sábado, 15 de marzo de 2014

Extraños en la noche - Capítulo 8

Hola yurifans,

Paso a dejarles la continuación de este fanfiction, ya falta poco para ponerme al día :D

Enjoy!

Extraños en la noche
Autora: Isles
Capítulo 8

Frost se cubrió la boca con una mano, limpiando sus labios con un pañuelo. Korsak lo miraba atento, moviendo su cabeza de un lado a otro negativamente. Frost aún lo miraba de reojo, extrañado de que no le hubiera soltado algún comentario burlón después de haber vomitado todo su almuerzo al ver la escena del crimen.

            –¿Y a ti qué te pasa? –Preguntó Frost, mirando a la mujer de reojo que no dejaba de dar golpecitos con su pie.
            –Quiero saber qué es lo que pasó con este hombre. Eso es lo que me pasa.
            –En otras palabras, estás así porque Maura no ha llegado.  

            Jane le lanzó una mirada seria al detective mayor que simplemente sonrió satisfecho con la reacción de su compañera. Korsak se acercó nuevamente al cuerpo, examinándolo cuidadosamente sin tocar nada.

            –No entiendo cómo es que los técnicos llegan primero que ella –protestó Jane, cruzando los brazos–. Es obvio que murió por los balazos que tiene en todo su torso.
            –Si es tan obvio, ¿Por qué la impaciencia para que Maura llegue? –comentó Korsak, intentando evitar que su sonrisa se ensanchara.
            –No olvides que a la doctora no le gusta cuando haces eso. –Le recordó Frost, guardando el pañuelo en el bolsillo del pantalón.
            –¿Por qué no te preocupas de mantener tu almuerzo en tu estómago, y yo me preocupo de lo demás?
            –Ouch… Y yo que pensaba que ese comentario vendría de él. –Señaló a Korsak.
            –Estaba esperando el momento adecuado. –El hombre le guiñó un ojo, y Frost resopló; a veces sentía que estaba rodeado de niños y no detectives decorados.
            –El médico forense llegó –avisó uno de los técnicos que se asomó por la puerta de la habitación donde estaban los detectives, esperando.
            –¡Por fin! –exclamó Jane, sonriendo de oreja a oreja.
            –Creo que te estás poniendo muy impaciente, no hace más de diez minutos que llamamos. La única razón por la cual llegamos primero es porque estábamos en el Dirty Robber, la estación está más lejos.
            –No estoy impaciente.
            –Aja. –Korsak se incorporó, alejándose del cuerpo de la víctima. Caminó hasta la puerta e hizo una mueca cuando vio al forense acercarse–. Creo que esto no te gustará, Jane.
            –¿Ahora qué? –preguntó, pero calló al ver al forense entrar en la habitación con una sonrisa de oreja a oreja.
            –Buenas tardes detective Rizzoli
            –Dr. Pike –susurró, aun procesando lo que sus ojos estaban viendo. ¿Qué hacía Dr. Pike aquí? Él solo aparecía cuando estaba de remplazo. Había trabajado varias veces con él y… en pocas palabras, era insufrible. Demoraba mucho tiempo para… todo.
            –Oh, ¿Qué tenemos aquí? –dijo con un tono emocionado. Caminó hasta el cuerpo de la víctima y comenzó a ponerse los guantes con una lentitud que desesperó a Jane.

            Los detectives se miraron entre sí, y Frost sacudió los hombros. No tenía idea del por qué era Dr. Pike el que había aparecido.

