domingo, 8 de junio de 2014

Extraños en la noche - Epílogo

Hola Gente,

Lo sé, mucho tiempo ha pasado, es extraño, hace un par de años mi vida era muy complicada (o eso me parecía), el caso es que ahora que tengo mucha paz mental y tranquilidad emocional (?) aparecen las complicaciones de la vida adulta. Pues si, empiezo a darme cuenta de que me hago mayor (ya se distinguir entre el perejil y el cilantro y encima ahora me leo las etiquetas de los alimentos que voy a comprar).

En fin, que mis días de bloguera despreocupada y programadora freelance ahora son días de analista en busca de un puesto fijo. Sin embargo, aún tengo corazón de yurifan así que el día menos pensado (como hoy) les dejo algún post.

Bueno, mejor presento la entrada que como siga contándoles de mi vida l@s aburro.

Acá tenemos el epílogo del primer fanfiction Rizzles publicado en este blog, espero no sea el último y que nuestra amiga Isles nos de otra alegría pronto.

PD: para l@s amantes de las series de TV ¡Hey! Volvió Orange is the new black, esa serie es genial, ah y Faking it, ha resultado una gran revelación (de no ser porque la rubia es clavadita a mi prima pequeña, no odiaría tanto a la pelirroja) pero bueh, espero tenga segunda temporada. 

Ahora si, a leer

Extraños en la noche
Autora: Isles
EPÍLOGO

N/A: Siento mucho la pequeña demora. Había dicho que estaría para el jueves pero pua media hora tarde. No me dio tiempo a terminarlo antes por el trabajo y mi horario. Espero que les guste y hasta la siguiente con Rizzles. 


Hombres salían y entraban del apartamento constantemente con cajas en sus manos. Algunos movían objetos más grandes y pesados. Todos eran conocidos; de la estación de policías; compañeros que se habían brindado para ayudar en la mudanza. Jane bajó por las escaleras, sosteniendo en su mano una lámpara. Su cabello estaba recogido en una coleta y, a pesar del aire fresco de otoño que entraba por la puerta principal, tenía un calor insoportable.
            —No me digas que conservarás esa lámpara.

            Jane, que en ese momento  la colocaba sobre la mesa de la cocina, se giró y lo miró reprendiendo sus palabras. Frankie, que conocía esa mirada como la palma de su mano, dijo:

            —¿Maura permitirá que lleves eso a su casa? —preguntó y se arrepintió al instante al ver cómo las cejas de la mujer se fruncieron aún más.
            —¿Qué estás intentando decir? —cruzó los brazos sobre su pecho.
            —Es horrible, Jane. Hasta Ma lo ha dicho.
            —No es horrible… —murmuró, regresando la mirada a la lámpara. Vale, que no era una lámpara muy común y el color marrón tampoco era el más. Pero había tenido esa lámpara desde siempre—. Maura tiene cosas más raras. —Pensó en voz alta, razonando. Sosteniéndola en sus manos, examinándola lentamente.
            —¿Y qué sería eso exactamente?

            Jane dio un respingo al escuchar la inesperada voz de la rubia, y la lámpara resbaló de sus manos, cayendo al suelo, rompiéndose en mil pedazos

            —¡Maura!
            —¿Qué decías? —preguntó la mujer, conteniendo su sonrisa.
            —Nada, nada… Le estaba diciendo a Frankie que…tienes cosas… —decía, agachándose para recoger los pedazos—. Cosas únicas…

            Frankie no pudo contener un segundo más la risa y se unió a su hermana para ayudarla.

            —Anda. Yo recojo esto —dijo entre risas, recibiendo una mirada seria de la morena.
            —No era mi intención asustarte.
            —Sé que nunca te gustó, Maur. —Entrelazó su brazo con el de la mujer, caminando juntas hasta el patio para poder habar con un poco más de privacidad.
            —Eso no es cierto. —Tragó en secó y exhaló con fuerza—. Está bien. No es, era, mucho de mi agrado.
            —Admite que te alegras un poco de que se me haya caído.
            —No me alegro, Jane. Recuerda en lo que quedamos; es nuestro hogar, no lo sería si no expresara un poco de las dos. Como esa silla Sacco que colocaste en el salón… —Las últimas palabras las susurró con un tono que, en los últimos dos años, Jane ha descifrado a la perfección. Ese tono que le dice que aunque Maura no ha dicho nada más sobre la ubicación de dicha silla, aún está pensándolo. Y lo ha notado; la forma en que la mira siempre que pasa por el salón, o cuando está leyendo un libro y levanta la mirada disimuladamente para echar un vistazo a la silla, como si pudiera devolverle la mirada.
            —No puedes negar que esas bolitas de poliestireno son muy cómodas. Más que tu silla.

