sábado, 28 de abril de 2012

Café à Paris - Capítulo 1

Mis estimad@s Bauler@s,

Largo tiempo ha pasado y disculparme debería (muy a lo Yoda) porque he estado haciendo... vamos a dejarlo en otras cosas, pero no estoy para darles excusas ni ustedes para leerlas. Tengo material atrasado y cosas por estrenar, como esta historia. Así que tengo el placer de dejar para ustedes lo más reciente de una de nuestras escritoras consentidas Utena93. Espero que la disfruten como yo lo estoy haciendo.

¡Nos leemos!

Autora: Utena93

Capitulo 1:

-Ahh! Mmmm… Oui, bien… - gemía la imponente rubia.
-Vous aimez? – preguntó el chico bastante excitado.

Un corpulento muchacho de tez morena y bien esculpido arremetía sin compasión contra el trasero de la joven rubia. El ritmo no aceleraba, seguían así, en ese movimiento frenético, sin detenerse…

-Coupez! – grité.

Los chicos sudados pararon su actividad frenética en seco, mezclando en su mirada cansancio y odio hacia mí.

-¿Cuándo piensas acabar Léo? Llevamos veinte minutos de película y aún no te corres. ¿Cuánto tiempo pretendes que dure la cinta?

Estaba irritada, me parecía genial que el chico tuviese aguante en el tema, pero esa cinta había que acabarla ya.

-Et vous Réchard? Que faites-vous? – grité, este trabajo me ponía de los nervios. –¡Acerca más esa cámara! Action!

Acabamos diez minutos después… Dieu merci… Los productores se me estaban echando encima.

-Paul! Paul! D'attente! – rogué.
-Oui? – respondió un apuesto hombre.
-El chico nuevo que has conseguido es estupendo, de verdad, pero no te pedí un semental, necesito que acabe en veinte minutos, no tenemos presupuesto para más.
-Oui, oui… je comprends. Pero era el único que aceptaba la miseria que dais por este
trabajo.
-Pero Paul…
-Au revoir, mademoiselle Louise.

Y allí me dejó, plantada, como siempre, siempre la misma historia, que si no teníamos dinero, que si la  productora quería la cinta de inmediato. Sinceramente, no sé que esperaba este hombre de un estudio de pacotilla como el nuestro…

Por cierto… Sí, lo habéis adivinado, soy directora de películas, cómo decirlo sutilmente, de variedades. Des films pornographiques. No es el mejor trabajo del mundo, claro está, pero me da para vivir. ¿Qué cómo llegué a esto? Simple, en la facultad me dejé liar por mis amigos, ambos chicos, y acabé montando este estudio con ellos. Paul es el relaciones públicas del estudio y, por así decirlo, el manda más. Réchard es nuestro cámara, el pobre tiene serios problemas para grabar a veces, se excita demasiado, pero es un buen tipo además lleva la contabilidad estupendamente. Bueno, y por último estoy yo, directora y encargada
del montaje de las películas. Creo, sin lugar a dudas, que una persona normal pensará que somos unos degenerados, y lo veo normal, pero todo comenzó como un juego de simples universitarios llenos de hormonas y excitaciones y finalmente acabó como el trabajo de nuestras vidas. Uno se acostumbra a esas escenas, no es que te vuelvan una insensible, pero lo ves todo tan normal… Una ventaja es que seas lesbiana y solo permitas grabar sexo heterosexual. Normas de la directora. Así todo es mucho más fácil. Eso sí las chicas están para mojar pan, pobrecitas lo que tienen que pasar… pero bueno ellas quieren y le pagamos por ello. Además son compañeras de trabajo, si pasara algo con alguna de ellas no dudarían en
echarme. Si mis amigos no pueden tocarlas, yo tampoco.