            –Dr. Pike, ¿Dónde está la Dra. Isles? –preguntó Jane, intentando sonreírle al hombre. Había notado, después de trabajar con él varias veces, que si sonreía, el hombre era mucho más agradable con ella y trabajaba mucho más rápido. “El poder de una sonrisa” solía bromearle Korsak.
            –La Dra. Isles ha tomado dos días libres –contestó sin mirar a la mujer.
            –¿Qué? Pero si estaba esta mañana en la morgue –comentó Jane, sintiéndose confundida. La última vez que había hablado con Maura a solas fue hace un día cuando le llevó el almuerzo. Ayer la había visto al bajar a la morgue con Frost,  pero no tuvo chance de hablar con ella a solas. Y hoy era consciente de que estaba en la morgue porque había escuchado a Korsak hablar con ella en el teléfono, y minutos después Korsak había bajado a la morgue para buscar unos resultados del laboratorio.  
            –Sí. Me dio las instrucciones de todo lo que tenía que hacer. Aunque soy capaz de hacer las cosas sin ningún tipo de instrucciones, lo hacía antes –comentó el hombre y Jane hizo una mueca; lo poco que había visto del trabajo de Maura y su ética profesional, no se comparaba con el comportamiento del Dr. Pike.
            –Estoy seguro que la Dra. Isles tuvo buenas razones para emplear sus servicios –comentó Korsak.
            –¿Mis servicios? –el hombre alzó su mirada de la víctima por unos segundos para mirar seriamente al detective.
            –¿Es su asistente, no?  –aclaró.
            Jane miró de reojo a Korsak, y tuvo que morderse el labio inferior para no sonreír descaradamente. Korsak lo había puesto en su lugar. Maura era la jefa, y aunque él haya trabajado con ellos antes, no lo hacía más calificado ni mejor que la doctora Isles.
            –La doctora Isles ha enfermado –explicó antes de seguir observando las heridas de la víctima.
            –¿¡Enferma!? –exclamó Jane.
            –Ahora que lo dices, no se veía muy bien cuando bajé a la morgue hoy –comentó Korsak con una expresión pensativa–. Estaba tosiendo mucho, creo que ha agarrado una gripe y de las malas.
            –¿Qué…? –susurró Jane en voz baja. ¿Acaso Maura se había enfermado por su culpa? Si no hubiera sido por ella, no se hubiera quedado bajo la lluvia y no se hubiera empapado aquella noche. Sí había notado que Maura había tosido el lunes cuando estaban hablando, pero no pensó que enfermaría.
            Korsak se acercó a ella y susurró:
            –Ve.
            –¿He?
            –Que vayas a verla. Yo me ocupo del Dr. Pike aquí. Estoy seguro que, como dijiste, la causa de muerte es bastante obvia, y como sabes el doctor se toma su tiempo. Cualquier cosa te contactare.
            –¿Por qué estás haciendo esto? –le preguntó aturdida.
            –Porque por lo que veo, no estarás tranquila hasta que la veas.
            –Eso no es…

            Korsak señaló al pie de la mujer que se movía nervioso sin cesar.

            –Anda.
            –Podría abrazarte ahora.
            –Si no quieres que tu querido doctor Pike te detenga con sus discursos, te aconsejo que te olvides del abrazo y salgas de aquí lo más pronto posible.

            Jane rio y antes de salir miró a Frost que asintió levemente.

            Maura se sentó en el sofá, sosteniendo una taza de té entre sus manos. Bass estaba cerca de sus pies y Milo estaba sentado en el suelo, observando la tortuga, como si estuviera esperando el momento perfecto para tocar el caparazón del animal.

            –Milo ten cuidado, te morderá.

            Maura miró de reojo a su madre y suspiró.

            –Bass no lo morderá, madre.

            Constance resopló, descartando el comentario de su hija con un gesto de la mano antes de agarrar su bolso y acercarse al niño para tomarlo entre sus brazos y besar su mejilla.

            –¿Estás segura que puedes cuidar de él? Te ves… muy mal.

            Maura tomó otro sorbo de té.

            –Solo tengo un poco de fiebre y Milo estará bien.
            –Mientras no vuelva a enfermar –decía, dejando libre al niño que volvió acercarse al animal inmóvil a los pies de Maura.
            –Estoy segura que él fue quien me contagió, además, se está recuperando bastante bien; ya no tiene fiebre y la tos se le ha aliviado bastante.
            –Bueno, si no eres capaz de cuidar de él, me llamas.

            Maura cerró los ojos por varios segundos, intentando deshacerse de las palabras de su madre que rondaban por su mente. No era la primera vez que enfermaba, tampoco la primera vez que cuidaba de su hermano.

            –Milo te portas bien y no te acerques mucho a ese animal.
            –Bass –corrigió la rubia, levantándose del sofá para fregar la taza de té; necesitaba alguna distracción.

