Entre algunas cosas que se han ido observando en el blog, iremos concluyendo los fics pendientes e iremos agregando algunos otros trabajps que tenemos pendientes. Se que llevamos muchísimo tiempo inactivos y no es pretexto, pero les agradecemos a los que nos siguen visitando ocasionalmente. Se han ido corrigiendo las entradas en algunos fics, anexando los capítulos al index de fanfictions por autor.
Kit, fuera :)
Suena, suena, suena. En mi cabeza hay
cierto sonido desde hace mucho tiempo atrás. ¿Cuántas vidas hay en mí? Tic tac,
tic tac. El sonido de ese reloj no me deja dormir. Tic tac, tic tac. Acaba,
acaba conmigo ya. Déjame descansar de tí… Tic tac, tic tac…
El Pacto Cap. 23 Punto ciego.
El
sonido de una alarma le hizo abrir los párpados lentamente. Sentía que pesaban
y no podía remediarlo. Dos horas de sueño no eran suficientes. Se reincorporó
lentamente sólo para notar una suave cascada oscura cayendo por sus hombros.
Sara abrió los ojos con asombro mientras se acariciaba el cabello y corrió
hacia el espejo. Allí estaba ella mirando su reflejo con asombro.
-
¿Momo? ¿Qué significa es…?
Se
quedó callada tras notar que el pendiente en su pecho estaba apagado. Momo
estaba dormido. Maldijo por lo bajo
mientras se dirigía nuevamente al espejo incrédula. Miró nuevamente el reloj.
Este empezó a marcar las seis y su cabello empezaba a recuperar su color natural
mientras su cuerpo dejaba su forma andrógina.
Sara dio un largo suspiro.
Parecía cada vez más difícil controlar cada transformación y Momo dormía
más de lo habitual, como preparándose para algo. Sara detuvo su andar en ese
preciso momento mientras una idea llegaba a su cerebro. Una sonrisa escapó lentamente
en sus labios, dándole una curva tentadora.
-
Stéphanos…estás en camino…
Abrió la puerta de su habitación mientras tarareaba una suave melodía
que no supo de donde salió, pero su canturreo matutino era bastante feliz.
Incluso el café hirviendo de María le pareció suave y su buen humor permaneció
el resto del día mientras caminaba por la ciudad con un aspecto bastante común
y sin interés para nadie. Miraba el
escaparate de una tienda comercial cuando cayó en la cuenta de algo. Momo
dormía. No podía saber lo que pasaría si ella decidiera… desechó la idea al
instante. Aunque Momo no lo supiera en ese momento, el sólo recordarlo sería
suficiente. Cada pensamiento suyo era absorbido por Momo, pero ella no podía
obtener nada que Momo no quisiera darle.
Jessie despertó con hambre. Tenía una sensación extraña desde hacía dos
días. De no sentirse ella misma. Los rayos de sol se filtraban por la ventana.
Escuchó un auto entrando en ese momento y se incorporó lentamente mientras asomaba
por la ventana. Para su sorpresa era alguien que nunca había visto. Venía vestido con cierta elegancia y notaba
que Andrè le permitía pasar al recibidor de invitados. Después de un rato el
mismo invitado se retiraba mientras Jessie se preparaba algo en la cocina ante
la mirada cómplice de María dándole un trato algo diferente. Jessie nunca había notado a María tan
servicial con ella como ese día, era excesivo.
Bebió un poco de jugo y con vaso en mano se dirigió a la sala. Andrè
tenía un paquete en las manos que llevaba al despacho de Sara. A estas alturas
del juego, Sabía que Sara traía el cabello negro o rubio según quisiera. Aunque prefería que le llamasen Helena
mientras lo traía negro y Jamie… Jamie aparecía cuando le daba la gana. Aunque
no pretendía encontrarle, sólo que no sabía cómo había acabado tantas veces con
esa persona y ello, le hacía sentir sucia.
A
media tarde otro auto se estacionaba en la entrada. Una risa en la parte baja
le dijo que Sara había llegado a casa. Asomó por el balcón sólo para verla contándole
algo a María en un lenguaje que ella no entendía. María parecía complacida de
escucharle.
Jessie miró detenidamente a Sara en ese momento. Tenía una espigada y
clara figura. Una nariz pequeña y una boca sexy. Su largo cabello rubio iba
recogido en una coleta. Usaba una camisa de mangas largas a cuadros y bajo ella
una blusa blanca. Tenía unos pantalones cortos de color caqui y sandalias a
juego. Sólo hasta ese momento Jessie
notó algo que no estaba antes. En el tobillo derecho de Sara había una mancha.
