar sus labios en una fina línea para que una risa no se le escapara al ver la reacción de la mujer. Y en ese momento tomó unos segundos para observarla, su maquillaje era mínimo y sus ojos color avellana eran hipnotizante, aunque su mirada no era muy amigable en ese instante.

            La rubia la miró, notando la correa para portatarjetas alrededor de su cuello; era idéntica a la que ella usó unas horas antes en la convención.

            –¿Es agente? –preguntó. No podía ver la tarjeta de identificación.
            –Lo siento. –Jane recogió el vaso del suelo, haciéndose a un lado para que una mujer de servicio pudiera limpiar el café del suelo.  
            –Detective –aclaró, una vez que terminó el breve intercambio de palabras que tuvo con la mujer de limpieza–. ¿Por qué pregunta? –inquirió una vez que cayó en cuenta de que no tenía su arma ni su placa a la vista, en sí, no las tenía con ella.
            –Podría ser detective, también. –Su expresión se suavizó y Jane no pudo contener la risa un segundo más.

            Jane presionó el botón para que el ascensor bajara y se apoyó en la pared, cruzando sus brazos.

            –No creo que pueda permitirse vestir de ese modo en un salario de detective. Y no respondió a mi pregunta.
            –La correa en su cuello, fue a la convención.

            Jane se tocó el cuello, sintiendo la correa. Olvidó quitársela con el apresuro que tenía para salir de aquel lugar.  

            –No está nada mal, para no ser detective, claro. –Se quedó mirando a la mujer que sonreía levemente, como si estuviera orgullosa de sí misma.
            –Estuve en la convención.
            Las puertas del ascensor se abrieron y las dos mujeres se miraron antes de entrar en él.
            –¿Qué piso? –preguntó Jane.
            –35

            Jane soltó un silbido antes de presionar el botón del piso, un detective no podría darse el gusto de quedarse en un piso con esa vista. Presionó el botón del piso 21, donde estaba su habitación.

            –¿Entonces eres criminalista? –preguntó al girarse hacia la mujer que era un poco más baja que ella.
            –Oh… creo que no me he presentado. Soy Maura Isles, médico forense en jefe del Estado de Nueva York.
            –Si nuestro médico forense fuera como tú –dijo conteniendo una risita–. Darían más ganas bajar a la morgue –cerró su boca, sorprendida al escuchar sus propias palabras. ¿Cómo pudo decir eso?

            La expresión de Maura cambió a una de confusión. Jane hizo un gesto con su mano, quitándole importancia a sus palabras. No podía negarlo, estaba aliviada de que la mujer no se percató de su insinuación.  

            –Jane, una simple detective de homicidios de Boston –tendió su mano y Maura la sostuvo en un saludo, sus miradas se encontraron y no reaccionaron hasta que el ascensor se detuvo. Maura aclaró su garganta y dio unos pasos hacia atrás hasta que su espalda chocó con la pared.    
            –Bueno… –La morena se colocó entre las puertas del ascensor para que no se cerraran–. Fue un gusto conocerla, Dra. Isles… y en serio, siento lo de su vestido.
            –Lo mismo digo, detective… aunque lo haya arruinado. –A pesar de sus palabras serias, las comisuras de sus labios dibujaron una leve sonrisa en sus labios.  

            Jane sonrió y dio un paso hacia atrás y las puertas comenzaron a cerrarse.

            –Y gracias por el cumplido –dijo la rubia justo antes de que las puertas se cerraran, dejando a Jane boquiabierta, sintiéndose abochornada. ¿Cómo pudo pensar que la mujer no se había dado cuenta…?

            Jane caminó hasta la puerta de la habitación, deslizó la tarjeta y se abrió. Lo primero que hizo fue quitarse la chaqueta. Se sentó al borde de la cama, separando la camisa húmeda de su piel con una mano, mientras chequeaba la información de su vuelo en el celular con la otra.