            Maura escuchó la puerta cerrarse y soltó un suspiro; al fin, tranquilidad en su propia casa. La fiebre le estaba subiendo, así que decidió tomarse otra pastilla. Abrió el frasco con las píldoras y tomó una mientras miraba atenta a su hermano.

            –Milo, ven aquí.

            El niño alzó la cabeza y la miró sonriente antes de caminar apresuradamente hacia ella. Maura abrió el frigorífico y señaló a una caja de fresas que estaba al alcance de él.

            –¿En serio, me dejarás dársela? –preguntó, mirando a su hermana con ojos brillantes por la emoción.
            –Claro. –Se agachó para estar al mismo nivel del niño–. Ya estás preparado –dijo con emoción en su voz. Era tan fácil hacer feliz al niño, que deseaba volver el tiempo atrás y volver ser una niña. Maura se incorporó, tomando la mano libre de su hermano, guiándolo hasta donde estaba Bass que no se había movido ni un centímetro.
            –¿Me morderá? –preguntó el niño, mirando a su hermana mayor.
            –No. –Agarró una de las fresas que sostenía Milo– Tienes que acercarla de este modo –le mostró cómo se hacía y esperaron a que Bass sacara su cabeza y mordiera la fresa. Milo rio feliz, mirando a su hermana con admiración.
            –¿Puedo?
            –Como te mostré –indicó.

            Milo comenzó a correr emocionado cuando Bass se comió la fresa que le dio. Maura se acomodó en el sofá, sintiendo la debilidad que comenzaba apoderarse de su cuerpo.

            –Milo no corras así, puedes resb –Un toque en la puerta la interrumpió–. Parece que madre olvidó algo.

            El niño corrió hasta la puerta, intentando abrirla. Maura se levantó con un gruñido; nunca era fácil levantarse después de haber encontrado la posición perfecta y estar completamente relajada.

            –Milo no puedo abrir la puerta si sigues brincando de un lado a otro. –Abrió la puerta y se quedó sin palabras una vez más.
            –¡Jane! –exclamó el niño al reconocerla.
            –Hola Milo, ¿cómo te has sentido?
            –¡Mejor!

            Maura observaba el intercambio en silencio, boquiabierta. Sus miradas se habían encontrado por un segundo cuando abrió la puerta, después de eso Jane se agachó para estar a la altura del niño y comenzó a hablar con él.

            –Detective, ¿pasó algo? ¿Necesitan que regrese a la morgue?
            –No  –contestó y alzó la mirada hacia la rubia antes de incorporarse.
            –Milo, ¿Por qué no vas a jugar al salón? Necesito hablar con Jane. –El niño asintió y salió corriendo dejándolas a solas–. Pasa –dijo, siguiendo con la mirada a la morena.
            –¿Qué pasa, detective? –Caminó hasta el sofá y le hizo una seña a la morena para que tomara asiento. Para su sorpresa, Jane se sentó a su lado en el sofá–. Soy contagiosa en estos momentos, me sentaría lo más lejos posible de mí si fuera usted.
            –¿Estás bien? –En el momento que escuchó su pregunta, se sintió estúpida por hacerla. Maura no se veía nada bien; su rostro estaba pálido y sus ojos estaban un poco hinchados como si no hubiera podido dormir bien–. Y no te preocupes, tengo un sistema inmunológico bien fuerte. Nada puede conmigo –sonrió y ensanchó su sonrisa al ver la mirada extrañada que le dirigió Maura.
            –Es muy improbable que sea inmune a todo.
            Jane sonrió. Tal vez no había enfermado porque su madre la había obligado a darse un baño caliente y después de la charla que tuvieron se aseguró de que comiera la sopa que le había preparado.   
            –Quería asegurarme de que estuvieras bien… Cuando el doctor Pike apareció casi me da un infarto.

            Maura ladeó la cabeza, mirándola, esperando a que se explicara.