No podía mirarlo bien, pero quizá no era una mancha.
Sara volteó en ese momento y la miró para luego sonreír. El rostro de
Jessie se llenó con una sonrisa en respuesta.
Sara tenía ese tipo de alegría que muchas veces le gustaba, pero cuando
estaba sombría no quería estar cerca.
-
¿Qué haces ahí, Jess? Baja un
momento y salgamos a tomar el fresco de la tarde.
-
Me vendría bien, siento algo de
calor estos días – le respondió mientras comenzaba a bajar las escaleras.
-
Estos días el calor ha estado
insoportable – le secundó – aunque es bueno que todo esté más tranquilo de lo
normal. Fue una buena decisión haber dejado todo eso.
-
¿Te refieres a ser CEO?
-
Es una tontería estresante.
Aunque apuesto a que mi padre se estará retorciendo en su tumba en este momento
– una carcajada escapó de su boca – No sé cómo aguantó Nikos todo ese tiempo.
Nikos.
Sara siempre se refería a su padre como Nikos. Las palabras papá y mamá estaban
reservadas para Andrè y María, Jessie podía apostarlo.
A
un ritmo lento llego hasta Sara, que caminaba descalza sobre el pasto. Sólo en
ese momento notó que la mancha no era tal. Sara tenía un tatuaje a la altura
del tobillo. Iba a preguntarle pero no
fue necesario.
-
Es lindo ¿verdad?
-
Jamás te lo había visto ¿qué
significa? – inquirió Jessie al notar que era una serie de estrellas.
-
Es Cassiopea. La madre de
Andrómeda.
-
No soy muy dada en mitología.
-
Cassiopea entrega a su propia
hija en sacrificio a Poseidón, para aplacar la furia del padre de los dioses
por su pecado. Vanidad.
-
¿Qué te hace llevar algo tan
malo como eso?
-
Sólo me gusta la constelación –
susurró Sara suavemente – es una constelación bastante linda – terminó mientras
reía.
Si
Sara iba a decir algo más, se omitió ese detalle. Empezó a tararear canciones y
tonadas que Jessie no conocía. Su buen humor se acabó al recibir una llamada
telefónica. Se veía algo preocupada y salió del lugar tras disculparse con
ella.
El
resto de los días, Jessie no se encontró con ella ni con Jamie. Parecía que se
lo había tragado la tierra. El trabajo en los negocios de Sara Helena Andreakis
había aumentado y su estrés con ellos. Pronto se vió en la necesidad de no
realizar uno sino varios bocetos diferentes.
Fue después de varias sesiones cuando entendió el concepto de Sara. La
remodelación de los hoteles tenía que ser en un estilo “Las Vegas” para
Australia y el más moderno en algo mucho mejor, ya que su plan era invertir en
Dubai.
Lo único que cambió de toda esta situación
fue que Julieta, nuevamente tenía cabida en su vida actual. Las cosas parecían
marchar mejor sin papeles ni compromisos de por medio. Amigas con beneficios
por el momento. No responsabilidades, no pleitos y escándalos por doquier. Y aunque ella no se sentía del todo clara con
la situación, tampoco podía negar que se mostraba incómoda con ella algunos
ratos.
Sara llevaba varios días sin dormir. Su rostro antes fresco y lleno de
vida se mostraba deprimente y sin color. ¿Qué demonios estaba pensando? Había
ideado muchas formas de pasar tiempo con Jessie, pero ninguna cosa le salía
bien. Su impotencia estaba haciendo acto de presencia cada instante y su ahora
mal humor sólo ponía un peso más sobre sus hombros.
Maldijo
una vez más mientras se sumía en pensamientos nada gratos. Fue hasta su minibar
y se sirvió una bebida. Sostuvo el vaso y se dirigió a la ventana para tratar
de concentrarse pero su mirada se perdió en la nada un buen rato. En sus manos,
aquel vaso con vodka permanecía sin tocarse. Cada vez que iba a dar un sorbo
meditaba sobre algo más y lo olvidaba. Era sábado por la mañana. Pronto, aquel
abominable ser haría acto de presencia otra vez.