            Maura aclaró la garganta, mirándola a los ojos.

            —Pero no tanto como tu sofá —añadió Jane con una sonrisa.
            —Tu silla irá al sótano o a cualquier otro lugar, pero no me convence que se quede en el salón…

            Jane simplemente sonrió. Sabía que tarde o temprano escucharía esas palabras. Estaba sorprendida que no hubiera sido días antes.

            Detuvieron su andar y Jane la miró de arriba abajo notando que no estaba vistiendo ropa apropiada para ayudarla con la mudanza. Todo lo contrario; vestía uno de sus vestidos que, después de todo el tiempo que ha pasado, siguen dejando a Jane sin aliento. Tal vez por la forma en que se ajusta a las curvas de Maura, además de que ése, específicamente, era uno de sus favoritos. Maura lo sabía, y no perdía oportunidad para usarlo.

            —Estás consciente que no puedes ayudar en una mudanza vestida de esa forma, ¿verdad? Mira mi atuendo.  
            Y Maura lo hizo; la miró detenidamente y se lamió los labios. La camiseta negra sin mangas permitía que sus ojos apreciaran la musculatura de los brazos de Jane,  y el sudor hacia que su piel morena reluciera.  
            —Si no te conociera diría que estás a punto de brincarme encima… o que me estás comiendo con la mirada.
            —Entonces tal vez no me conoces tan bien como piensa, detective. —Sonrió con un brillo en sus ojos.

            Jane aclaró la garganta al escuchar que dos hombres salían al patio para recoger unas cajas que habían quedado al lado de la puerta trasera.

            —El distrito 3 me ha llamado. Su forense está enfermo y es un caso de emergencia.
            —¿Otra vez? —No era la primera vez que algo así ocurría.
            —Solo será por un rato. Prometo regresar antes del anochecer. —Se acercó y la besó en los labios.
            —Si no te conociera… diría que estás escapando de ayudar con la mudanza —susurró sobre sus labios, limitándose a colocar sus manos en las caderas de la rubia para no arruinarle el vestido con el sudor.
            Maura le guiñó un ojo y se dio la media vuelta.
            —Nos vemos a la noche en casa. —La miró por encima del hombro con una sonrisa.

            No fue consciente de cuánto tiempo estuvo allí parada, incluso cuando el carro de Maura desapareció de su vista. La idea de tener un hogar con Maura aún parecía ser un sueño. No fue hasta que sintió una mano sobre su hombro que reaccionó.

            —Creo que el amor te hace un poquito sorda cada día más.
            —Muy gracioso —A pesar de su tono serio, tenía una sonrisa de oreja a oreja.
            —¿Cuándo piensas casarte? —preguntó de la nada.

            Jane detuvo su andar por un instante para mirarlo por encima de su hombro. ¿Acaso su hermano se había dado cuenta de sus planes y solo preguntaba para confirmar sus sospechas? Había sido muy cuidadosa hasta ahora, y recién comenzaba a planear el cómo quería hacerlo… no habría manera que él ya supiera.

            —¿Qué clase de pregunta es esa? Apenas nos estamos mudando juntas.
            —Claro. Han estado viviendo prácticamente juntas estos dos años, me parece un milagro que les haya tomado tanto tiempo tomar la decisión.
            —Umm. —Jane entró nuevamente en el apartamento, seguida por Frankie. Si lo piensa de esa forma, sí, les tomó mucho tiempo para mudarse. Pero su hermano tenía un poco de razón, o toda. Durante esos dos últimos años se alternaron entre su apartamento y la casa de Maura. Ya casi toda su ropa estaba en la habitación de Maura. Solo necesitaba mover sus otras pertenencias.
            —Te conozco demasiado bien, hermana. Vas a tener que mejorar un poco con tus actuaciones o los demás se darán cuenta que planeas algo… eso o puedes contar con mi ayuda —sonrió con anticipación, ya quería saber con exactitud lo que su hermana tramaba.
            —Sigue soñando, hermanito —se rio y le dio la espalda para seguir ayudando a sus compañeros con la mudanza.

*****
            La mujer caminaba impacientemente de un lado a otro. Todo había salido bien hasta el momento, solo necesitaba una última cosa y para eso estaba allí. No había razón para que algo saliera mal.

            —¿Detective Rizzoli?

            Se giró rápidamente al escuchar su nombre y asintió acercándose al hombre.

            —Puede pasar —avisó y le sostuvo la puerta.

            La oficina era espaciosa y de buen gusto. Pero para su sorpresa, la decoración era más simple de lo que esperaba.

            —Jane. —El hombre se levantó de la silla detrás del escritorio y se apresuró para acercarse y saludarla con un abrazo.
            —Señor Isles. Siento mucho no haberme anunciado con anticipación.
            —Richard, Jane.