            –Maura… Doctor Pike será muy bueno en su trabajo y lo que quieras, ¡pero es súper lento! Y quiere todo a su manera y cuando él quiera.  
            –Hmmm… Eso sí lo noté; no había estado media hora en la morgue y me había cambiado el orden de mis reportes.
            –Eso no es nada, casi enloquece el médico forense que teníamos antes.
            El silencio reinó entre ellas y Jane comenzó a sentirse incómoda. Había conducido hasta aquí sin pensarlo, simplemente quería saber si Maura estaba bien. Y ahora que estaba aquí, cara a cara con ella, no sabía qué más decir. No lo había pensado.
            –¿Entonces viniste hasta aquí para…?
            –Para saber cómo estabas. Cuando el doctor Pike me dijo que habías tomado dos días libres… no sabía qué pensar.
            –¿Siempre haces lo mismo cuando un compañero de trabajo enferma?
            –No…
            –Aprecio mucho su preocupación, pero estoy bien. –Tragó en seco, consciente de que no era la verdad.
            –¿En serio?
            –Tengo un poco de fiebre –admitió–. Pero se me pasará, ya se me está pasando.
            Jane le lanzo una mirada escéptica y se acercó un poco más a la mujer para tocar con su mano la frente. Maura separó los labios sorprendida por el contacto inesperado.
            –¡Estás ardiendo! –exclamó, preocupada–. Deberías estar en cama.
            –Estoy bien, detective.
            –Jane.
            Maura se mordió el labio inferior.
            –Me llamaste Jane antes.
            –Eso fue porque Milo…
            Jane ladeó la cabeza, mirándola a los ojos.
            –Jane.
            –¡Jane! –gritó Milo, corriendo hacia ellas, deteniéndose por un instante para tirarse en el suelo y mirar bajo la mesita de café.
            –¡Dios! –Exclamó la morena levantándose del sofá de un respingo, casi cayéndose hacia atrás al ver la cabeza de la tortuga que se asomó por debajo de la mesita–. ¿¡Qué es eso!?
            –¡Bass! –dijo el niño con una sonrisa de oreja a oreja.
            Jane miró al niño y luego a la rubia que comenzó a toser por la risa.
            –No muerde –dijo Milo, levantándose del suelo, acercándose a la morena que aún los miraba como si estuvieran locos.

            –Es mi mascota –logró decir Maura una vez que la tos había cesado.
            –¿Un perro no es más… sociable?
            –Bass y yo somos perfectos el uno para el otro.
            –Y come fresas –añadió Milo.
            –Eso imagino. ¿Quieres agua? –le preguntó a Maura al notar que la tos le regresaba. Maura asintió lentamente, señalando con su mano hacia la cocina. Jane se levantó y Milo la siguió hasta la cocina, observando cada uno de sus movimientos–. Bebe, te aliviara. –Le entregó el vaso de agua y miró de reojo al niño que tenía sus ojos fijos en el escudo dorado.
            –Jane… ¿Mi escudo? –preguntó Milo con ojos brillantes, señalando el escudo de Jane.
            –No, ¡Pero ya tengo el tuyo!
            Milo subió en el sofá y se sentó sobre las piernas de Maura que acarició el cabello dorado del niño, mirándolo con una sonrisa que hizo que Jane sonriera de oreja a oreja sin poder evitarlo.
            –¿Dónde está?
            –En mi casa, pero si tu hermana me lo permite puedo traértelo esta noche–. Miró a Maura y Milo se giró poniéndole ojitos de cachorrito.
            –No me pongas esos ojos –susurró Maura intentando resistirse a la mirada de su hermanito.
            –Es un pro –comentó Jane, riendo.
            –Está bien. –Decidió Maura, suspirando–. Ahora anda a jugar. –Siguió al niño con la mirada, sonriendo. La sonrisa desapareció cuando notó que Jane la miraba atenta–. Se quedará dormido pronto.
            –Daría todo por poder dormir siestas otra vez. Creo que una siesta te vendría bien a ti.
            –Estoy bien det… Jane.
            –No estás bien.
            Jane la miró seriamente y Maura hizo lo mismo, pero la tos de Maura rompió el reto de miradas que mantenían. Jane le acercó el vaso de agua que Maura había dejado sobre la mesita de centro, mirando de reojo la tortuga que se movió un poco.
            –En serio no muerde.
            –Claro… –El móvil de Jane comenzó a vibrar y lo sacó del bolsillo, mirando la pantalla, frunciendo el ceño al leer el mensaje de texto–. Tengo que regresar al trabajo. –Se levantó del sofá–. ¿Estás segura que puedo regresar más tarde? –Preguntó para asegurarse de que su presencia era bien recibida.
            –Sí… Y Milo estará esperándote.
            –Entonces… –Articuló con sus manos sin saber qué más decir o cómo despedirse–. Descansa.