Como veis tengo una vida, por denominarla de alguna manera, interesante. No todos los días se conoce a una chica que sea francesa, directora, y además, de películas porno. Pero he de confesar algo, llevo una doble vida, sí, una vida “normal”. Soy fotógrafa. Ése ha sido siempre mi verdadero sueño… pero claro, teniendo un trabajo estable, digamos que la fotografía se ha vuelto un hobby de mis vacaciones, vamos, el único tiempo libre que tengo con ese mísero trabajo… Perdón, me salgo del tema con facilidad, pero es que, en serio, ese trabajo me pone de los nervios, algún día lo dejaré y viviré de la fotografía. JÁ. No me lo creo ni yo… Bueno, a lo que iba, concretamente soy paisajista. Me encantaría viajar a lugares donde
nadie más haya estado y poder plasmarlo con mi cámara... Pero para eso se necesita tiempo y
dinero, cosas que no tengo ni por asomo…

Después de que Paul me dejase plantada, monté sobre mi Vespa 150 S azul eléctrico, y como no podía ser de otra manera, de segunda mano. Más que una Vespa era una cafetera con ruedas, costaba la mismísima vida arrancarla… Dieu, pourquoi je suis pauvre? Después de un rato intentando hacer funcionar el motor de aquel cacharro chillón, me dirigí por las calles de París a una pequeña galería de arte, conocida por nadie, donde se exponía mi única colección de fotos. Titulada Lyon. Sí, lo sé, no estaba inspirada para ponerle un nombre a la colección y no hay que ser muy listo para saber donde se hicieron las fotos, pero qué más da,
es la primera, no me lo tengáis en cuenta.

El aparcamiento vacío, que novedad, me temo que hoy tampoco vendrá nadie a ver mis fotos… No sé por qué me sigo haciendo ilusiones con esto, esta galería no la conoce nadie… Ni siquiera atrae a turistas perdidos o a algún apasionado curioso. Qué triste. Aún no sé por qué me paso a mirar… Qué más da, ya estoy aquí.

Desmonto de mi fiel caballo de hojalata y me adentro en el inmenso mundo del arte desconocido, dispuesta a recorrer una vez más las estrechas y menudas galerías que se podían contar con los dedos de una mano. Apenas dos plantas casi claustrofóbicas guardaban mi pequeña exposición… Quería ser positiva, por algún lado se tenía que empezar pero aquel lugar no es que incitara mi confianza. Al entrar por la puerta principal encontré a Marjorie la siempre agradable recepcionista que dormitaba soñando con su inminente jubilación.

-Ah! Louise, bienvenue.- me dijo la amable señora.
-Bonjour Marjorie – saludé - ¿Le apetece un poco de café?
-Non, merci.
-Por favor, insisto, ¿me va usted a negar un maravilloso café aguado de la maquina del
pasillo?

La señora sonrió, tomé aquella sonrisa como una aceptación de mi invitación. Me dirigí hacia la máquina de café, aquella máquina que estoy segura se había tragado más de 10 euros de mi bolsillo… Tenía que dejar de ir por allí. Saqué dos cafés, me encaminé hacia la recepción y le di un sorbo a aquel pequeño vaso de plástico humeante… Asqueroso.

-No sé porque sigues tomando ese café. – dijo Marjorie.
-Porque es el único café que entra dentro de mi horario ¿sabe? Tengo una agenda muy apretada. Entrevistas por aquí, conferencias por allá. El mundo de la fotografía absorbe mucho tiempo…
-A otra con tus historias Louise. – rió - ¡Ah! Se me olvidaba, ha venido alguien a ver tu
exposición.


Sonreí.

-A otra con tus historias Marjorie. – Y sorbí un poco de café que acabé con una mueca.
-Hablo en serio, entró por esa puerta hace unos 10 minutos, seguramente siga aquí… parecía extranjera…
-Merci! Subiré a la planta de arriba. – corté a Marjorie en su perorata y salí corriendo
escaleras arriba.

La planta baja estaba compuesta por la recepción y el pasillo de la máquina de café que desembocaba en una pequeña sala con algunas fotografías y una escalera de caracol de madera de haya que combinaba perfectamente con la pintura blanca de todo el recinto y el suelo de tarima flotante del mismo tipo de madera que la escalera. Una perfecta armonía que recorrí a la velocidad del sonido. Plantada ante la escalera, respire profunda y tranquilamente para calmarme. Inspira, expira, inspira, expira, inspira… Ya estaba lista para conocer al visitante. Subí lentamente, peldaño a peldaño, aparentando ser un observador más. Al terminar el tramo de escaleras la vi al fondo, mirando detenidamente una fotografía, parecía sumergida en la imagen.

Atendiendo a las palabras de Marjorie sí que parecía extranjera. Era rubia y tenía el pelo recogido en una estirada cola alta, tenía la tez tan blanca que parecía nieve y vestía algo más abrigada de lo normal para la época. Supongo que si es extranjera es normal… pero normalmente los extranjeros pasan calor aquí… parecía sueca o de por allí arriba.