            Jane sonrió apenaba, recordando que el año pasado, en la fiesta de navidad, le había dicho que podía llamarlo Richard. No había necesidad de formalidades entre ellos.

            —¿Te ha acompañado mi hija? —preguntó. Jane reaccionó al escuchar su voz y recordó la razón por la cual había llegado hasta la oficina del hombre.
            —No. Maura y Milo salieron con mi madre para mostrarle la ciudad.

            El hombre ladeó la cabeza un poco y Jane no pudo evitar la leve sonrisa que se dibujó en sus labios. Maura hacia el mismo gesto cuando no entendía algo. Tal vez se comenzaba a preguntar el porqué de su presencia entonces. Era lo más seguro. Jane lo siguió con la mirada y una vez que retomó el asiento detrás del escritorio, ella se sentó enfrente de él. Tragó en seco reuniendo el valor que antes tenía pero que ahora parecía haberse esfumado en el aire. Cerró los ojos por un segundo y cuando los volvió a abrir, las palabras brotaron de sus labios sin pensarlo. No podía pensarlo, si lo hacía se convertiría en un manojo de nervios y sus palabras no se entenderían.  

            —Quería hablarle sobre Maura. —Se mordió el labio inferior, sintiendo como las palabras se ahogaban en su garganta. Esto era mucho más difícil de lo que esperaba. Richard se limitó al silencio, esperando a que la detective continuara—. Maura… —. Se maldijo mentalmente.
            —¿Está bien mi hija? —preguntó, comenzando a preocuparse.
            —Sí, sí —Se apresuró a decir. Sus manos formaron un puño sobre sus piernas y dejó todas las dudas y preocupaciones a un lado—. Como sabe, Maura y yo hemos estado juntas por un tiempo… —Casi cuatro años, pero por la sonrisa que se dibujó en el rostro del hombre, dedujo que era algo que ya sabía... y tal vez comenzaba a sospechar lo siguiente que diría.
            ‘Ahora o nunca, Jane’ —pensó, mirándolo a los ojos.
            —Le propondré matrimonio a Maura esta noche. Quería saber si tengo su bendición…

            El hombre permaneció inmóvil por varios segundos antes de levantarse de la silla y ajustarse la chaqueta del traje. Le dio la vuelta al escritorio y la seriedad en su rostro comenzó a preocuparla. Pero cuando el hombre extendió su mano con una gran sonrisa en su rostro, sintió como todo el peso del mundo se quitaba de sus hombros.

            —Ya eres parte nuestra familia, Jane. Claro que tienes mi bendición. —La volvió a abrazar.
            —Gracias señ… Richard.
            —Estoy seguro que Maura será muy feliz con tu proposición. Ya lo es. Estoy sorprendido que hayas esperado tanto tiempo.
            —El tiempo pasa demasiado rápido. —Teniendo en cuenta que ha pasado un año desde que decidió que quería proponerle matrimonio a Maura.
            —Esta noche…
            —Es un día especial para nosotras —se adelantó a decir, imaginándose las palabras que le iban a seguir.
            —Es una pena que aún este trabajando, pero me dará tiempo para llegar para la fiesta después de media noche ¿Eso se interpondrá con tus planes?
            —Para nada. Pienso hacerlo antes. —Miró el reloj, nerviosa. Solo le quedaba media hora para llegar al lugar que había acordado con Frankie.
            —Te desearía suerte pero sé que no la necesitarás.

            Jane sonrió y asintió antes de salir de la oficina. El frío de este invierno no era tan fuerte como lo recordaba de aquella noche, pero eso era bueno. Cuando divisó a su hermano entre la multitud, corrió hacia él.

            —¡Jane! —exclamó Milo que fue el primero que la vio.
            —Hola pequeño. —Le revolvió el pelo con su mano, riéndose de la mueca que hizo el niño que ya no era tan pequeño—. ¿Todo como planeado?
            —Sip. Listo.  —Le entregó un pequeño paquete.
            —Misión cumplida, compañero. —Lo felicitó Jane.
            —Ma debe llegar en cualquier momento, entonces te toca.
            —Conozco perfectamente el plan, Frankie.
            —Te pones demasiada seria cuando estás nerviosa —se burló.

            De entre la multitud apareció su madre caminando apresuradamente hacia ellos, con la respiración entrecortada. Cuando llegó hizo una señal con su mano para que le dieran un segundo para recobrar el aliento.