            Maura asintió e intentó levantase pero Jane la detuvo antes de que lo lograra. Milo la acompañó hasta la puerta y le repitió una vez más que no olvidara su escudo.

            Las horas se hicieron eternas y más cuando se tenía que trabajar con el Dr. Pike. Y cuando llegó a su apartamento tuvo que lidiar con su madre que se había invitado sola.  

            –Ma, ¿puedes caminar a Jo? –Chequeó la hora otra vez, mientras buscaba su chaqueta.
            –Sí. Le hice una sopa, puedes llevársela –comentó, buscando el collar del perro.  
            –¿A Maura? –Se detuvo y miró a su madre, sorprendida.
            –¿A quién más?
            –¿Cómo…?
            –Hablé con Frost.
            –Frost necesita cerrar la boca.
            –No hables así de tu compañero, Janie.
            –Y él no debería hablar del todo. –Gruñó, poniéndose la chaqueta.
            –¡No olvides la sopa!
            Jane exhaló con fuerza y se dio vuelta caminando de regreso a la mesa para agarrar la bolsa con la sopa.
            –Gracias, Ma –dijo antes de cerrar la puerta.

            Cuando tocó la puerta de Maura por segunda vez en ese día, ya no sentía tan nerviosa. No. Eso sería una mentira, sí se sentía nerviosa pero no era nada comparado con las veces que lo había hecho antes. Maura se demoraba en contestar y Jane comenzaba a pensar que ya estaba durmiendo. Eran casi las 9PM. Jane le había enviado un mensaje en la tarde, avisándole que no podría salir del trabajo temprano, pero terminó saliendo dos horas más tarde de lo que había anticipado.

            La puerta se abrió lentamente y Maura se asomó. Jane frunció el ceño al verla.
            –¿Cómo puedes mantenerte en pie? Te ves horrible, Maura.
            –Gracias por la observación –contestó en un tono débil con una pizca de sarcasmo.
            Jane entró, siguiendo con la mirada a la rubia que tambaleó hasta el sofá.
            –Te he traído sopa de pollo. Ma siempre nos hace esta sopa cuando estamos enfermos.
            –No creo que pueda comer ahora.
            –La calentaré. Ayudará con la fiebre –dijo, notando la frente sudorosa de Maura; estaba más pálida que en la tarde–. ¿Y Milo?
            –Durmiendo.
            –¿Y tú madre? –preguntó la morena desde la cocina.
            Maura hizo una mueca y se cubrió con la manta que tenía a su lado en el sofá. No quería llamar a su madre, el hacerlo solo le daría la razón. Milo estaba bien y por suerte se había dormido temprano, así que no le causó muchos problemas.
            –Ocupada.

            Al escuchar el tono de Maura,  decidió no hacer más preguntas sobre su madre. Una vez que terminó de calentar la sopa y sirvió un poco en un plato, caminó hasta la mesa. Cuando se acercó al sofá, Maura la miró extrañada e inmediatamente negó su ayuda.