            –Oh… –dijo en voz baja, haciendo una mueca. Las noticias no le gustarán a su madre. Marcó el número y lo puso en altavoz mientras se desabrochaba la camisa. No podía dejar de pensar en el rostro de la mujer que apenas había conocido.
            –¿Cómo te atreviste a terminar la llamada de ese modo? ¡Me dejaste hablando sola!
            –Tuve un… pequeño incidente, Ma.
            –¿Qué ‘incidente’ es tan importante como para que dejes a tu madre hablando sola?
            Jane se frotó la frente. Como si esa hubiera sido la primera vez que lo hubiera hecho, la reacción de su madre era excesiva.
            –Solo te llamaba para avisarte que no podré llegar a casa hoy –dijo, encogiéndose un poco, esperando la reacción de la mujer.
            –¿!Qué!? ¡Pero es fin de año!
            –Lo sé… Pero acabo de ver que han cancelado mi vuelo por la tormenta de nieve.
            –Sabía que no debiste ir a esa reunión.
            –Vengo todos los años, ma –intentó razonar con la mujer.
            –Pero no en estas fechas, ¿Qué acaso no tienen familiares?
            Jane se abstuvo de responder.
            –¿Cuándo regresarás entonces? –preguntó un poco más calmada.
            –Saldré en el primer vuelo mañana –eso pareció calmar a su madre un poco más.
            –Si no vas a estar aquí, aprovecha y sale, ¡podrías ir a ver la bola en Times Square!
            –Ma… –Lo único que le apetecía era tirarse en cama y dormir lo que no había hecho en esos dos últimos días.  
            –Lleva la cámara, quiero que me traigas unas fotos, y más vale que aparezcas en una de ellas.
            –…¿Por qué no lo ves en la televisión?
            –Jane Cle
            –Ya, lo haré. Ahora tengo que prepararme. Feliz año nuevo, Ma.
            –¡Feliz año nuevo, hija! No te olvides de mi foto.
            –Sí, sí. –Terminó la llamada y soltó un gritó de frustración. Eran las 7:00PM, no habría forma de que pudiera acercarse a la bola en Time Square para tomar una foto decente. Lo que más la sorprendía era que se estaba planteando, en serio, el pedido de la foto. No estaría en casa para darle la bienvenida al año nuevo con la familia, era lo menos que podía hacer por su madre.

            Con un último suspiro terminó de sacarse la ropa y entró en el baño, cerrando la puerta tras ella.


****
            Jane se miró en el espejo, inspeccionando su reflejo. Se colocó la bufanda alrededor del cuello y caminó hacia la ventana para observar la vista que tenía de Central Park; era hermoso y si pudiera viviría ahí por el resto de su vida, despertando con esa vista cada día.

            La primera parada que hizo fue para cenar, y gracias al café y medio que había bebido antes, sus sentidos estaban tan despiertos como ella hace tres días. Aunque no estaba segura si era el efecto del café, de la comida o el ambiente con el que se encontró cuando comenzó adentrarse entre la multitud de gente en Times Squares. No estaba cerca, en lo absoluto, de la bola, así que permaneció en las afueras del restaurante donde había cenado; ahí la gente no estaba tan apretujada y podía, por lo menos, moverse.

            Ahí estaba de pie, con sus brazos cruzados protegiéndose del frío y con una expresión ridícula; un hombre le había regalado unas gafas del 2014 azules con luces y se las había puesto. Comenzaba a pensar que le daría un ataque epiléptico en cualquier instante, así que se las colocó en la cabeza. Todo le parecía ridículo en ese momento. Había mucho bullicio, ya su espacio personal era inexistente y aún quedaban cinco minutos para la medianoche, entonces su pesadilla habría terminado. Lo peor de todo era que estaba ahí sola, tal vez por eso todo era una molestia. Si hubiera ido con alguien las cosas no serían tan blanco y negro.   
            –Mejor sacó esa foto ahora… –Pensó, cayendo en cuenta que se había olvidado de hacerlo antes.

            Sacó el celular, frunciendo el ceño al ver que en la pantalla apenas se veía la famosa bola. No le quedaba de otra, así que tomó la foto e hizo una mueca cuando la chequeó; se veía más el pelo de toda la gente enfrente de ella que cualquier otra cosa. Se dio media vuelta para sacarse la foto donde aparecería ella, para su madre, claro. Se sentía ridícula sosteniendo la cámara hacia ella misma, con una multitud de gente a su alrededor.

            –¿Jane?
            Jane escuchó su nombre, pero estaba segura que no la llamaban a ella. ¿Quién podría estar llamándola?

            El flash de la cámara del celular la cegó y cuando vio la foto un “Oh, Dios” escapó de sus labios en un susurro.

            –Jane
Esta vez el cuerpo de la morena se paralizó y apartó su mirada de la cámara hasta encontrarse con cabellos dorados.
–¿Maura? –La mujer fue empujada por un hombre que pasó por detrás de ella y Jane reaccionó, sosteniéndola en sus brazos–. ¡Oye idiota, mira por donde caminas!

            El hombre se disculpó con ella de una forma amable, para su sorpresa, y siguió su camino.