            —Me apresuré lo más que pude. Definitivamente, es mejor ver esto desde la comodidad de la casa. Demasiada gente.
            —¿Qué esperabas, Ma? Cada fin de año está igual —comentó Frankie.
            —Ya queda poco, ¿Llegarás a tiempo? ¿La encontrarás?
            Jane la miró con pánico.
            —¿Acaso no la dejaste donde habíamos quedado?
            —De eso quería hablarte… No pudimos llegar allí porque habían cerrado la calle que me dijiste, así que le dije que fuera por otro camino y que yo me encontraba con Frankie y Milo y entonces nos encontraríamos en donde quedamos…
            —Ma… —Se pasó la mano por su cabello, intentando mantener la calma, viendo ante sus ojos cómo los planes de todo un año comenzaban a desmoronarse.
            —¿Qué estás esperando? Anda, anda. —La alentó su madre, notando la preocupación en el rostro de su hija.

            Jane no lo pensó dos veces y comenzó a caminar apresuradamente. Lo más rápido que podía teniendo en cuenta que la multitud de gente no le permitía moverse mucho. Se detuvo por un segundo y miró a todos los lados; se sentía perdida en un mar de gente. Su madre tenía razón ¿cómo la encontraría? ‘A la izquierda’ pensó, guiándose por la gran bola de cristal que tenía a los lejos. ‘Un poco más adelante’ se decía a sí misma. Más para conservar la calma que cualquier otra cosa. Tenía que estar segura que la encontraría. Siempre lo hacía.

            —¡Oye idiota, mira por donde caminas! —Escuchó, pero cuando se giró para disculparse, se dio cuenta que no había sido con ella, sino con un hombre a su lado que había derramado la bebida de otro. Una sensación de déjá vú se apoderó de ella e inhaló con fuerza, no podía ser déjá vú; sí, ella había dicho esas palabras en aquella ocasión, pero ahora no tenía entre sus brazos a la mujer.

            Una vez que llegó al lugar, permaneció inmóvil, recorriéndolo con la mirada, buscándola. Cruzó los brazos como lo había hecho cuatro años atrás esa misma noche, aunque esta vez sostenía un pequeño paquete entre sus manos.

            —No la encontraré —susurró, suspirando derrotada.
            —¿Jane?

            Sus ojos se abrieron alarmados al escuchar su nombre y se giró confirmando que sí, era ella.

            —Te buscaba —dijo, notándosele el alivio en su rostro.
            —Y yo a ti… —Se acercó a ella, tomando con una de su mano la suya—. Sé que me dijiste que no querías un regalo por año nuevo. —Sonrió levemente—. Pero no pude contenerme. —Le mostró el pequeño paquete que tenía en su mano.

            Maura la miró extrañada y luego al paquete.

            —Ábrelo —dijo antes de que pudiera protestar.

            Maura suspiró con una sonrisa en sus labios y comenzó a desenvolver la envoltura. Jane sabía que no lo rompería, que se tomaría su tiempo para desenvolverlo, así que usó envoltura de más para ganar un poco de tiempo. Aprovechando que Maura estaba entretenida, miró disimuladamente el reloj. Dos minutos.

            —Hace cuatro años —comenzó a decir cuando Maura logró deshacerse de la primera envoltura. Maura la miró a los ojos por un instante al escuchar su voz, pero continuó quitando la envoltura, alternando su mirada entre el objeto en su mano y la morena—. Nos encontramos aquí…

            Maura pausó por un momento y miró a su alrededor. Jane tenía razón. Al final de la cuadra estaba el restaurant donde habían disfrutado de una copa de champagne.  

            —Jane…
            —En aquella ocasión no me buscabas —continuó, con una sonrisa en sus labios, sintiendo que el nerviosismo aún estaba presente.
            —Y esta vez no arruinaste mi vestido —añadió Maura, terminando con la envoltura. Tenía que ser un libro o un marco.
            —Y accediste a tomarte una foto conmigo…
            —Recuerdo que intentabas tomártela tu sola —Se rio al ver que en sus manos sostenía un marco con esa foto—. ¡Esta misma!
            —Gírala —pidió Jane
             —¡10, 9, 8…! –La multitud comenzó a gritar.   

            La risa de Maura cesó repentinamente al ver que en la parte posterior del marco había un pequeño enganche con un anillo de compromiso. Sus labios se separaron por la conmoción y sus ojos comenzaron a brillar con lágrimas de felicidad. Cuando su mirada se separó del anillo, se encontró con la mujer enfrente de ella en una rodilla.

            —Oh, Jane…
            —Maura Isles, ¿Te quieres casar conmigo? —dijo, y se preguntó si Maura la habría escuchado porque la multitud seguía contando a gritos. La sonrisa en los labios de Maura le dio la respuesta que necesitaba.
—¡4,3,2,1 Feliz año nuevo! —anunció la gente
—Acepto —susurró sobre los labios de Jane, abrazándola con fuerza a su cuerpo, besándola, dándole la bienvenida a otro año nuevo, juntas.  

2 comentarios:

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