            –No pensé que fueras tan cabezota –dijo Jane, descruzando los brazos para acercarse a la rubia y ayudarla a levantarse para caminar hasta la mesa.
            –Te dije que no necesitaba ayuda.
            –Claro, apenas tienes fuerza para hablar, Maura.
            –Si comieras también no me sentiría tan incómoda –susurró Maura unos minutos después, notando que Jane no apartaba la mirada de ella mientras intentaba comer.
            –¿Eso te haría sentir mejor?
            Maura asintió y Jane lo consideró por varios segundos. No había cenado aún y trajo suficiente sopa como para cinco personas.
            –Está bien –aceptó y se sirvió un plato de sopa.  
            Comieron por varios minutos en un silencio agradable; nada comparado con los silencios que habían reinado entre ellas en ocasiones anteriores.
            –Ya no quiero más. –Alejó el plato de ella.
            –Apenas has comido.
            –Te dije que no podría comer mucho. Tu madre es muy buena en la cocina pero me temo que no puedo comer más.
            Jane observó cómo se levantó de la mesa y caminó hasta la mesita de centro delante del sofá, donde tenía un termómetro. Se levantó al escuchar un gruñido de la rubia y caminó hasta ella, quitándole el termómetro de la mano para poder leer los números.
            –38.9
            –Ha bajado –susurró Maura, cubriéndose con la manta otra vez.
            –¿¡Qué!?
            –No es necesario que te alarmes, la fiebre es algo normal en una infección viral.
            –Sé lo que es y cómo funciona la fiebre, Maura. ¿No estarías más cómoda en la cama? –El sofá era espacioso pero imaginaba que no era tan cómodo como estar en la cama.
            –Sí, eso supongo.
            –¿Entonces?
            –La habitación de Milo está al final del pasillo. Si subo a mi habitación en estas condiciones, no escucharía si despierta y necesita algo.
            –Creo que en estas condiciones no lo escucharías aunque estuvieras a su lado. –Frunció los labios, notando cómo Maura intentaba mantener los ojos abiertos–. Hagamos un trato.
            –¿Hmmm?
            –Te ayudo a subir a tu habitación y duermes. Yo me quedo aquí abajo pendiente de Milo.
            Los ojos de Maura se abrieron como platos e intentó incorporarse.
            –No acepto un no como respuesta –se adelantó a decir la morena.

            –No tienes que hacer esto –protestaba la rubia mientras subían por las escaleras.
            –Tómalo como una disculpa más –murmuró Jane.

            Maura la miró de reojo; no era necesario que Jane se volviera a disculpar por sus acciones. La nota que le había dado había sido suficiente para suavizar su temperamento hacia la detective.

            –Jane… Eso no. –Se cubrió la boca para toser.
            –¿Esta es tu habitación?
            –Sí. –Abrió la puerta y se dirigió a su cama para sentarse al borde. Jane colocó un vaso de agua en la mesita de noche.
            –Toma. –Le entregó unas pastillas y la observó hasta que se había bebido medio vaso de agua–. Descansa y no te preocupes por Milo –decía mientras Maura se recostaba en la cama y Jane la cubría con las mantas.
            –No tengo sueño… Debo cuidar a Milo.
            Jane cruzó los brazos por unos segundos, suspirando. La frente de Maura estaba sudorosa y su rostro había perdido su color.
            –No puedes cuidar a tu hermano si sigues así de mal. Descansa y recupérate; ya podrás cuidar y jugar con él cuando tengas las fuerzas para hacerlo. –Apartó un mechón húmedo de la frente de Maura–. Estaré al tanto de él, así que puedes dormir tranquila.
            –¿Por qué haces esto? –preguntó semidormida.
            Jane se acercó un poco más y sonrió.
            –Porque no me gusta verte de este modo… prefiero a la doctora Isles que me lanza sus comentarios cortantes.
            Las comisuras de los labios de Maura se arquearon levemente y susurró algo que Jane no logró entender.

            –Buenas noches, Maura. 

Continuará...

6 comentarios:

  1. Me encanta la forma en que se esta desarrollando la historia y adoro como escribes. Bueno adoro como escriben todos los de este blog y me he leído todos los fanfics... Sigan así.

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  2. T-T lo malo es que duras para publicar, ya estoy enganchada a este fic, esta muy bueno sigue así.

    PD: siempre leo aunque aveces no comente >-<! pero me da pena

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    1. Akari está un poquito atrasada publicando los capítulos aquí, pero si quieres adelantarte puedes leer los que han salido (hasta el cap 10) en gmisles.com.

      Isles :)

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    2. Maur Isles >///<!!
      En esa página tienes más historias?
      Salu2 (*w*)/ y gracias x compartir

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  3. Gracias por la recomendación eso haré porque ya me estaba desesperando

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