            –¿Siempre le hablas así a las personas que se interponen en tu camino? –preguntó la rubia que aún estaba en sus brazos. La proximidad entre ellas era la suficiente para hacerles olvidar del frío que las envolvía.
            –Te empujó, Maura –dijo, alejándose un poco, no mucho ya que la multitud a su alrededor no se lo permitía–. ¿Cómo me encontraste?
            –No te buscaba. –Aunque no podía negarse que esperaba volver a ver a la detective. Tuvo que ser muy buena en el 2013 para que ese deseo se le cumpliera. Porque volver a encontrarse con la morena en el mar de personas donde se encontraban, era un milagro–. ¿Qué hacías? –preguntó con curiosidad, y continuó cuando la mujer la miró con una expresión atontada–. Con la cámara.
            –Ah… eso, supongo que era una selfie.
            –¿Selfie?
            –Ya sabes… sacarse una foto uno mismo…
            –Te la puedo tomar yo si deseas.
            –Emm…. ¿podríamos tomarla de las dos? Así no me sentiría tan idiota.

            Maura la miró inexpresiva por varios segundos, como si estuviera procesando las palabras de la mujer.

            –¡Claro! –exclamó y se colocó al lado de la morena quien instintivamente pasó un brazo por encima de sus hombros. Maura hizo lo que le pareció más natural y rodeó la cintura de la morena con su brazo.
            –¡Sonríe! –Tuvo que decirlo casi gritando para que la pudiera escuchar.

            Maura sonrió y el flash las cegó a las dos.

            –Guau… –dijo Jane al ver la foto y se la mostró a la rubia que reaccionó abriendo los ojos, sorprendida. Era una foto perfecta.

            Jane se percató de su brazo alrededor de Maura y se alejó un poco.

            –¿Qué pasó con los vestidos? –preguntó, notando que la mujer llevaba unos vaqueros blancos y una gabardina negra que le llegaba casi a las rodillas.
            –Me arruinaste el único que tenía preparado –dijo, sonriendo al notar el cambio repentino en el rostro de Jane–. No es necesario que te disculpes otra vez –añadió al notar que abrió su boca a punto de hacerlo.  
            –Veo que has… encontrado un nuevo accesorio –señaló a las gafas en la cabeza de Jane.
            –Creo que a ti te irían mucho mejor –se las quitó rápidamente, aprovechando la oportunidad de librarse de esa cosa,  y las colocó en la cabeza de Maura, riendo al ver la mueca que esta hacía.
            –¡10, 9, 8…! –la gente comenzó a gritar y las dos mujeres se miraron sorprendidas antes de unirse.
            Ya todo no era tan blanco y negro. Pensó Jane, gritando con más fuerza, sonriendo.
            –¡4,3,2,1 Feliz año nuevo!
            –Feliz año nuevo, Jane –gritó Maura con una sonrisa de oreja a oreja. Las gafas en su cabeza y las luces azules que se reflejaban en su rostro la hacían verse tan adorable que Jane no pudo contenerse un segundo más.

            Jane sonrió y sin pensarlo dos veces sostuvo con ternura el rostro de la mujer entre sus manos y la besó. Maura no correspondió al beso al instante por la sorpresa. Jane gimió en el beso al sentir brazos alrededor de su cintura, estrechándola con fuerza a la dueña de los labios que ahora correspondía al beso con intensidad.

            Para sorpresa de las dos, nada fue incómodo después del beso. En sí había sido todo lo contrario, lo cual lo hacía fascinante e inesperado; apenas se conocían y sentían una atracción inexplicable. Jane no podía negarse que desde el primer momento que vio a la mujer hubo algo que la atrajo, que movió todo en su interior.

            Cuando subieron en el ascensor el espacio parecía hacerse más pequeño con cada piso que subía. Habían disfrutado de una copa de champagne pero el beso no volvió a repetirse, aunque las dos se devoraban con la mirada. Cuando el ascensor abrió sus puertas, Jane se giró hacia la rubia, mirándola a los ojos por primera vez desde que subieron en él, sonrió sin moverse, insegura de cómo despedirse. Mañana se iría a Boston y no volvería a ver a la mujer.

            –Mi piso… –dijo con una sonrisa nerviosa–. Buenas noches, Maur. –Salió del ascensor sin dejar de mirarla, pateándose mentalmente por despedirse de esa forma. Tal vez un “Feliz año nuevo… espero volver a verte, me vuelves loca, no sé qué tienes que me haces sentir fuera de control” hubiera sido mejor; era lo que estaba pensando, pero ya las palabras habían salido de su boca y las puertas del ascensor se habían cerrado. Maura no había dicho nada.

            La morena permaneció inmóvil por varios segundos, pensando que no podía ser posible que ni con un “adiós” se había quedado.