Un
ruido le hizo mirar nuevamente a la ventana. Allí estaba. El auto de Julieta
llegó hasta donde se le permitía mientras esperaba a Jessie. Ella no tardó en
salir, Sara crispó los dedos sobre el vaso que sostenía, mientras este de forma
inexplicable se rompió. Permaneció impasible mientras veía el coche alejarse.
No sin antes ver que Julieta le saludaba con la mano con un adios. Permaneció
sin moverse durante un rato mientras la sangre corría lentamente por sus dedos,
empañando con su color carmín, el resto del vaso roto.
-
¿Ocurre algo? - preguntó
Julieta a Jessie mientras la miraba a través de esas gafas de sol.
-
Hay algo que no me gusta -
contestó ella - Sara está actuando muy extraño.
-
¿Muy extraño? - le preguntó
nuevamente ella - ¿En qué sentido?
-
Ni yo misma lo sé - suspiró -
casi siempre está enfadada y me asusta cuando balbucea cosas sin sentido.
-
Ya veo - contestó ella - Hay
ciertos movimientos en la asociación - su voz sonaba dudosa de querer hablar de
más - Helena y Diego Souris Leonti salieron de ello y los anteriores compañeros
están tomando represalias.
-
¿Eh?
-
Posiblemente no sabes mucho
porque es un manejo algo delicado. Hay acusaciones de ambas facciones, pero
ninguno puede verse implicado en escándalos. Aunque si esto no se resuelve de
forma discreta, entonces verás muchos fuegos artificiales en las noticias.
-
No sabía eso - respondió.
-
Es un manejo tras bambalinas,
pero a diferencia de mí, Helena tiene mucho que esconder.
-
¿A qué te refieres?
-
No soy la indicada para hablar
de ello - le sonrió Julieta mientras le mandaba un beso.
Jessie sonrió de forma divertida pero su mente se mantuvo ocupada
pensando sobre estos detalles. Sería posible, si, sería posible que ella no se
sintiera bien.
Julieta le miraba de forma pensativa. La reconquista de Jessie fue un
pretexto para acercarse a Sara, pero en algún momento de esos días, había algo
en esta joven mujer que le era irresistible, no sabía que era, pero le motivaba
a mantenerla cerca de sí. La calidez de su presencia era algo que le gustaba
cerca de sí. ¿Jessie lo sabría? Estaba segura que Sara nunca le había hablado
de sus sentimientos, era tan estúpida. Aunque ahora mismo eso le era de
agradecer. La miró de reojo una vez más. No, no podía saber que era, sólo que
estaba allí. Sus azules ojos no podían dejar de verla en cada ocasión que
podía.
Sara se recostó lentamente en el sillón mientras dormitaba un rato.
Estaba cansada y agotada. Virtualmente hablando llevaba casi dos días sin
dormir, pero no era la empresa ni Jessie lo que le mantenía en esa espera, sino
algo mucho más extraño. Cada vez que dormía, tenía recuerdos en la cabeza que
no eran suyos. Voces, personas y lugares que nunca había visto se hicieron
presentes en cada uno de sus sueños. Preguntó a Momo muchas veces, pero nunca
obtuvo una respuesta. Momo estaba tan callado y ausente, que parecía se había
ido.
Dentro de su cabeza ahora había recuerdos de Nikos. Ese hombre que había
negado tanto de ellos, ahora entendía el porqué. La madre real de Sara. Nikos
realmente la había amado, pero al tener esa noche completamente consciente,
todo recuerdo fue borrado. ¿Acaso Momo le estaba enseñando lo que pasaría? No
sólo Nikos, todos aquellos que habían optado por recordar ese suceso tan
especial habían pagado el precio. Más que un don de ser virtualmente incapaz de
morir antinatural gracias a ese dios, el precio era una maldición.
Hombres, mujeres, todos sus ancestros fueron desfilando ante sus ojos.
No, ante sus sueños. Un desfile interminable de personas, de sueños y de
ilusiones. Momo, el gran artífice de todos ellos, viviendo a través de todo
eso.
Sara abrió los ojos una vez más. En esa habitación había dibujos,
modelos a escala, pinturas, instrumentos musicales. Sara nunca había entendido
su facilidad para ello. Ahora podía. Dentro de su persona estaban cada una de
las habilidades de todos aquellos que habían tenido a Momo. Sara miró sus manos
¿cuál era su habilidad? ¿Cuál era la habilidad que ella heredaría al próximo
recipiente de Momo? Pensó en Nikos, Stéphanos, Jessie y el hijo gestándose sin ella saberlo, que no era más que su propio hermano nuevamente
reencarnado. ¿Era realmente Stéphanos? Momo desconfiaba de los humanos por ser
capaces de mentir y hablar con la verdad oculta. ¿Pero cómo era Momo en
realidad?