Me acerqué poco a poco, como quien no quería la cosa, admirando mis fotografías. Si es que en el fondo era hasta buena fotógrafa, pero mira que contraste… Bueno, finalmente llegue a la misma fotografía de la cual ella no se había movido en los 5 minutos que llevaba allí. Al colocarme a su lado me miró, sonrió y siguió contemplando la fotografía. Me intrigaba lo que podría ver en ella. Me decidí a saludar.

-Bonjour.
-Bonjour. – contestó y me dedicó otra sonrisa.

Impresionada me quedé, la chica en cuestión era bellísima, tenía unos ojos azules oscuros que resaltaban con el tono de su piel impregnado con miles de pecas por todo su cuerpo… Una dentadura perfecta y blanca como el nácar… esa chica tenía que ser modelo. Aunque pensándolo bien no podía ser… no podía medir más de 1’60 cm. Anonadada como estaba continué mirando la fotografía intentando imaginar qué es lo que veía aquella chica. No sé, colores cálidos de un atardecer entre las calles de Lyon… Las casas blancas bañadas en un tono anaranjado con tonalidades rosas… Una imagen bonita, sí, preciosa, tanto como que la había tomado yo. ¿Pero qué le veía?

-Pardonne –moi, Que voyez-vous? – pregunté presa de la intriga.
-Ah! Les couleurs chaudes me transporter…

[N.A: Léase a partir de ahora las intervenciones de Louise en español con marcado acento francés]

-¿Eres española? – pregunté interrumpiéndola y en un español algo torpe.
-Si, así es. – sonrió – decía que los colores cálidos me transmiten todo lo contrario a lo que creo que pretende expresar la autora.

Una extranjera sí que era, pero ¿española? Pero si las españolas son morenas, peligrosas en sus curvas y de carácter fuerte… con grandes ojos marrones o verdes y de piel tostada. Aquella chica parecía de todo menos española. Se me escapó una risa.

-Perdone ¿de qué se ríe? – preguntó extrañada.
-Ah! Pardon! Estaba recordando algo, disculpe. Decía que ve lo contrario de lo que se supone que quiere transmitir la autora ¿no?

Asintió.

-¿A qué se refiere? – pregunté.
-Que pretende dar tranquilidad y sin embargo, esas calles vacías, esa pendiente en la fotografía… me transmiten un desasosiego muy marcado, no sé si me entiende.
-Vaya… no pretendía dar esa impresión… - pensé.
-¿Pretendía?
-Oh! Pardon! No me presenté. Louise Doisneau, encantada.

La chica me tendió la mano anonadada.

-Inés Ferrer, un placer. – dijo nerviosa. - ¿Puedo hacerle una pregunta?
-Por favor, trátame de tú y sí, claro.
-¿Eres la autora de la exposición?
-Bueno, eso dice la fotografía. – sonreí.
-Entonces, Robert Doisneau…

Ah… Así que por eso estaba aquí… era admiradora de la obra de mi abuelo. 18 años muerto y su fama aún le precede…

-No, lo siento, no somos familia.
-Lo siento, el apellido…
-Sí, lo sé. Mucha gente se confunde. Un placer.

Gran fotógrafo mi abuelo, pero apenas le conocí y aunque lleve la fotografía en las venas no dejaré que mi fama se deba a él.

-Louise, disculpe no quería ofenderla.

Dispuesta a marcharme me volví a girar para dedicarle a Inés una sonrisa.

-No te preocupes y trátame de tú. ¿Un café?


Continuará...

3 comentarios:

  1. me gusto la historia =) estare esperando el proximo capitulo

    ResponderEliminar
  2. justo lo k buscaba...parece una historia muy interesante...espero no tarden en continuar.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por los comentarios. Me alegro de que les guste ^^

    ResponderEliminar

Agradecemos y nos hace feliz que te animes a comentar, por favor al manifestar tu opinión recuerda hacerlo con tolerancia, recordando que no todos pensamos igual. Las críticas deben ser constructivas, siempre en un marco de respeto.

Las administradoras del blog se reservan el derecho de borrar cualquier comentario que resulte ofensivo.

Al comentar recuerda que estás mejorando tu cutis y reafirmando tus glúteos ^^