            Las puertas del ascensor se volvieron a abrir y Jane no tuvo tiempo para reaccionar, los labios de Maura estaban en los suyos una vez más, besándola con urgencia y deseo. La morena casi pierde el equilibrio al recibir el cuerpo de la rubia entre sus brazos, pero se recuperó pronto, correspondiendo al beso con la misma intensidad.

            La puerta se abrió y se cerró con un portazo cuando la espalda de Maura golpeó la puerta. Las manos inquietas de Jane comenzaron a desatar el nudo de la gabardina y los botones hasta que cayó al suelo. Maura sostuvo el labio inferior de Jane entre los suyos, mordisqueándolo antes de separarse unos centímetros para mirarla a los ojos. La habitación estaba a oscuras pero las luces de la ciudad la iluminaban lo suficiente para percibir el brillo en los ojos de Jane y la dejó sin palabras. Maura se deshizo de la bufanda de Jane y labios cubrieron la nueva piel expuesta.

            Una risa ahogada escapó de los labios de Maura cuando Jane gimió sorprendida al ser su espalda la que estaba contra la puerta ahora. Maura tomó el control repentinamente, y Jane sonrió ayudando a la rubia para que la chaqueta se deslizara por sus brazos con facilidad. Los botones de la camisa de la morena cayeron al suelo y Maura no perdió tiempo en cubrir la nueva piel expuesta con sus labios.

            –Oh… –se mordió el labio inferior al sentir dientes en la piel de su cuello, y enredó sus largos dedos en el cabello dorado, incitándola a que no se detuviera.
            –Huum –gimió de placer al separarse de los labios de la morena y lamió los suyos de una forma que dejó sin respiración a Jane. Maura la miró a los ojos y se alejó de su cuerpo. Jane la miró confundida y Maura esbozó una gran sonrisa antes de darle la espalda, mirándola por encima de su hombro a la vez que sus manos comenzaban a desabrochar sus pantalones con una lentitud que se convirtió en una tortura para la morena que observaba cada movimiento.

            Los ojos de Jane se habían acomodado a la escaza luz. La silueta de Maura era tan visible para sus ojos como si estuviera a plena luz del día.

            –Quiero hacerlo –susurró con voz ronca a su oído, deteniendo las manos de las rubias que subían la blusa lentamente.

            Maura cerró los ojos, ladeando la cabeza para que los labios de la morena tuvieran mejor acceso a la piel de su cuello. Las yemas de los dedos de Jane rozaron lentamente el abdomen, disfrutando cada centímetro de la piel hasta cubrir suaves pechos con las dos manos. Las dos mujeres gimieron a la vez. Maura sentía como todo su cuerpo respondía a cada caricia, beso, y roce de Jane; su cuerpo estaba tan unido al suyo que podía sentir sus pechos en su espalda. Era enloquecedor.

            Maura se giró entre sus brazos y para sorpresa de las dos, tiró de uno de sus brazos, haciendo que cayera sobre la cama. Jane la miró sorprendida, apoyándose sobre sus antebrazos. La sonrisa dibujada en el rostro de la rubia hizo que su instante de sorpresa se evaporara en el aire.

            –Eres tan hermosa… –dijo en suspiro, siguiendo cada movimiento de Maura que subió a la cama y se acercaba lentamente hasta quedar sobre ella; sus labios fueron atrapados en un beso fogoso que las dejó a las dos sin aliento.  Manos exploraron hasta que no hubo barreras de ropa entre ellas. Sus cuerpos se revolcaron entre las sabanas, acariciando y besando cada centímetro de piel. Labios fueron degustados hasta quedar adormecidos.

            Jane sentía todo su ser vibrar con cada gemido que llegaba a sus oídos, cada estremecer, cada susurro. Nunca se había sentido tan completa. Era una sensación que la excitaba y a la vez la asustaba, ¿cómo podía sentir su corazón pleno de felicidad con una… extraña? Pero eso era precisamente lo que no podía comprender, Maura no era una extraña, no lo sentía así.

            –Jane… –susurró Maura entre jadeos y gemidos. La mano entre su entrepiernas la estaba llevando a la locura y ni siquiera la había tocado donde más quería–. ¿Alguna vez… –Los dedos que se deslizaron entre sus pliegues con facilidad por su humedad, la hicieron callar con un grito ahogado.
            –No –respondió Jane. No necesitaba escuchar el resto para saber qué era lo que Maura estaba preguntando. Nunca había hecho esto, nunca se había acostado con una mujer, mucho menos una persona que había acabado de conocer ese mismo día.

            La expresión de complicidad en el rostro de Maura fue suficiente para no preguntar lo mismo; aquella sonrisa tímida y apenada fue la respuesta a una pregunta que nunca llegaría.  