Sara se incorporó pesadamente y su andar lento se acercó a una vitrina.
Sus manos se deslizaron por el violín que había dentro. Sus recuerdos de niñez
aprendiendo ese instrumento cedieron despacio a otros de un chico de morena
tez. Sus manos ajustaron las cuerdas lentamente y colocó el violín en posición.
No tenía ni que molestarse en pensar. Sus manos se movieron con una precisión
que ella tenía en mente. Afinó el elegante instrumento con una facilidad
tremenda y carraspeó un poco antes de empezar. La habitación pronto se llenó de
la interpretación salida de manos de Sara. Vivaldi. Aunque lo había
interpretado antes no era muy afín a la partitura, pero esas notas, sólo salían
de sí.
Estaba
tan concentrada que no escuchó el auto de Julieta estacionarse de nueva cuenta.
Jessie bajó del vehículo pero su mirada se mantenía en la ventana abierta.
-
Otra vez escuchando grabaciones
- susurró Jessie con una sonrisa en los labios.
-
¿Grabaciones? - preguntó
Julieta extrañada.
-
Siempre que escuchas música
clásica en esta casa, es Sara escuchando música en algún cd o dispositivo.
-
-Ah - contestó Julieta mientras
dejaba de mirar la ventana para ponerla sobre Jessie- ¿Qué te hace pensar que
no son grabaciones de ella interpretando alguna canción?
-
¿Eh?
-
¿No lo sabías? - sonrió
mientras le respondía - Helena es una genio. No sólo maneja el violín, sino
también el piano. A muy temprana edad mi madre descubrió ese talento. Fue sólo
tiempo para ella - Hizo una pequeña mueca - era desagradable ver como la última
aprendió mejor.
Julieta y Jessie no podían saberlo. Pero en ese momento, la imagen de
Sara no era la que ellas conocían. En esa habitación había un chico de tez
morena interpretando Humoresque. Andru Andreakis, el padre de Nikos.
-
Las canciones que mi madre... -
se interrumpió Julieta.
-
-¿Qué?
-
A mi madre le gustaba esa
canción. Su abuelo se la enseñó cuando niña y por ende ya supones.
-
Es una canción muy triste.
-
Les chansons que ma mère m'apprenait
-
No se qué rayos has dicho pero suena muy bien - contestó Jessie.
Julieta soltó una carcajada mientras le
daba un beso suave en los labios.
-
Anda, trae tus cosas. Esta noche eres mía y no pienso dejarte aquí.
Jessie fue corriendo a su habitación, en el recorrido del pasillo el
violín dejó de sonar. Un sonido que ella conocía le envolvió. Las suaves notas
de esa canción eran tan fáciles de recordar para ella.
-
As time goes by...
Esa era la canción favorita de Sara en aquella película de Casablanca.
Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que la había visto. Avanzó un
poco más hasta que la música cesó en ese instante de forma abrupta. Un golpe
seco se escuchó después de eso. Temiendo algo, Jessie golpeó rápido la puerta
con los nudillos.
-
¿Sara? ¿Sara, estás bien?
Ninguna voz surgió y ni un solo ruido podía escucharse al otro lado. Iba
a golpear la puerta por segunda vez cuando dos pequeños golpes se escucharon en
ella. Jessie se detuvo en seco en ese
momento. Pareció dudar un instante mientras miraba la puerta e hizo una
pregunta más.
-
¿Seguro que estás bien? - dos
golpes se escucharon nuevamente - ¿Quieres hablar? - un golpe seco se escuchó
después de ese momento.
Jessie sonrió y continuó su camino. Ese código era bastante usado por
ella y Sara cuando alguna quería estar sola. La castaña se fue sin más
preguntas. Detrás de la puerta, la chica rubia miraba su mano derecha. La
herida que tenía no había curado con la velocidad acostumbrada. Entornó los
ojos mientras miraba el violín tirado cerca de su cama.
-
¿Qué demonios está pasando?
Ohoh se ha quedado tan interesante, querida escritora estoy deseando que no demores en actualizar, tienes una fiel seguidora aqui desde el 2013, un abrazo
ResponderEliminarVenía con la esperanza de ver una actualización, jeje :'v que sad, ojalá pronto nos deleites con más de esta grandiosa historia :3
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