            Los brazos de Maura se aferraron a los hombros de la morena al sentir como se hacían una sola. Sus corazones latían con la misma intensidad, besos acallaron gemidos inevitables y cuerpos sudorosos se movieron al mismo tándem.

            Esa noche las dos mujeres, por primera vez,  conocieron el verdadero significado de la pasión.

            Unos rayos de sol fueron su despertar: Maura abrió los ojos lentamente, con el recuerdo de las últimas palabras de Jane en su cabeza “Feliz año nuevo, Maur”. Había sido el mejor recibimiento al año nuevo que había tenido en toda su vida. Una sonrisa se dibujó en sus labios y estiró su brazo, buscando el calor del cuerpo de la mujer. Maura se sentó y miró hacia todos los lados buscando alguna señal de la morena. Al lado de ella, sobre la mesita, un papel con su nombre escrito parecía estar ahí, mirándola, incitándola a que lo tomara. Sus ojos brillaron con las lágrimas que sabía que llegarían al leer la nota. Con dedos temblorosos tomó el pequeño pedazo de papel y lo leyó lo más lento que pudo, lo tuvo que hacer varias veces…antes de arrugarlo, apretándolo en su puño cerrado.

–¿Bajarás con nosotros? –preguntó el detective Frost, esperando a que su nueva compañera reaccionara.
–¿He? –preguntó Jane, levantando la vista de la pantalla del celular. No se atrevía a borrar la foto de fin de año. Habían pasado cuatro meses y ese era el único recuerdo que tenía de Maura… eso y el recuerdo de sus besos y sus caricias que no podía olvidar por más que quisiera.
–Ya tienen los resultados, bajamos a la morgue –avisó Korsak sin moverse, como si estuvieran esperando por ella.
–¿Acaso me están esperando? Pueden ir sin mí.
–Es mejor que bajes con nosotros, así te presentamos la nueva médico forense. ¡Está buenísima!
Korsak se rio y Jane lo miró, levantando una de sus cejas; si Korsak no lo negaba… valdría la pena verlo por sí misma.
–Está bien, está bien. –Se levantó de su silla y guardó el celular en su bolsillo.
–Ya me darás la razón –comentó Frost una vez que estaban en el ascensor.
–No te he negado nada –contestó Jane, moviendo su cabeza negativamente. Estaba segura que la mujer no sería nada del otro mundo, como siempre lo era con los ‘gustos’ de su compañero.

Los tres salieron del ascensor y caminaron por el pasillo hasta llegar a la morgue. Susie estaba de espalda a unos metros de ellos, hablando con otra mujer. Jane dedujo que tenía que ser la nueva médico forense.

–Buenos días detectives –saludó la criminalista cuando les pasó por el lado.

Los detectives tomaron la oportunidad de acercarse a la mujer en la bata blanca que aún estaba de espalda a ellos, leyendo unos reportes.

–Perdone la molestia doctora, hemos bajado para escuchar los resultados. –Frost hizo una pausa y miró a su compañera. –La detective Rizzoli está con nosotros.
–Detective Jane Rizzoli para su servicio –dijo Jane en un tono divertido que era más dirigido a su compañero Frost que aprovechaba que la doctora estaba de espaldas para hacerle señas.

El cuerpo de la forense se inmovilizó y la hoja que sostenía entre sus dedos cayó al suelo; esa voz la podría reconocer en cualquier lugar, soñaba con esa voz y con su dueña. Era el mejor sueño y la peor pesadilla.

Jane se apresuró a recoger la hoja, pero cuando levantó su mirada del suelo y sus ojos se encontraron con las de la doctora, sintió sus piernas debilitarse y su boca secarse.

–…¿Maura? –preguntó apenas en un susurró.
–¿Se conocen? –preguntó Korsak, observando a las dos mujeres con gran interés.

Maura se recuperó de su sorpresa inicial, tragó en seco y con todo el profesionalismo del mundo, tendió su mano y dijo:

–… creo que no me he presentado. Soy Maura Isles, médico forense en jefe del Estado de Massachussetts. 


Continuará...



4 comentarios:

  1. Dioss.....!! Pero que apasionado!! Me encanto.. si que si

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  2. Hola! Isles por aquí, solo quería anunciar que este oneshot ya no seguirá siendo oneshot :) habrá continuación pronto!

    Gracias por leerme <3

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  3. Excelente noticia Isles, ya actualicé el título de la entrada :)

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  4. Esta buenísimo últimamente e estado dándole vueltas a esta pareja y me a encantado. Espero con ancias la continuación, esta tan hermoso. GRACIAS XD

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